El espíritu aventurero de los docentes le gana al frío intenso y a la soledad

El espíritu aventurero de los docentes le gana al frío intenso y a la soledad

Los estudiantes sólo pueden completar la escuela primaria y llegar a tercer año del secundario

GRAN FAMILIA. Veinte docentes y la directora, que conviven en el albergue ,comparten la el festejo con los chicos. LA GACETA / JULIO MARENGO GRAN FAMILIA. Veinte docentes y la directora, que conviven en el albergue ,comparten la el festejo con los chicos. LA GACETA / JULIO MARENGO
28 Noviembre 2010
Una tela dividía en dos el tinglado de la escuela de Anfama: de un lado, el sacerdote ofrecía los santos sacramentos a la comunidad y del otro, Delicia (qué mejor nombre para la cocinera) preparaba la mesa para el festejo. Terminó la ceremonia religiosa, renegaron un poco por tener que sacarse la foto grupal y entraron todos al salón, ya convertido en uno nuevamente.

En los viejos pupitres que usan a diario se acomodaron los más de 90 alumnos de la Escuela Nº 215 "Virgen de la Merced" junto a sus familiares. En otra mesa se sentaron los docentes y compartieron el almuerzo con LA GACETA.

"En sus comienzos esta era una escuela itinerante: una maestra iba casa por casa y le enseñaba a la gente a leer y escribir. El edificio fue el obrador durante la construcción del acueducto y después fue donado para que funcione el establecimiento", cuenta uno de los profesores para abrir la charla y rápidamente la conversación se vuelca hacia las particularidades de enseñar a 1.800 metros de altura, donde el crudísimo frío del invierno y la soledad son una marca registrada.

Predisposición

"Para trabajar aquí hay que tener un espíritu aventurero", abre el diálogo Cecilia Risso Patrón, la profesora de biología. "No todo el mundo está dispuesto a caminar 20 km cruzando el río si no conseguís un caballo u otro medio para subir y pasarte del domingo al viernes instalado en la escuela", continúa.

Del otro lado de la mesa, la profesora Nancy Slame mira atónita. Es su primera jornada en la escuela de alta montaña.

"Si en algo nos cambió la vida el camino nuevo es que ahora podemos pasar un tiempito más con nuestras familias", asegura Cecilia. Hasta el año pasado, la odisea del docente de Anfama comenzaba el domingo al mediodía. Desde sus casas los maestros tenían que hacer una llamada a una radio y, a través de ella, avisarle a Pastor o a Quique que le bajaran el caballo a media tarde y emprender la subida, previa descripción de su contextura física para que el baquiano pudiera seleccionar una mula adecuada.

"Ahora al menos podemos hacer dedo, coordinar con alguien que suba el lunes por la mañana o pedir a algún familiar con moto que nos traiga, pero sigue siendo muy común llegar caminando o a caballo", cuenta otra profesora con total naturalidad.

Una gran familia

Dentro de la escuela, alrededor de 20 docentes y la directora Alicia Orellana conviven en el albergue durante toda la semana y comparten con los chicos desayuno, almuerzo y merienda. La cena corre por su cuenta. "Somos una gran familia", asegura Iván, el profesor de plástica que dejó el diseño gráfico en la ciudad para internarse en la montaña, en lo que él describe como un retiro espiritual.

Hasta el momento, los chicos de Anfama sólo pueden completar la educación primaria y llegar hasta el tercer año del secundario. "Y por lo general sus estudios terminan ahí, porque muy pocos pueden mantenerse abajo para terminarlos", advierte una de las profesoras.

Según contaron los docentes, ya empezaron a hacer un trámite en la Ministerio de Educación de la Provincia para que los alumnos puedan terminar sus estudios. "Estamos a la espera", concluye Cecilia.

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