Hay que aprender a decir no

Hay que aprender a decir no

La desobediencia en los chicos tiene origen en la falta de límites. Pero no hay que confundir con la etapa del negativismo normal, que le sirve al niño para diferenciarse y buscar su autonomía.

LIMITES. El no del padre ayuda al niño en su educación y, a la vez, le proporciona seguridad y tranquilidad. LIMITES. El "no" del padre ayuda al niño en su educación y, a la vez, le proporciona seguridad y tranquilidad.
20 Agosto 2009
Basta que se les diga "no hagás eso" para que sientan un impulso incontenible de hacerlo. Para muchos chicos, el "no" de los padres no es otra cosa que una invitación a la transgresión. La desobediencia infantil es un clásico de la psicología, abordado desde distintas teorías para resolver el consabido problema de los chicos que no hacen caso. Mientras los psicólogos debaten la cuestión, en los hogares el tema no se soluciona.
Una nueva corriente, que reedita la de los años 60, invita a combatir los caprichos infantiles confrontando lo menos posible. La clave de esta receta consiste en anteponer al simple "no" información sobre cuál es la consecuencia de hacer lo que el chico pretende para que él opte por sí mismo. Por ejemplo, en vez de decir: "no toques ese animal", afirmar: "algunos animales muerden" o reemplazar la frase "no me golpees" por "me estás lastimando".
La propuesta no convence a la psicoanalista de niños Gabriela Duguech, para quien los límites que traza un "no" paterno dan seguridad y tranquilidad al niño, y por lo tanto son necesarios. Para la especialista esa primera barrera que establece el niño aun antes de comenzar a hablar es tan importante como la aceptación. "El no aparece como un organizador psíquico. El niño juega con ese primer no, como una forma de afirmación de su propio ser psíquico que se está constituyendo como diferenciado del adulto. Si él consintiera todo lo que se le propone, no sería un niño sano, es decir que es saludable negarse a ciertas cosas", explica la profesora de la cátedra de Psicología de la Niñez y la Adolescencia de la carrera Ciencias de la Comunicación, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
"Los caprichos infantiles son ejercicios de autoafirmación del niño en su ser psíquico, pero también un modo de provocación, para medir su poder frente al otro. Es por eso que sus llamados no siempre son para ser satisfechos sino a veces, también para constatar que es capaz de convocar al adulto", afirma Duguech.
La especialista advierte que si bien el oposicionismo es un etapa (entre los 18 y 36 meses de vida), hay que analizar cada caso. "Hay grados. No es lo mismo que un niño rechace todas las propuestas del adulto a que sea algo selectivo. Habría que preguntarse porqué necesita sostenerse en ese oposicionismo", advierte.
En cuanto a dar una explicación al niño antes de un simple ’no’, Duguech destaca que "los padres no pueden dar explicaciones todo el tiempo porque es desconcertante para el chico. El padre es el que tiene la responsabilidad de decidir   y no dejar al arbitrio del niño. Para él, ese ’no’ también implica una prueba del interés que tiene el adulto en el bien de ese niño, lo que le da seguridad", concluye.
La psicoanalista Mariana Jaime se suma a la defensa de este "no" del niño. "La negación en el niño pequeño es una forma de constituir su yo, y no hay que frustrarla ni reprimirla, sino ayudarlo en la búsqueda de su identidad, pero al mismo tiempo darle el contexto de una normativa que lo contenga. No obstante, a muchos chicos les cuesta obedecer normas. Esto tiene que ver con que la capacidad de los padres de manejar sus límites; de lo contrario les será muy difícil poder transmitirlos", observa. No hay forma de poner coto sin decir "no". Las explicaciones caben en el diálogo de todos los días.

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