Álzaga, a la cabeza delmotín del1° de enerode 1809

Álzaga, a la cabeza delmotín del1° de enerode 1809

Contra Liniers

MARTIN DE ALZAGA. Junto con el Cabildo, intentó deponer al virrey Liniers, pero su maniobra no tuvo éxito. MARTIN DE ALZAGA. Junto con el Cabildo, intentó deponer al virrey Liniers, pero su maniobra no tuvo éxito.
29 Abril 2010
El alcalde Martín de Alzaga y el Cabildo porteño -que personificaban al partido español- no solamente coincidieron en la oposición al virrey Santiago de Liniers, sino que aspiraron directamente a derrocarlo. Empezaron a planificar la respectiva maniobra en la segunda mitad de 1808. El 1 de enero de 1809, cuando se renovaban los miembros del Ayuntamiento, fue la fecha elegida. Alzaga y los cabildantes hicieron venir a la Plaza Mayor a los batallones que les eran adictos, los Gallegos, Catalanes y Vizcaínos.

Ni bien se efectuaron los comicios -con la reelección de los regidores- un compacto grupo instalado en la plaza empezó a dar vivas al Cabildo, a pedir a gritos "junta como en España" y a lanzar mueras contra "el francés Liniers". Entonces, los cabildantes convocaron de apuro un "cabildo abierto" similar al de Montevideo: este nombró una "Junta Suprema", y sus miembros marcharon al Fuerte a comunicar al virrey que debía considerarse destituido.

Liniers, al advertir la fuerza aparente de la oposición, se dispuso a firmar el acta que lo desplazaba. Pero en ese momento ingresaron al Fuerte los jefes leales, encabezados por Cornelio Saavedra. Enérgicamente, el jefe del Regimiento Patricios expresó que los cabildantes no tenían facultad alguna para remover al virrey. Además, tomó del brazo a Liniers y le pidió que se presentase al pueblo: si éste lo rechazaba, aseguró, él y los demás oficiales aceptarían la destitución.

Ni bien apareció Liniers en la puerta del Fuerte, una multitud empezó a vivarlo y a manifestar que no querían otro gobernante que él. Entonces, Liniers rasgó en pedazos el acta de destitución. Los batallones adictos al Cabildo se rindieron. Alzaga y cuatro regidores fueron desterrados a Carmen de Patagones, desde donde semanas después los rescataría Elío, el gobernador de Montevideo.

Se ha destacado, y con razón, que tanto este "cabildo abierto" de Buenos Aires como el de Montevideo -que deponían virreyes, desacataban órdenes superiores o formaban juntas- no eran sino expresiones de la crisis absoluta de ese principio de autoridad que la colonia había respetado por siglos sin discusión alguna. Mostraba que el régimen monárquico ya estaba carcomido sin remedio.

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