Pelé juega en la hamaca para discapacitados

Pelé juega en la hamaca para discapacitados

El acto cívico-militar fue la verdadera presentación en sociedad de la renovada plaza Belgrano. El partido que disputó su cuidador.

ENTRADA TRIUNFAL. La imagen de la Virgen de la Merced llega a la renovada plaza Belgrano. La recibieron la banda de música y cientos de fieles, mientras la saludaban con banderitas de plástico y muchos aplausos. LA GACETA / FOTO DE JOSE NAZARO ENTRADA TRIUNFAL. La imagen de la Virgen de la Merced llega a la renovada plaza Belgrano. La recibieron la banda de música y cientos de fieles, mientras la saludaban con banderitas de plástico y muchos aplausos. LA GACETA / FOTO DE JOSE NAZARO
25 Septiembre 2012
Y va y viene y va y viene. Es incomprensible: son 10 los que están arriba y la hamaca no deja de acelerar. Da la impresión de que en cualquier momento se suelta del travesaño, parte a la mitad el pasamanos que está enfrente y termina su vuelo incrustada en la cerca verde. Y todos sus ocupantes, desparramados por el suelo. Pero no pasa nada (por ahora), porque aparece Pelé para poner orden. Igual, no puede descuidarse: los chicos quedan al acecho y, a pesar de su apodo, están dispuestos a gambetearlo. Juan Carlos Lezcano es morocho tirando a oscuro, de rostro ovalado y duro, sonrisa sin dientes y admirador de Lio Messi. "Pelé jugaba para él solo", se distancia. Llegó a la plaza Belgrano como sereno cuando comenzó la restauración. Y ahora la cuida de lunes a viernes de 17 a 22 y los sábados y domingos, de 15 a 22. Hace varios minutos que el acto por los 200 años de la Batalla de Tucumán ha comenzado y él está atrincherado junto a la hamaca para discapacitados.

La ceremonia es la verdadera presentación en sociedad de la nueva plaza: la invaden miles de personas dispuestas a sorprenderse con ella y a no darle respiro durante un buen rato. Por eso, Pelé va y viene entre los que hacen picnic en el césped plantado hace pocos días. Da la impresión de que toma su tarea como un partido a ganar. "Me enamoré de la plaza", afirma (después admite que está esperando un contrato; ahora vive con un plan social). De fondo, el maestro de ceremonia anuncia a las autoridades.

"La plaza quedó linda; es un digno homenaje a la batalla. Pero no le veo mucho futuro. Ojo: no la rompemos los que vivimos en el barrio, sino los que están de paso", acusa Mario Bonsignori, un vecino de gorra blanca que indica la hamaca para discapacitados.

Dentro del sector de juegos hay un tobogán, dos sube y baja, un pasamanos y esa hamaca especial, entre otros entretenimientos. Es grande y baja, porque debe caber una silla de ruedas. Pero posee la capacidad de hipnotizar a los chicos... que no deben usarla. Algunos de los que están arriba son los que venden estampitas y piden monedas. Otros, hijos de los adultos que los miran indiferentes a pocos metros. En eso aparece Pelé con paso atropellado. Usa palabras suaves que contradicen la rusticidad de sus gestos y les pide que se bajen. Le hacen caso, pero se quedan cerca, esperando el descuido. Mientras tanto, por los altoparlantes se escucha la bendición del nuncio apostólico, Emil Paul Tscherring.

"A los chicos no les tengo miedo. A mí me preocupan esos que andan en patineta. Se están mudando para acá. Les hablo, les digo que rompen, pero no hacen caso", cuenta Pelé y se enorgullece de saber tratar a los nenes porque tiene hijos de nueve, siete y seis años. Lo escuchan Ezequiel Torres y Pablo Lampasone, guardianes de la plaza Urquiza a quienes enviaron para ayudarlo. "Con estas plazas nuevas siempre pasa lo mismo. El primer mes las cuida la Policía. Después te las tenés que arreglar solo", reniega Lampasone, pesimista.

El acto termina, los políticos desaparecen, la Virgen de La Merced se va por la calle Alberdi y la multitud se desilacha. Pelé advierte que jugó todo el partido a la defensiva junto a la hamaca para discapacitados. Y se va a recorrer el resto de la plaza: observa el césped tapizado con papeles, bolsas y botellas de plástico. Les pide a los motociclistas que bajen a la calle y ayuda a mover las vallas de seguridad.

"Dios quiera que la gente la cuide", ruega la vecina Tránsito Valenzuela. En ese instante Pelé decide volver a los juegos, porque los chicos le hicieron una gambeta y coparon otra vez la hamaca.

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