A pesar de los años, don José sigue teniendo alma gacetera

A pesar de los años, don José sigue teniendo alma gacetera

El canillita o "gacetero" , como se le llama en Tucumán, es el símbolo que representa la conexión del periodismo con la comunidad. Los niños fueron los primeros en hacer llegar LA GACETA a los hogares. Hoy el gacetero adulto sigue siendo un pilar fundamental.

 LA GACETA / FOTO DE ENRIQUE GALINDEZ LA GACETA / FOTO DE ENRIQUE GALINDEZ
03 Junio 2012
Pantalón corto, gorra y unos pulmones bien inflados. "¡La Gaceta, diario, La Gaceta!", voceaba hasta que se le marcaba bien la vena del cuello. El punto era inmejorable: 25 de Mayo y Córdoba, ¡justo frente al Correo! Muchos transeúntes con sombrero de paño, como se usaba para salir a la calle en aquella época -1940-, habían adoptado la costumbre de comprarle el diario a él, que por entonces tenía 10 años. José Reinaldo Ledesma escarba en la memoria, y encuentra esos primeros tiempos en que LA GACETA empieza a ser parte de su historia, hasta el día de hoy, próximo a cumplir los 84 años.

Unico varón entre dos hermanas, y con una madre que se ganaba la vida como lavandera en casas de familia, desde que su esposo la abandonó para irse con otras mujeres, José Reinaldo tuvo que dejar la escuela primaria para ponerse a trabajar. "He logrado llegar hasta 5° grado, y de ahí en más todo lo he aprendido leyendo LA GACETA", dice este anciano con alma de canillita.

Confiesa que aprendió los nombres de las calles recorriendo la ciudad subido en el tranvía. El boleto en aquella época costaba $ 0,50, lo mismo que un kilo de puchero especial, recuerda. "¡Lo que era la vida antes!", comenta como para sus adentros. Don José Reinaldo vive en el barrio Mutual Policial, en una modesta casa junto a dos hijas, a quienes debió criar solo, después de fallecer su esposa en un accidente doméstico (se electrificó la soga donde iba a colgar la ropa). También viven con él dos nietas adolescentes, que recibieron como legado en vida por parte de su abuelo una enorme pila de fascículos de LA GACETA para ser usados en la escuela.

La sorpresa
"¡Vengan, pasen por acá, les voy a mostrar algo!" invita y va adelante en su silla de ruedas. Al entrar en su dormitorio uno descubre el mundo gaceteril. Las paredes todas empapeladas con los fascículos de LA GACETA, a color en papel ilustración, del Bicentenario. Belgrano, San Martín, el Cabildo, Remedios de Escalada, Guëmes... todas las láminas pegadas como si fueran ídolos de rock en la habitación de un adolescente. Desde su asiento obligado (le cortaron la pierna por la diabetes) José Reinaldo levanta sus ojos - azulados por el tiempo - y contempla una vez más su obra.

El tesoro de la caja
"¡Mire, esos son los grandes que hicieron nuestra Patria!".

Sobre el piso, una caja de cartón repleta de fascículos escolares de LA GACETA espera inútilmente. "A estos se los reservo para los chicos de la escuela del frente (la Mutual Policial). Es para ellos, para que puedan estudiar los que no tienen plata para comprar libros", anuncia generoso. Pero reniega porque las maestras se olvidan de buscar la caja. "Yo iría a llevársela si pudiera cruzar la calle", se excusa con un gesto que señala su silla de ruedas.

"Lo único que puedo hacer es salir a la vereda y llamarlas cuando las veo bajarse del ómnibus. Tres maestras me van prometiendo venir a buscar la caja, pero mire, todavía está ahí. Me da tanta pena por esos chicos que necesitan los fascículos de LA GACETA para estudiar... Mire a mis dos nietas (las dos están sentadas en la cama, fascinadas por la nota que le hacen a su abuelo) han estudiado de aquí" y vuelve a señalar los fascículos. "Ellos también los necesitan, pobrecitos ...", se lamenta.

"Estos fascículos con sus fotos maravillosas me han hecho muy feliz; me han enseñado historia y todas las cosas que sé", añade el hombre. "El abuelo no empieza el día si no lee LA GACETA", interviene Gabriela de 16 años. "¡Ah!, ¡Sí! ¡Es un vicio! La compro todos los días. Primero leo policiales, después paso a los fúnebres, los chistes, Tucumanos y de ahí sigo hasta la última página ... completo lo leo", contesta. Florencia, de 13 años, asiente con la cabeza. "Él siempre está leyendo LA GACETA y también los fascículos de historia porque aunque sean viejos a él le encantan. Y después nos cuenta todo, ¡eso es lo lindo!", ríe con picardía la adolescente.

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