El arte como denuncia

El arte como denuncia

Veterano de Malvinas, Néstor Favre-Mossier nos conmueve con obras que plasman lo que vivió en la guerra. Pero su mirada y su arte no se detienen allí. Muestran realidades poco enfocadas como la del Mal de Chagas en nuestro país o los flagelos del continente africano

29 Marzo 2015

Por J. M. Taverna Irigoyen - Para LA GACETA - Santa Fe

Soldado de Malvinas, regresó sin medallas de guerra. El corazón partido, el cuerpo sin pulso. Le resultó doloroso recuperar una visión que alentara continuar viviendo. Y sin embargo, el drama interior captó esencias para que -a través de la creación y el ejercicio de expresiones hondas- terminara afirmándose lentamente.

Es verdad que Néstor Favre-Mossier (1962) pertenece a esa clase de hombres que superan su propio destino. No se vale sólo de la esperanza, sí de la resistencia. Y a partir del inicio del nuevo siglo, con fervor y no oculto predicamento social, renovó sus votos con el arte, con la fotografía. Realizó desde ahí trabajos de elocuente gesto testimonial en múltiples muestras y panoramas que -si bien revivían los escenarios de la guerra del sur- daban a la secuencia un valor casi rotulable como nuevo. Museos del país, galerías privadas, centros culturales, espacios universitarios, fueron jalonando ese camino que, en el caso de Favre-Mossier alcanzó, sobre todo, la categoría de diálogo abierto.

Pintor, fotógrafo, escultor, diseñador gráfico, el diafragma de su formación estética comenzó al regreso de Malvinas. Necesitaba volver a pensar, a entender el pensamiento, a comprender. Y quizá a perdonarse a sí mismo a través de una obra concreta. Comenzó entonces a integrarse en talleres con artistas del país y el extranjero, y sus posteriores viajes a Italia, Holanda, Bélgica, España y Francia, interactuaron para conformar una personalidad activa y fuertemente testimonial.

Por su obra Ya no me hago pis, presentada por los Derechos del Niño y exhibida en muestras itinerantes en toda la Argentina, recibió los apoyos de Amnistía Internacional, de la Secretaría Nacional de Derechos Humanos y del Comité Argentino de Seguimiento de la Convención Internacional de los Derechos del Niño.

Asimismo, entre otras, su obra 252 Abriles, que explicita la opinión del artista sobre la guerra de las Malvinas, fue expuesta en el Congreso de la Nación y en la Casa de gobierno de su país.

No queremos ver


Hasta ahí un camino. Hacia 2006/07, el artista se conmueve ante la realidad de una enfermedad enraizada en la Argentina pobre, excluida: el Chagas. Por sobre la conciencia de saber que más de dos millones de connacionales la padecen (y hoy ignoramos si no son más, por falencias estadísticas), Favre-Mossier encaró un planteo pictórico realmente interesante. (La cruel patología del rancho mísero y su hábitat: la vinchuca) Su propuesta atrajo poderosamente la atención de profesionales de la salud, de la cultura y de la educación de todo el planeta (así como se lee), por lo que sus obras, auténticos referentes chagásicos, fueron expuestas y remarcadas por la Vidriera de los Científicos del Conicet, en el ámbito de la 36º Feria Internacional del Libro, en 2010. Posteriormente, el Congreso Europeo de Cardiología en Barcelona, la Conferencia Mundial de la UIPES, en Ginebra, el Primer Simposio para la Prevención de la Enfermedad de Chagas, en Colombia, la Conferencia Interamericana de Promoción de la Salud, de la Secretaría de Salud de México, entre muchas más, difundieron su clamor plástico.

Posteriormente, ya en la lucha de divulgación a través de los pinceles, la serie de pinturas Agua muestra su mirada crítica sobre los actos que atentan contra este recurso natural. Expuesta en Ginebra, en el Centro Mundial de Iglesias, fue posteriormente llevada a universidades y museos de Argentina y el extranjero.

En 2013, Favre-Mossier se desafía nuevamente ante una enfermedad terrible: la Tripanosomiasis Humana africana, llamada comúnmente Tsé-tsé por la mosca que la transmite, o enfermedad del sueño. Y viaja a Bodo, República del Tchad, distante a unos 600 kilómetros de la capital N´ Djamena, próxima a la frontera con la República Centro Africana. Allí convive con las familias naturales de la región, toma apuntes y vivencias y se empapa socialmente del problema. Este ensayo plástico merece el apoyo y difusión de la Organización Mundial de la Salud y del Programa Nacional de Lucha contra la Tripanosomiasis, siendo exhibidas las obras en varios países y obteniendo un rédito notable de prensa y público.

Italia, Suiza, Francia, Argentina, han convalidado la importancia de la obra testimonial y denunciatoria de este artista argentino que conjuga arte y ciencia en sus expresiones. Y que ha sabido hacer un poco suyas aquéllas sabias palabras de Nelson Mandela: Como la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es natural. Es creada por el hombre y puede superarse y erradicarse mediante acciones de los seres humanos. Y erradicar la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Se trata de proteger un derecho fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida digna. Mientras haya pobreza, no habrá verdadera libertad.

© LA GACETA

J. M. Taverna Irigoyen - Crítico e historiador de arte. Presidió la Academia Nacional de Bellas Artes.

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