El golpe a la revolución bolivariana

El golpe a la revolución bolivariana

Millones de venezolanos y latinoamericanos lloraron al líder que soñó con un nuevo socialismo

La voz devastada del vicepresidente Nicolás Maduro de esa tarde del 5 de marzo quedó para la historia de Venezuela y Latinoamérica. Dolorido y lloroso estaba anunciando por la televisión estatal el fallecimiento del jefe de Estado y líder del proyecto bolivariano Hugo Chávez. Vencido por el cáncer que se le detectó en junio de 2011, y pese a los largos tratamientos que se le realizó en Cuba, el presidente de Venezuela moría en Caracas, a los 58 años. Maduro que había sido designado vicepresidente y delfín político del carismático jefe del autodenominado “socialismo venezolano” fue el encargado de dar la infausta noticia. Miles de venezolanos esperaban el desenlace; el homenaje que le tributaron después fue largamente conmovedor.

La muerte de Chávez provocó incertidumbre y reparos inmediatos en muchos gobiernos de la región, en razón de que Venezuela podría comenzar a transitar un camino aun más complejo e inseguro. Aunque ahora está claro que buena parte del rumbo no fue modificado (la crisis económica se ahondó) en un primer momento el fallecimiento fue un golpe muy duro para muchos que lo consideraron como un revolucionario (una suerte de Fidel Castro del siglo XXI). Esto fue así, especialmente entre los sectores empobrecidos de la sociedad, a quienes las políticas asistencialistas (las misiones) y una serie reivindicaciones (viviendas de bajo costo) del chavismo les permitió un notorio cambio de su situación.

Los gobiernos de Cuba, Bolivia y Nicaragua que no sólo compartían y siguen compartiendo una misma visión ideológica asumieron que esa muerte podría causarle daños mayores: las exportaciones hidrocarburíferas de Venezuela a esos países, las hacía (y las hace) a precios por fuera del mercado y destinaba (aun destina) importante masa de dinero para sostener programas comunitarios. Con la Argentina, tanto Néstor como Cristina Kirchner, lo han tenido como un aliado central en su posicionamiento internacional. La Argentina apoyó el reclamo de Chávez para constituir el bloque de la Unasur, el ingreso al Mercosur y también adhirió a la prédica antiimperialista, inflamada que portaba el coronel.

Maduro logró sostenerse a golpe de denuncias contra Estados Unidos y la derecha venezolana, pero apenas si logró derrotar a Henrique Capriles en la elección presidencial. Su exiguo triunfo ante el abanderado de la oposición no le garantizó al Gobierno la estabilidad que necesita y que los diversos sectores del país venían reclamando. Y fue quedando claro que su liderazgo está lejos del que ejerció su mentor. Maduro dijo que cumplirá “a cabalidad la responsabilidad” que le dio Chávez al proponerlo para que conduzca la transición y mantenga en el poder la revolución bolivariana. Pero, las arengas de “Patria, socialismo o muerte” -las más utilizadas por Chávez como cierre de sus intervenciones- no retumban como antes ni tienen el mismo efecto. Venezuela enfrenta una dura crisis del complejo modelo que él impuso y que su sucesor no logra encausar.

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