El diálogo que dio frutos

El diálogo que dio frutos

Pasar de la palabra al acto es una de las cosas más difíciles de lograr. En mi caso, una lucha diaria. "Hacer lo que digo" es más complicado todavía cuando hablamos de religión. En una de las reuniones de la Mesa de Diálogo Interreligioso, cuando todavía se hacían en la casa de Raúl Feler, quien profesa la fe judía, hablamos sobre el aborto, el tema del momento por cuanto comenzaba a discutirse en el Congreso. La sociedad se dividía entre los que estaban a favor y en contra. Aquella noche todos dijimos lo mismo: no querer tener un hijo no justificaba su muerte. Fue sorprendente comprobar el rechazo al aborto por parte de todos los que creíamos en la trascendencia, incluido el budista. Todos coincidíamos en que esa vida que nace dentro de la mujer es independiente de su madre (valga la explicación, que aunque evidente algunos todavía no la entienden), y por lo tanto debe ser respetada. Como DIR queríamos hacer escuchar nuestra posición. Pero después de varios ensayos, todo nos parecía inconducente, declamatorio... A los días, en una reunión en mi casa, relaté la historia que me había contado una voluntaria de una institución acerca de una señora con hijos, que fue violada por su hermano. Feler quedó muy impresionado. Gracias a su larga práctica en la fundación León, Feler reunió a todas las organizaciones pro vida alrededor de un plato con masitas, e hizo que dialogaran entre sí. Al rato hubo acuerdo en que lo que hacía falta era un refugio para albergar a las madres adultas y con hijos. Así nació la Casa de Belén, como un auténtico fruto del diálogo.

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