"Decime Jorge, como siempre", le dijo Francisco a su amigo

"Decime Jorge, como siempre", le dijo Francisco a su amigo

MAS QUE REYES. Sergio y José María son viejos conocidos de Bergoglio. Y ayer estuvieron en la misa, a cuatro metros del Papa. LA GACETA / FOTO DE JOSE NAZARO (ENVIADO ESPECIAL) MAS QUE REYES. Sergio y José María son viejos conocidos de Bergoglio. Y ayer estuvieron en la misa, a cuatro metros del Papa. LA GACETA / FOTO DE JOSE NAZARO (ENVIADO ESPECIAL)
Ni cardenales, ni obispos, ni presidentes. Los que más cerca se sentaron del Papa Francisco fueron dos individuos sin poder, sin riquezas y sin más influencias que las que puedan llegar a tener sobre el pequeño grupo de personas con las que interactúan a diario. Es decir, dos pobres. Durante la misa de ayer, un cartonero y un docente fueron ubicados a cuatro metros a la izquierda del líder espiritual de 1.200 millones de católicos.

De sus bocas salían ríos de palabras. No se podían contener. Y era lógico. Ya casi no quedaba gente en la plaza de San Pedro y Sergio Sánchez y José María del Corral explotaban de emoción. Es que por un día en sus vidas habían estado en un lugar más privilegiado que líderes políticos, religiosos y empresariales: el Papa les había pedido que ocuparan los asientos reservados para su familia, que no viajó a Roma.

"¡Nos sentó a cuatro metros de él, más adelante que la Presidenta!", exclamó Sergio. Y hubo más: al terminar la misa, el Pontífice tuvo una actitud que quizás pueda interpretarse como un diagnóstico de sus prioridades. "Nos saludó primero a nosotros y después a las delegaciones oficiales", destacó.

El cartonero y el docente son viejos conocidos del ex arzobispo de Buenos Aires. "Él iba a celebrar las misas en la plaza de Constitución. Trabajamos mucho en contra de la trata y del trabajo esclavo, que son temas que a él le preocupan", recordó Sergio. Este vecino de Villa Fiorito es integrante del Movimiento de Trabajadores Excluidos y llegó a Roma por expreso pedido del Pontífice. "El sábado me llamaron de Presidencia para decirme que iba a viajar, porque el Papa quería que yo estuviera en la misa. Y bueno, me vine. Pero no con la comitiva oficial. Vine en otro avión. Ni sé quién me pagó el pasaje", aclaró.

José María es un docente que trabajaba en villas del Bajo Flores, en Buenos Aires, y al que Bergoglio invitó a colaborar con cuestiones educativas en el arzobispado de Buenos Aires. "Antes del cónclave, Jorge me llamó para avisarme que se venía a Roma. Yo le respondí que iba a ir armando el bolso para venir a verlo el día que asumiera el papado. Él lo tomó como una broma. El miércoles, cuando volvía a casa en el colectivo, una mujer empezó a gritar que Bergoglio era el nuevo Papa. Me largué a llorar y le dije a mi mujer que nos veníamos. Y acá estamos", relató orgulloso.

Sergio y José María decidieron participar de la solemnísima misa con la ropa que usan habitualmente para trabajar. El primero lo hizo con el pantalón azul y la campera con banda refractaria amarilla que utilizan los trabajadores cartoneros de Capital Federal. El segundo, con un delantal blanco debajo del cual llevaba una remera con la imagen de su amigo, el Papa Francisco. "Cuando lo vi por primera vez el viernes le pregunté cómo lo tenía que llamar y me respondió: 'decime Jorge, como siempre'", se emocionó el maestro.

Si bien están felices por la designación de Bergoglio como Pontífice, en cierto modo ambos se sienten un poco huérfanos. "No sé quién va a ir ahora a dar la misa a Constitución…", lamentó Sergio.

¿Ustedes se consideran pobres?, les preguntó este cronista. Y el docente respondió con contundencia: "Sí, pero él es mucho más pobre que nosotros".

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