Médicos tucumanos en Angola piden a Cristina que promueva el voluntariado

Médicos tucumanos en Angola piden a Cristina que promueva el voluntariado

Son voluntarios que trabajan en una provincia al este del país africano. La zona estaba destrozada tras la guerra civil y la mortalidad infantil es muy alta.

TUCUMANOS. Juan Emilio Palacios (tercero desde la izquierda, parado) y su esposa (segunda desde la izquierda, sentada), frente a la clínica de Luenna. FOTOS GENTILEZA FAMILIA PALACIOS TUCUMANOS. Juan Emilio Palacios (tercero desde la izquierda, parado) y su esposa (segunda desde la izquierda, sentada), frente a la clínica de Luenna. FOTOS GENTILEZA FAMILIA PALACIOS
18 Mayo 2012
LUANDA, Angola.- Un grupo de médicos tucumanos, que vive en Angola desde hace ocho años, se reunió ayer con el gobernador José Alperovich y este mediodía se dirigía a un encuentro con la Presidenta, que se encuentra de gira por ese país africano. Los profesionales trabajan ad honorem, en la capital de la provincia de Moxico, a unos 1.100 km al este de Luanda.

Juan Emilio Palacios y su esposa Adriana forman parte de ese contingente de tucumanos que partió en 2004 hacia ese país africano, destrozado por una guerra civil larguísima, con graves problemas de comunicación, transporte y energía, donde el agua potable llega en camiones cisterna y cuesta 2 dólares cada 200 litros y en una zona donde la mortalidad infantil alcanza el 33 por 1.000.

"Trabajamos en Luena, la capital de la provincia de Moxico, al este del país, que es una ciudad pequeña, de unos 300.000 habitantes y del tamaño de Monteros, aproximadamente", contó Juan Emilio por teléfono, mientras se preparaba, junto con su esposa, para subirse al auto que lo llevaría a un encuentro con la Presidenta. "Hay unos 45 residentes argentinos repartidos en todas las provincias de Angola, y el 80% somos voluntarios de las iglesias evangelista y católica. El resto está compuesto por ingenieros y técnicos en petróleo", añadió Adriana.

La noticia de la visita de la Presidenta y del gobernador de Tucumán les llegó a través de internet (lo leímos en La Gaceta online, dijo Juan Emilio) y de la información que difundió el gobierno angoleño. Contaron que, durante la reunión con Alperovich, plantearon la posibilidad de hacer convenios de intercambio, para que estudiantes angoleños viajen a Argentina, y viceversa.

Luena fue la cuna de la rebelión contra el gobierno, finalmente fue aplastada luego de muchos años de enfrentamientos con tropas oficiales. "Elegimos venir a esta zona porque es una de las que peor quedó luego de la guerra civil -explicó Juan Emilio-. En 2004 viajamos con un pequeño grupo de economistas, maestras, médicos, en un avión de la ONU porque no hay vuelos directos. Tuvimos que viajar más de tres días para recorrer la distancia desde la capital (en época de lluvias es más) por caminos de tierra en muy mal estado, y nuestras valijas llegaron varias semanas después". Ahora, contó, el camino está asfaltado y el transporte ha mejorado.

"En la ciudad había solamente dos médicos, por lo que nuestra llegada fue recibida como un acontecimiento. Eramos cuatro tucumanos: mi esposa, mi hermana, otro médico que volvió por un tiempo a la Argentina, y yo", dijo Juan Emilio.

Como hay muy poca población de origen europeo o americano, los tucumanos eran "exóticos". "La gente es muy cariñosa y amigable. Las mujeres y los chicos se acercan y te quieren tocar el cabello porque les parecíamos interesantes. Ahora, después de ocho años de vivir aquí, ya hablamos bien la lengua nacional (el portugués) y algo de la lengua nativa (el chocwe) ", añadió su esposa.

Las dificultades no son pocas. Las más graves se relacionan con cuestiones sanitarias: "No existen redes de agua potable. El agua llega en camiones cisterna que pasan casa por casa, y la venden a 2 dólares los 200 litros". Tampoco cuentan con una red de energía eléctrica que funcione las 24 horas. "Parte de la ciudad tiene generadores, que trabajan entre seis y ocho horas", contó el misionero.

La guerra hizo estragos en los campos, por lo que se cultivaba muy poco y, por lo tanto, la alimentación era deficiente. "Los campos más cercanos a las ciudades estaban minados y la gente tenía miedo de entrar. Nadie tenía huestas. Se plantaban algunas hortalizas, como tomate, pero poco más. Ahora esa situación ha mejorado y el país se está levantando". LA GACETA ©

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