La nueva 38 alivia muy poco la "ruta de la muerte"

La nueva 38 alivia muy poco la "ruta de la muerte"

Viajamos desde la capital hasta Alberdi por la ruta de la zafra. El camino sigue estando muy sobrecargado de vehículos. Las rastras siembran peligro por una carretera en la que abundan las imprudencias y faltan controles. Hay sobrepasos arriesgados y motociclistas que transitan por el medio de la vía. Queda mucho por hacer, dicen los especialistas

Las tragedias son difíciles de borrar de la memoria. Por las dudas, a la vera de la legendaria "ruta de la muerte" se multiplican las grutas. Son cientas. En las últimas semanas, se sumaron cuatro víctimas a la lista de la "38", un camino sembrado de peligros e imprudencias, con pocos controles, mucha velocidad y demasiados vehículos.

Un recorrido por la ruta de la zafra, desde la capital hasta Alberdi, muestra que, por ahora, la nueva traza de la 38 no ha logrado aliviar demasiado la antigua red vial. Tampoco han disminuido los riesgos ni la cantidad de accidentes. A cualquier hora, hay muy poco margen para las maniobras de emergencia. El escaso ancho de la trocha y que sea inevitable pasar al carril contrario para sobrepasar un camión es, en muchos casos, lo que provoca las muertes. Eso, y también la mezcla de todo tipo de rodados.

Hay que estar más que atento. Desviar la mirada unos segundos para apreciar los campos verdes alterados por las plantaciones de caña puede ser muy peligroso. Ellas aparecen en cualquier momento. Las rastras cañeras son largas. Larguísimas. Sobrepasarlas sin arriesgarse es imposible. Ir detrás de ellas, a 20 km/h, impacienta, despierta el malhumor, la desesperación.

En nuestro recorrido comprobamos que estos transportes no están pintados con luces refractarias, que carecen de luces reglamentarias, que la carga sobrepasa el ancho del vehículo, que se mueven para todos lados, que superan los 25 metros de largo y que ninguna circula acompañada con otro vehículo de advertencia, como lo exige la ley.

El peligro se siente más fuerte en el tramo de la ruta que va desde Monteros hasta Alberdi. En ese sector, la 38 atraviesa ocho ingenios y en el camino se forman filas eternas de vehículos que van tras las rastras. Para tener una idea de la dimensión del problema, basta con citar los informes de la Dirección de Transporte, que muestran que el 45 % de la caña se transporta en estos vehículos agrarios que no están preparados para circular en rutas. Por eso, están prohibidos por ley. Pero en Tucumán, una excepción a la norma nacional les permite andar todo el día, menos de 18 a 23 horas.

La ruta de la zafra, según el mapa de accidentes mortales de la Dirección de Transporte, es la más peligrosa. Y no lo es solamente por las rastras. En los últimos años se sumaron demasiadas motos al camino, autos rurales compartidos, bicicletas y peatones.

Los ingresos a las ciudades funcionan como verdaderas ruletas de la muerte: autos, micros y camiones doblan y se cruzan sin que nadie los ordene. "Aquí hubo muchos accidentes por la imprudencia y la velocidad altísima con la que circulan los autos", resalta María Cecilia Benítez, en el ingreso a la ciudad de Monteros.

"¿Por qué siguen usando tanto esta ruta, teniendo una nueva y más segura a pocos kilómetros?", se pregunta Benítez, refiriéndose a la nueva traza de la 38, que por ahora va desde Famaillá hasta Concepción. Es simple, dijeron los vecinos consultados: en el viejo camino tienen estaciones de servicio para cargar GNC. Además, la antigua red vial pasa por la puerta de las principales ciudades del interior.

Para tener miedo

Es una imagen constante durante el viaje hacia el sur: muchos autos y colectivos, en fila india, se lanzan a pasar camiones, ocupando ambos carriles durante tiempos más que riesgosos. Los conductores se adelantan incluso ante la orden de las dos rotundas líneas amarillas que lo prohiben. Algunas escenas son terroríficas, como la que vivimos unos kilómetros antes de llegar a Concepción: una cosechadora apareció de frente mientras estiraba, a paso de hombre, una extensa hilera de camiones y coches. En una milagrosa fracción se segundos, la rastra volvió a su carril. Y nosotros, a la vida.

En general, el estado de la vieja 38 es bueno. En algunos sectores, el pavimento tiene parches o está ondulado por el peso de los camiones y colectivos. Otro detalle: encontramos varios tramos sin asfalto en la banquina y algunos donde la señalización es escasa. Hay más: son pocos los autos que llevan las luces encendidas. ¿Nadie detecta ni sanciona estas faltas? Al parecer, no. En ningún lado del trayecto hubo patrulleros controlando el tránsito, mucho menos el estado catastrófico con el que circulan muchas rastras. ¿Algo más? La quema de caña, que atenta contra la visibilidad en esta época. Este es, más o menos, el menú de riesgos a los que unos 10.000 conductores -en promedio- se exponen a diario cada vez que salen a esta ruta, salpicada por historias de dolor.

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