Presencia y amor: claves para encarrilar a chicos desobedientes

Presencia y amor: claves para encarrilar a chicos desobedientes

Para corregir este tipo de actitudes son fundamentales los mensajes claros y la paciencia Alrededor de los 2 años, es normal que los niños empiecen a desobedecer. A no desesperar.

MEJOR PENSAR. Nunca hay que desesperarse ante los berrinches del niño; mejor es recurrir a la astucia. ptmedical.pt MEJOR PENSAR. Nunca hay que desesperarse ante los berrinches del niño; mejor es recurrir a la astucia. ptmedical.pt
21 Julio 2014
“¡No me hace caso! No sé qué hacer. No sé cómo manejarlo...! Si tu hijo o hija anda alrededor de los dos años es probable que hayas repetido esta frase más de una vez. La situación no es grave. Por el contrario, es lo que cabe esperar de un pequeño de esa edad. Claro que encarrilar sus desafíos requiere paciencia, presencia y mucho amor.

La psicóloga especialista en niños Analía Lacquaniti explica que es normal cerca de los dos años que los chicos comiencen a desobedecer. “Es un momento de su vida en que empieza el aprendizaje del no, y ellos están construyendo su identidad. Entonces, la mamá le pide ‘comé la sopa’ y él contesta ‘no’, o le pide un beso, y él dice ‘no quiero’. El niño está planteando su propio deseo, se está separando de la etapa en la que era casi una parte de la mamá. Y esta actitud forma parte del desarrollo evolutivo normal de todos los niños”, describe la especialista.

Esta actitud de desobediencia puede aparecer un poco antes de los dos años también. “Surge cuando el niño ya adquirió algo de lenguaje, un desarrollo motor que le permite caminar y hacer pasos a su propio ritmo. Y esta desobediencia es hasta necesaria para que el pequeño desarrolle su identidad como individuo. El problema aparece cuando la actitud desafiante del chico es notablemente marcada. Esos son los chicos que no son dóciles y que a veces los papás no saben cómo manejar”, añade Lacquaniti.

Ante las desobediencias o los desafíos infantiles, los padres tienen que poner límites. “La mejor manera de hacerlo -considera la psicóloga- es estar con mucha presencia, acompañar al niño con los juegos, en sus hábitos cotidianos como el momento de la comida o cuando se van a la cama”.

Influencias
“En la crianza de los hijos es clave que los padres logren entenderse como parte del problema del niño y no que vean al chico como un niño problema”, advierte Lacquaniti. “El entorno familiar y social influye en la conducta del niño”, agrega.

Como ejemplo, la psicóloga describe: “a veces uno tiene respuestas variables ante una misma conducta del chico. Hoy estoy cansada y entonces lo dejo que toque eso que no tiene que tocar. Al día siguiente vuelve a hacerlo, pero como estoy más atenta, le digo que no. Estos cambios no le ayudan al niño, para que este pueda aprender una conducta adaptativa necesita la misma respuesta de parte del adulto, para que esa conducta se asimile lo más rápido posible”.

Por eso mismo, que un niño, pasados los dos años, se haga más desobediente que lo normal depende de los padres. Si estos son poco consistentes con los límites, el chico empieza a ser cada vez más desafiante porque sabe que con berrinches va a conseguir lo que quiere. Esto trae aparejado otro problema: el niño, de grande, no va a contar con recursos para manejar la frustración, destaca la especialista.

Pensar a futuro
Es verdad que esto de poner límites les cuesta a los padres. Sin embargo hay un ejemplo, al que Lacquaniti suele apelar, para mostrar cómo sí es posible hacerlo.

“Ningún papá viene al consultorio para preguntarme cómo tiene que hacer para que el niño entienda que no debe cruzar la calle solo. Evidentemente ese límite está muy claro para todos los adultos. Está muy internalizado. Claro, es una cuestión de supervivencia. Pero si pensamos en qué es lo mejor para los niños, permitirles desobediencias fuera de lo normal o berrinches también le quitan recursos para su supervivencia futura”, subraya la especialista.

Ante el berrinche
Dejarlo solo. Si insiste, decirle con firmeza: ‘basta, así no voy a a hablar con vos. Nunca, nunca, ceder ante lo que quiere.

Frases que no sirven
“Nunca más te voy a llevar a la casa de tu abuela”; “Me voy a ir de acá y no me vas a ver más”; “A mí no me des ni un beso más”.

Mejor pensar
Decir: “ahora estoy muy enojada por lo que hiciste. Esto no puede quedar así. Voy a pensar y te voy a decir cuál va a ser tu castigo”.

Privaciones
Mejor que “no vas a ir al club o a jugar al fútbol” es “hoy (solo un día) no vas a jugar a la play” o “no vas a ver tele”. Debe ser un castigo posible.

Gratificar, no castigar
La línea del conductismo dice que cuantas más situaciones gratificantes se generen para un niño menos posibilidades habrá de que se porte mal.

Prevenir enojos
Si el niño es desafiante, y lo castigo, le genero disgusto y más enojo. Aumento un círculo vicioso porque le saco aquello que lo relaja.

Regulación previa
Acordar con el chico, por ejemplo, qué días le compro golosinas y cuáles no. Y luego mantener esa rutina con firmeza.

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