- Escribir poesía: ¿es una tentación o una necesidad?
- Escribir poesía, acto casi cotidiano y natural en mí, no participa de la tentación ni de la necesidad: puedo vivir sin escribir poemas, pescaría o leería pescando, y puedo vivir alejado del concepto de la tentación, que recuerda demasiado ideas de pecado y de una moralina que detesto.
- ¿Cómo se le presentan los poemas a José Kozer? ¿Cuándo comenzás a dibujarlos y cuándo sabés que están terminados?
- Desde hace décadas surgen de mañana, bastante temprano, luego de un desayuno frugal (un crítico decía que la mayor parte de mis poemas ocurren entre el alba y el mediodía): yo no los dibujo ni desdibujo, se hacen solos y en solitario, y llegan en su decurso en cuanto poemas a un punto en que mi intuición establece que han terminado. Suelto el bolígrafo y me alejo.
- Siempre decís que vos no escribís libros, sino que habitás un único y extenso poema. Esa organicidad, esa carnadura de tus poemas ¿es algo premeditado?
- Fui descubriendo poco a poco, tal y como se desgranan las espigas de trigo o las mazorcas de maíz, que yo no escribía libros (no los planeaba ni anticipaba) sino que poema a poema iba conformando un solo libro, mi personal libro mallarmeano, mi pequeña y prolífica Biblia, idea que cuajó en mí hace ya bastantes años y a la que me atengo. A la fecha tengo en mi haber 9.350 poemas, quiero alcanzar la cifra 10.000, dejar de hacer poemas, y hasta el día de mi muerte, hacer un último y continuo poema que se corte cuando la enfermedad o la muerte manden.
- Naciste en Cuba, en el seno de una familia judía, pero te fuiste muy joven y podríamos decir que pasaste la mayor parte de tu vida armando las valijas y viajando... ¿Qué opinás entonces de la sentencia del escritor jujeño Hector Tizón acerca de que la historia de cualquier hombre es, en realidad, un largo rodeo alrededor de su casa?
- Concuerdo con Tizón, al menos en mi caso, la casa es la fuente, el fons et origo de los latinos, es el Voyage autour de ma chambre. Decía Neruda que para qué viajaba si siempre hacía lo mismo: escribir poemas. Me apunto: ése es por igual mi caso. Llego a un lugar, desempaqueto las maletas, y ya estoy tumbado leyendo, ya me está llegando de algún recóndito espacio, la primera palabra de un poema nuevo. A mi mujer Guadalupe siempre la hago reír cuando le digo que estoy loco porque llegue el día del próximo viaje para tumbarme en la cama de un hotel a leer.
- En un poema de juventud escribiste: He sentido un miedo grande de leer a Neruda / Ahora me tengo que apretar la faja / Me tengo que poner de pie con la piel estirada / También tengo que alzar mi voz desgañitada de poeta / Y fracasar, fracasar, fracasar. ¿Qué significa hoy para vos haber obtenido el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda?
- Se trata de una tranquila alegría. Por un lado, mis dos hijas están contentas porque saben que papá les va a dar parte de la plata, y con todo gusto. Por otro lado, me satisface que esta vez, caso poco frecuente, se premie una poesía otra, la densa y ensortijada, la poesía barroquizante, y no la eterna y dichosa poesía de la transparencia y de lo episódico “realista”. Aclaro, en ambos campos, que no son en blanco y negro ni enemigos, hay magníficos expositores de la poesía, y bravos y hermosos poetas.
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