La ONU y sus 70 años

La ONU y sus 70 años

Por Carlos Duguech | Analista internacional

24 Mayo 2015
Cuando el 24 de octubre de 1945 la II Guerra Mundial (IIGM) ya había concluido sus seis años del horror más grande que sufrió la humanidad a manos de sus propios integrantes, nacía oficialmente -para esperanza de los pueblos del mundo- Naciones Unidas. La organización internacional por excelencia. Ya en los primeros meses de ese año -en San Francisco (EEUU)- se conformaba la carta fundacional. Entre los países que la suscribieron figuraba Argentina, aunque su ingreso fue tardío, “sobre la hora”, ya que durante el desarrollo de la IIGM se había mantenido neutral (aunque no se consintió esa “neutralidad)” frente a las acciones de los aliados en contra de las potencias que conformaban el Eje: Alemania, la de Hitler; Italia, la de Mussolini y el Imperio Japonés, de Hirohito, el cuasi deificado emperador. Obligada por las circunstancias y lo que se avecinaba como el final, Argentina declaró la guerra a Japón y a la Alemania nazi, el 27 de marzo de 1945.

La esperanza de los que en todo el planeta respiraron hondamente luego de tanta tragedia con la creación de la ONU no tuvo, sin embargo, bases sólidas y de permanencia en las que pudiera sustentarse con el devenir de los años. La “guerra fría” fue uno de los modos en que se evidenciaba esa débil esperanza. Porque, paralelamente, se calentaban los arsenales de una increíble carrera armamentista entre los dos grandes bloques que se constituyeron en esa lid: los que formaban parte de la OTAN y los que suscribían escudándose en el Pacto de Varsovia. El Oeste, EEUU y sus aliados de la OTAN y el Este, con eje en Moscú, epicentro de la otrora poderosa Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Cuando en los albores del año en el que la ONU se apresta a celebrar sus siete décadas de vida, uno puede observar una especie de vuelta de tuerca hacia atrás, en las áreas de bienvenida de los amplios espacios de su edificio en Nueva York, en una zona de extraterritorialidad que le permite saberse soberana en una ciudad y en un país potente en el mundo, en lo económico, en lo político y en lo militar. No en vano EEUU posee repartidas en casi todo el globo más de 900 bases, a través de las que puede vaticinar lo que está ocurriendo o podría ocurrir, en cualquier lugar del planeta.

Hay dos exposiciones de impecable factura en la sede neoyorkina de la ONU. La primera, que se observa apenas se ingresa al complejo, es un conjunto de grandes paneles con fotografías y pantallas de video con testimonios y datos reveladores -una vez más- de la naturaleza excepcional y terrorífica de la primera bomba atómica arrojada sobre una ciudad. Hiroshima muestra ese estigma, y aporta algunos elementos concretos en una pequeña vidriera: piedras, vidrios y trozos de escombros con distintos materiales que el infierno de la bomba dejo como rastro de su paso por esa ciudad japonesa a la que le siguió, tres días después, Nagasaki (9/08/1945).

En su aniversario número setenta la ONU nos muestra ese hecho de la historia. Y nos muestra, también, la exposición al lado de la de Hiroshima, el macabro resultado de las minas antipersonales. Su propia denominación -abominable de por si- nos lleva a la idea de que son expresiones de un “terrorismo de Estado”. Simplemente porque después de que los países que participaron en una guerra o que estuvieron a un paso de concretarla (caso Argentina-Chile) suscriben tratados de paz, cualquier mina que queda enterrada y produce daños a cualquier persona, es en verdad un acto de agresión comparable a lo que suelen practicar los terroristas con sus bombas en cualquier lugar del mundo.

En estos preparativos para la celebración de los 70 años pueden observarse nutridas delegaciones de muchos países. Pero lo que más entusiasma es ver grupos de niños interesados en recorrer los distintos espacios de las instalaciones de la ONU. A ello se suma una variedad inimaginable de objetos y prendas de toda clase con la inscripción que identifica a la organización: camperas, gorras, corbatas, paraguas, bombones, llaveros, juegos. Mientras, las guerras, el hambre, el armamentismo hacen lo suyo, como si la ONU y sus resoluciones y sus declaraciones fueran una voz en el desierto.

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