El carruaje con tiradores que hacía llover chispas de colores y rechinar las ruedas

El carruaje con tiradores que hacía llover chispas de colores y rechinar las ruedas

Los eléctricos nacieron en el año del centenario de la Revolución de Mayo. Sobrevivieron 55 años. Pero 27 años antes eran tirados por caballos. Los sucedieron los trolebuses. Hoy solo existen en la memoria.

ABARROTADOS. Aún en los peores tiempos el tranvía era muy requerido por los usuarios. No solo en las horas pico, sino también cuando había algún evento importante en la ciudad. ARCHIVO / LA GACETA ABARROTADOS. Aún en los peores tiempos el tranvía era muy requerido por los usuarios. No solo en las horas pico, sino también cuando había algún evento importante en la ciudad. ARCHIVO / LA GACETA
"Yo era feliz. Sabía que esa era mi única obligación. La sola razón de mi existencia era servir a los hombres. Y me reconfortaba ser consciente de esa responsabilidad. Mi alma crecía y maduraba rodando y rodando sin descanso. Y un laberinto de calles pobladas o solitarias me vieron pasar alegre, prepotente. Haciendo rechinar mis ruedas poderosas y escupiendo una lluvia de chispas de colores del troley cimbreante. Mi marcha ruidosa y compadrona fue acercando los barrios al centro, hasta casi fundirlos". (De "Memorias de un tranvía" de Angel Pizzomo)

Hubo dos advertencias. La primera, en 1961. Ese año se restringió la circulación de los tranvías por calle 24 de Septiembre, entre Maipú y Congreso. Al año siguiente parió la segunda: los coches dejaron de desplazarse por Maipú, entre Santiago del Estero y 24 de Septiembre.

La sentencia
El principio del final demoró tres años más. El 18 de mayo de 1965 se conoció la sentencia final. Una ordenanza prohibió, lisa y llanamente, la circulación de los tranvías en el municipio de San Miguel de Tucumán.

Aunque el Concejo Deliberante concedió algunas prórrogas, el apuro por avanzar con las tareas de repavimentación de las calles -incluida la eliminación de las vías- hizo que fuera vetada.

Los empleados del servicio no solo se quejaron, también se opusieron tenazmente a la medida. Incluso les ofrecieron la posibilidad de conformar una cooperativa para explotar una línea de trolebuses. Pero este medio de transporte, años más tarde, también desaparecería de la ciudad. Lo concreto es que el último plazo para que los tranvías dejaran de circular fue el 12 de octubre de 1965, y se cumplió implacablemente.

"Silencio. El helado silencio que segregan los metales muertos, como un manto de óxido me está congelando el alma. Porque los tranvías tenemos alma, y a pesar de que mi cuerpo fue asesinado por ordenanza hace varios años y me han traído al Gran Cementerio de Máquinas, mi espíritu se resiste a morir. Porque nuestra alma al morir el cuerpo no va a ningún sitio a ser premiada o castigada. No reencarna ni se transforma. Simplemente permanece prisionera del cadáver, acompaña al tranvía muerto en el lento proceso de destrucción..."

El tranvía eléctrico apareció a finales de 1909. Pero el primer medio colectivo de transporte urbano fue el tranvía a caballo. Nació en 1882 como hijo dilecto de la empresa "Tramway San Carlos". En cambio, el eléctrico surgió de la concesión otorgada en 1905 a la compañía "Eléctrica del Norte SA". Conoció una época de gloria. Incluso mejoraron los vehículos y ampliaron los recorridos. Además se instalaron nuevos tramos de vías y se aumentaron las frecuencias. No obstante ello, con los años el servicio fue deteriorándose. Hasta perder la eficacia que lo distinguió en sus épocas de esplendor.

El diagnóstico
La escasez de unidades en circulación, las vías deterioradas, las pésimas condiciones del material rodante y otros aspectos negativos, que por entonces lo difamaban, fueron restándole pasajeros y marcándole un irrevocable retroceso a ese sistema.

"Porque la nuestra es un alma muy especial. No está alentada por ningún soplo divino. Es una especie de conciencia que se fue estructurando paulatinamente en cada ciclo que mis ruedas cerraban sobre el riel callejero. Está compuesta por el eco de las voces de miles de pasajeros que hollaron mis entrañas. Por las caricias de manos incontables que tiraron del cordón de la campanilla. Por el calor infinito de tantos cuerpos apretujados en mis asientos de madera o en el pasillo estrecho. Impacientes como parásitos en un generoso intestino..."

A pesar de tantas críticas y castigos, el tranvía, aún en su más deficitaria existencia todavía era el medio utilizado por millares de personas que diariamente abordaban los coches con asientos de madera. Inclusive en reiteradas oportunidades circulaba con su capacidad totalmente desbordada. Tanto, que muchos pasajeros se colgaban de los estribos del vehículo, poniendo en riesgo su vida a pesar de las velocidades relativamente bajas a las que se desplazaban.

Las críticas hacia el sistema fueron subiendo de tono y comenzaron a aparecer los primeros proyectos para limitar el recorrido de los coches. De siete líneas quedaron cuatro y después, nada. Solo el recuerdo. Siempre vigente en los memoriosos sexa, septa y octogonerios de hoy. Niños y adolescentes de ayer, que cuando aún se estilaba usar el pantalón corto hasta antes de los 14, colocaban monedas, tapitas o latinchas sobre las vías que atravesaban el barrio para verlo descarrillar al tranvía. Ascender a la unidad para tocar la campanilla, mientras el motorman (conductor) y el guarda (cobraba y expendía los boletos) buscaban auxilio para zafar del padecimiento de esas travesuras de antaño.

"Pero en las pocas horas de descanso bajo las sombras protectoras del decrépito galpón de la terminal, me enteré de que yo era el heredero de una especie dinástica. La voz quejumbrosa de los tranvías más viejos me fue nutriendo de historias y leyendas en incontables noches mágicas, noches en que el discreto susurros de tornillos y engranajes solía interrumpirse por los torpes pasos de un sereno alcoholizado que inútilmente se esforzaba por cumplir sus funciones..."

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