La agresión física de un diputado a un periodista

La agresión física de un diputado a un periodista

31 Mayo 2015
Se lo define como la actividad que consiste en la colecta, clasificación y elaboración de la información, especialmente la que refiere a las noticias de actualidad, para difundirla en los diferentes medios de comunicación. El periodismo, como toda profesión, tiene límites, entre ellos, los éticos, que cuando se sobrepasan pueden provocar reacciones imprevisibles, como la que sucedió el jueves pasado, cuando el diputado nacional y precandidato a gobernador bonaerense por el Frente Renovador, Francisco De Narváez, agredió con violencia física al director la agencia de noticias Nova por haber publicado una nota difamatoria contra el dirigente y sus esposa, en las que aludía a la sexualidad de la pareja.

El político que finalmente le pidió disculpas públicas a Mario Casanlongue, dijo que previamente había sido víctima de una “extorsión” y anunció que iba a presentar una denuncia judicial. “Esto tiene que ver con la política, pero mucho más con lo personal. Más allá de la mentira y la infamia que involucra a mi mujer y a mi familia, no debí reaccionar como reaccioné. Cometí un grave error y pido disculpas”, afirmó. Señaló que no era la primera vez que ese medio lo agredía con información falsa.

La agresión tomó difusión pública cuando el director de la agencia subió a internet imágenes que mostraban su rostro ensangrentado, luego de la golpiza, que ocurrió en las oficinas de la publicación, en la ciudad de La Plata. “Salvaje agresión de Francisco De Narváez al director de la agencia NOVA”, se titula del video, que no reproduce el texto que motivó la violenta agresión.

Este lamentable ataque pone sobre el tapete una vez más los límites de la prensa. ¿Todo está permitido para el periodismo? ¿Un medio de comunicación puede decir lo que quiera sobre quien quiera en los términos que se le ocurran? En los últimos lustros, una buena parte del periodismo se ha farandulizado y se regodea en la morbosidad, indagando lo que ocurre debajo de las sábanas de figuras del mundo del espectáculo y, en menor medida, de la política. Tal vez resulta divertido contar públicamente las intimidades ajenas -verdaderas o falsas, quién puede saberlo- y los destinatarios de estos comentarios lo aceptan -en muchos casos- calladamente porque les eleva la popularidad o el famoso rating y hasta algunos se animan a contar ellos mismos sus andanzas de alcoba. Hay casos, en que las víctimas de la chismografía reaccionan en forma imprevista con vehemencia, como en el caso de De Narváez. La actitud del dirigente es reprobable; si se sintió afectado debió haber acudido a la Justicia, en lugar de hacerlo por mano propia.

Por otro lado, conviene recordar que la prensa atenta contra la verdad cuando divulga informaciones falsas o presenta los hechos en forma parcializada. Del mimo modo, ocurre cuando informa apoyándose en datos inexactos para menoscabar o calumniar la vida privada de una persona.

¿Quién debe poner el límite a los excesos? ¿La libertad de prensa no reconoce límites? Quien difama corre riesgos, cuando valiéndose de un medio de comunicación, decide avasallar la intimidad de una persona. Es cierto que en nuestra sociedad la morbosidad “vende”, y la razón principal es porque tiene muchos consumidores en todas las clases sociales, incluso en el mismo poder. En cualquier caso, la Justicia es el medio indicado para dirimir las diferencias de cualquier índole y buscar una reparación. La violencia siempre engendra violencia. Un diputado y precandidato a gobernador debería saber que él está obligado a dar el ejemplo de tolerancia democrática porque es un representante de la sociedad.

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