El vicepresidente, una pieza controvertida

El vicepresidente, una pieza controvertida

Funcionario de naturaleza híbrida, el segundo de la fórmula para gobernar el país está ubicado entre dos mundos políticos (la Casa Rosada y el Congreso), tiene un papel casi meramente protocolar y afronta dificultades para tomar decisiones distintas de quien tiene las riendas del gobierno. Los antecedentes de acompañamiento y de conflicto.

La designación del candidato a vicepresidente del oficialismo es el último capítulo de una historia que empezó a tejerse el 28 de octubre de 2010. Cristina Fernández cerró el penúltimo, que fue el más significativo del período de instalación de su imagen de viuda con vocación de poder.

Ella, durante varios meses, habló de que era la garante del modelo intervencionista en la economía y de fuerte concentración política. Así las cosas, desde el martes quedó oficializada su pretensión de intentar sucederse a sí misma, como Juan Domingo Perón, en la década del 50, y de Carlos Menem, en la del 90.

La expectativa de su entorno es que Cristina Fernández acierte con el nombre. No podemos fallar, decía ayer el gobernador sanjuanino José Luis Gioja, en medio de la incertidumbre. La experiencia de Julio César Cleto Cobos crispa los nervios del kirchnerismo cada vez que evoca la votación que en el Senado derrumbó la resolución 125, que fijaba retenciones móviles a la soja.

El voto no positivo del representante de la hoy difunta Concertación Plural desencadenó cimbronazos y una reactivación de estudios académicos respecto del rol del vicepresidente en los últimos meses de 2008. Cobos se resistió a ser una pieza decorativa dentro del andamiaje institucional, como lo había sido Daniel Scioli con Néstor Kirchner.

La frustración que causó la deserción del radical K y el apasionamiento taparon el bosque. Se miró por el ojo de la cerradura y no se abrió la puerta a una comprensión más profunda del problema. Las claves hay que buscarlas en el pasado

El rompecabezas
La figura del vicepresidente no aparecía en el proyecto de Constitución que Juan Bautista Alberdi entregó a los convencionales de 1853. Estos la incorporaron al texto que sancionaron, inspirándose en la Constitución de Estados Unidos. Sin embargo, John Adams le quitó jerarquía al cargo. Se trata de la función más insignificante que el género humano ha podido prever, observó quien fuera uno de los padres de la Carta Magna y ex presidente de Estados Unidos.

En la Argentina, el vicepresidente es electo junto con el presidente, y lo sustituye en caso de muerte, viaje o renuncia. Genéticamente está atado a él. En el Senado, al mismo tiempo, está habilitado para desequilibrar en caso de empate. Además, la costumbre ha hecho que presida la Asamblea Legislativa, conformada por la reunión de las Cámaras de Diputados y de Senadores.

Durante la breve vida de la Confederación Argentina (1853-60) se lo llamó presidente nato del Congreso. Es un funcionario de naturaleza híbrida, cuyo desempeño contribuye a la paz institucional o al desasosiego de la república.

El jurista Néstor Sagües apuntó que el vicepresidente es un personaje de dos mundos políticos (la Casa Rosada y el Congreso), por lo cual sus acciones estarán siempre en el ojo de la borrasca. Puede provocar a veces explicables sentimientos de lealtades, de convicciones y de sentimientos, aseveró,

Estos no deben llenar de asombro, se trata de problemas derivados, en buena medida, de nuestro esquema constitucional", reflexionó cuando arreciaba la polémica acerca de la supuesta traición de Cobos.

Las crisis recientes
El perfil ambiguo de la institución motorizó conflictos diversos en el último medio siglo. La renuncia de Alejandro Gómez al cargo -se fue en noviembre de 1958- liberó a Arturo Frondizi de un disidente con las políticas desarrollistas en curso. El conservador Vicente Solano Lima, en sintonía con los deseos de Perón, abandonó el barco frejulista en 1973. y Héctor Cámpora no tuvo más remedio que renunciar a la presidencia, en lo que fue la antesala del divorcio de Montoneros con el jefe del PJ.

Durante la presidencia de Raúl Alfonsín, las versiones sobre divergencias con Víctor Martínez saturaron el clima político, pero no complicaron el andar del gobierno. La tirante coexistencia de Carlos Menem con Eduardo Duhalde no trabó la marcha de la administración peronista, pero el proyecto reeleccionista del primero gestó la reforma constitucional de 1994. Debido a esto, se generó entre ellos una enemistad política que se prolonga hasta estos días.

Las discrepancias entre Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho"Alvarez hirieron de muerte a la Alianza y al gobierno. La renuncia de Alvarez, junto con la crisis de la convertibilidad, terminaron hundiendo a de la Rúa.

Kirchner debió reconstruir loa imagen presidencial tras el breve interregno de Duhalde. Scioli se habituó a convivir con el estilo rústico de Kirchner, mientras que Cobos sobrevivió estoicamente a los embates de la Casa Rosada, aunque su proyecto presidencial encalló por el costo político pagado.

La aventura del porvenir
La política es una apuesta con final abierto. Al kirchnerismo le quita el sueño la cobertura de la vicepresidencia. El sindicalismo de HugoMoyano, los gobernadores y la logia de los jóvenes procuraban estar cerca de la Presidenta a la hora de la selección del candidato. Con las acciones de Moyano en baja, se estrechó el círculo en el mundo kirchnerista.

Las afinidades ideológicas y el potencial electoral son ingredientes insoslayables en la composición de la fórmula. Las fórmulas opositoras deben combinarlos también. La institución vicepresidencial es necesaria para preservar la normalidad constitucional, pero algunas dudas surgieron tras la reducción del mandato de seis a cuatro años.

En medio de la tormenta que desencadenó el voto no positivo de Cobos, el constitucionalista NorbertoPadilla escribió que el de vicepresidente no es un cargo superfluo sino que merece preservarse en la Constitución.

Los choques entre los miembros del binomio presidencial no son hipótesis sino que fueron realidades concretas. Acerca de este tema, el director del Centro de Nueva Mayoría, Rosendo Fraga, opinó que en casos de diferencias políticas entre el presidente y el vicepresidente, la crisis se resolvió cuando uno de ellos se impuso sobre el otro. Resulta difícil en un país con cultura presidencialista que el vicepresidente tenga un papel político propio. Madison parece tuvo que razón en su diagnóstico. Acaso, en una próxima reforma constitucional.se discuta la perduración de la figura vicepresidencial. Lejos de estas especulaciones, el kirchnerismo quiere conciliar lealtad con caudal electoral y renovación de caras.

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