Una mujer vendió el taxímetro de Barrientos

Una mujer vendió el taxímetro de Barrientos

La fiscala Giannoni la citó a una indagatoria, pero Nancy Guaraz se negó a prestar declaración sobre el ataque ocurrido el domingo. Los colegas de Barrientos se acercaron a la sala velatoria para luego acompañar al féretro hasta la salida de la ciudad en el último adiós. Se refuerza la hipótesis de que los delincuentes se ensañaron con el chofer cuando se enteraron de que era un ex policía federal

DESPEDIDA. La caravana de taxis y algunos autos particulares sorprendió a los ocasionales testigos a lo largo del trayecto que concluyó en San Andrés. Allí, Priscila Barrientos, hija del taxista, no pudo contenerse de tanto dolor. LA GACETA / FOTOS DE INES QUINTEROS ORIO DESPEDIDA. La caravana de taxis y algunos autos particulares sorprendió a los ocasionales testigos a lo largo del trayecto que concluyó en San Andrés. Allí, Priscila Barrientos, hija del taxista, no pudo contenerse de tanto dolor. LA GACETA / FOTOS DE INES QUINTEROS ORIO
09 Mayo 2013

El teléfono de la sección Robos y Hurtos de la Policía sonó a media mañana del lunes. Del otro lado de la línea, un hombre les informó que un taxista había comprado un reloj taxímetro y una radio, y que sospechaba que pertenecían al auto que conducía Mario Barrientos el domingo a la madrugada, cuando lo asesinaron. Ese fue el dato clave que permitió llegar hasta Nancy Mabel Guaraz, la mujer de 35 años detenida por el robo y crimen del taxista, según comentaron fuentes de la investigación.

Los jefes de Robos y Hurtos, Miguel Luna y Víctor Juárez, avisaron a sus superiores del dato obtenido, y fueron a buscar al comprador de los objetos que le habían robado a Barrientos, junto a personal de la división Homicidios y Delitos Complejos.

Cuando lo encontraron, el taxista les comentó que una mujer le había vendido los elementos, y que al corroborar el número de patente que estaba impreso en ellos, constató que coincidía con la patente del Fiat Uno en el que la víctima trabajaba. Todavía no está claro cuál fue el rol que cumplió Guaraz en el caso. Los investigadores sospechan que ella fue cómplice de los otros dos participantes. Por ahora, la mujer se abstuvo de prestar declaración indagatoria, cuando fue citada por la fiscala Adriana Giannoni (VIII° Nominación en lo Penal). Los investigadores tienen dos hipótesis: estuvo presente cuando abordaron el taxi de Barrientos, o sólo se ocupó de tratar de deshacerse de lo robado.

Los pasajeros

La última ubicación que registró Barrientos el domingo a la madrugada fue en la esquina del pasaje Rojas Paz y avenida Independencia a las 2.45. En esa zona habrían subido los pasajeros, quienes le habrían indicado que se dirigiera al este de la provincia. A las 7, el cuerpo del taxista fue encontrado en el medio de un camino vecinal de Los Ralos. A 28 kilómetros, en Banda del Río Salí, apareció el auto.

La hipótesis de los investigadores es que los asaltantes se ensañaron con el taxista, cuando supieron que era un Policía Federal retirado. El hombre llevaba siempre su carnet en el que constaba esa situación, según comentó Priscila Barrientos, su hija. Además, habría intentado resistirse al robo.

Según el resultado de la autopsia, Barrientos tenía tres puñaladas en el lado derecho del cuello, golpes y rasguños en distintas partes del cuello, y fracturas en sus costillas. Todo indicaría que lo golpearon salvajemente y luego de atarle las manos con un cordón rosa, lo tiraron en el camino de tierra y le pasaron con el auto por encima.

Con el dato que aportó el comprador de los elementos que le habían robado a Barrientos, Giannoni solicitó el allanamiento a una casa ubicada en pasaje Superí al 2.700. Nancy Guaraz fue esposada en su propia casa y quedó detenida.

La Policía sospecha que dos hombres participaron en el homicidio con la complicidad de Guaraz. Fuentes de la investigación afirmaron que ya estarían identificados, y esperan dar con ellos en las próximas horas.

Con bocinazos y una extensa caravana despidieron al chofer


La pérdida de su padre le destrozó el corazón. Priscila Barrientos, hija del taxista asesinado el domingo, no pudo contenerse y lloró desconsolada. El dolor le estalló en los ojos al final del recorrido de una extensa caravana de autos blancos y sin pasajeros que despidió ayer los restos de Mario Barrientos.

Priscila lloraba y se frotaba su panza embarazada, de ocho meses. Movía la mano en pequeños círculos, con suavidad, como si de esa manera pudiera separar al bebé de su dolor.

La joven madre emprendió ayer el regreso a Buenos Aires, donde sepultará a su padre asesinado y ultrajado por delincuentes en un camino vecinal de Los Ralos.

En la avenida


La fila de autos parecía interminable y los bocinazos estremecieron a los ocasionales testigos a lo largo del trayecto. A las 15.30, los taxis esperaron la salida del féretro de la sala velatoria, en avenida Colón al 700. Desde ese lugar partieron en caravana hasta el barrio Independencia y pasaron por el sitio donde el chofer solía hacer "parada" en los días de trabajo.

Como un gusano gigante de autos blancos, la caravana avanzó por avenida Roca hasta girar al sur en la calle Lincoln. Un patrullero de la Policía Federal abría el paso de la caravana y detrás iba el ataúd en una camioneta de la empresa fúnebre.

Al ver el paso del féretro, cubierto con flores amarillas, algunos vecinos parecían quedar inmóviles por un instante y varias mujeres, estremecidas por la escena, se persignaron tres veces, como si estuvieran frente a una iglesia. En la rotonda de acceso a la ciudad, cerca de San Andrés, los autos frenaron. Los choferes bajaron para dar su último adiós a uno de los suyos. A punto de llorar, algunos hombres caminaban mirando al piso. Ni la sirena del patrullero pudo tapar el llanto de Priscila, que hoy sepultará a su padre y el mes que viene dará a luz a su primer hijo.

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