El reino de España se entrega a Napoleón,y pronto el país se enciende en una feroz guerra

El reino de España se entrega a Napoleón,y pronto el país se enciende en una feroz guerra

Las noticias europeas llegaban tarde y muy deformadas al Virreinato del Río de la Plata.

DURISIMOS COMBATES. Tropas españolas apoyadas por civiles luchan contra los franceses a las puertas del Parque de Artillería de Monteleón. Es un óleo de Manuel Castellano. DURISIMOS COMBATES. Tropas españolas apoyadas por civiles luchan contra los franceses a las puertas del Parque de Artillería de Monteleón. Es un óleo de Manuel Castellano.
29 Abril 2010
En los primeros meses de 1808, empezó a acentuarse gravemente la crisis de la monarquía española, en franca decadencia desde años atrás. Envolvía al inepto rey Carlos IV un enorme descrédito. El "Príncipe de la Paz", Manuel Godoy, favorito de la reina María Luisa, era quien ejercía realmente el poder. Mientras tanto Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses, aspiraba a incluir a España en la dominación total de Europa que era su propósito.

Autorizado en 1807 a cruzar territorio español con el pretexto de pasar a Portugal, Bonaparte aprovechó para ir ocupando las principales ciudades con su poderoso ejército. La reacción popular se manifestó en el motín de Aranjuez (19 de marzo de 1808) que ocasionó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo, que fue proclamado como Fernando VII.

Pero Napoleón, erigido en árbitro del asunto, manipuló con siniestra habilidad las pésimas relaciones entre Fernando y su padre. En una tensa entrevista con los monarcas en Bayona (mayo) presionó hasta lograr que Carlos declarara nula su abdicación, que Fernando le devolviese la corona, y que aquel renunciase los derechos al trono para depositarlos en sus manos. De inmediato el emperador los cedió (6 de junio) a su hermano, José Bonaparte.

Pero, semanas antes de conocerse los oscuros tratos de Bayona, el pueblo español se alzó (2 de mayo) contra los franceses, con una indignación que creció al saberse que José sería el nuevo monarca. España se alió con Gran Bretaña para luchar contra los usurpadores, y se constituyeron juntas para reemplazar a la monarquía vacante: en octubre, aquellas se unificaron en una "Junta Central de España e Indias". Entretanto, rugían las operaciones militares y la lucha en las calles.

Tras enconados combates, los españoles triunfaron en Bailén (19 de julio). Esa victoria, aunque tuvo importantes efectos, no detuvo la guerra generalizada en la península, a la que ingresaron nuevas y más numerosas tropas francesas, conducidas personalmente por el emperador, quien tomó Madrid en diciembre de 1808. Los ingleses participaban activamente en apoyo de los españoles. Encuentros campales, guerra de guerrillas, tomas de ciudades, ensangrentaron el territorio. Tal era el contexto que rodeaba la sede de la monarquía española, en los meses que siguieron a la Defensa de Buenos Aires y la derrota de esos ingleses que, de pronto pasaron a ser aliados de sus vencedores.

Pero dado lo primitivo de las comunicaciones, todos esos graves acontecimientos se sabían tarde y mal en América. En efecto, mientras en Europa "los sucesos se precipitaban diariamente, tardaban dos o tres meses para ser conocidos aquí; debiéndose no pocas veces a la desigual velocidad de las naves o a su captura por los cruceros enemigos, el que las noticias antiguas y recientes se entretejieran hasta formar inextricable maraña. Como los presos encadenados en la famosa cueva de Platón, que sólo por la sombras reflejadas en la pared conocían las realidades exteriores, los americanos tenían que forjarse opiniones políticas según las noticias truncas, revueltas por el tiempo y deformadas por la distancia, que de Europa les llegaban", escribe Paul Groussac.

Como para agregar una tensión más a las que enfrentaba el Río de la Plata, la hermana mayor de Fernando VII, la princesa Carlota Joaquina, ante la ocupación de Portugal por los franceses, había trasladado su corte a Río de Janeiro. Instalada allí desde enero de 1808, proclamaba su derecho de gobernar España y las colonias dada la situación de vacancia de la monarquía.

Así, Carlota Joaquina desarrolló desde Río -por medio de correspondencia, de enviados y de espías- una complicada red de intrigas en Montevideo y en Buenos Aires, que apoyó inicialmente el embajador inglés ante su corte, lord Strangford. En la trama - demasiado intrincada para narrarla aquí- llegaron a complicarse no pocos de los futuros revolucionarios criollos de Mayo, quienes no hallaban descabellado que se iniciase en América una nueva dinastía de reyes, separada de la que había desbaratado Napoleón. Fue el denominado "carlotismo", cuyo estudio ha ocupado largamente a los historiadores argentinos.

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