Augusta tiene ahora un rey argentino

AUGUSTA.- Angel Cabrera se coronó campeón del Masters de golf de Augusta luego de vencer en el segundo hoyo de desempate al estadounidense Kenny Perry, después de que el también estadounidense Chad Campbell quedó eliminado en el primer hoyo extra. De esta manera, Cabrera, de 39 años, sumó su segundo título en el circuito PGA y su segundo major, tras el US Open de 2007.
Perry lideró toda la cuarta ronda, pero cometió dos bogeys en los últimos dos hoyos. Esto permitió la recuperación de Cabrera, que había arrancado la jornada igualado en la cima con el jugador local y terminó también haciendo una ronda de 71 golpes, uno bajo par. A ellos se sumó Campbell, que con una ronda de -3 también alcanzó un total de 276 golpes.
En el desempate, Cabrera arrancó con una mala salida en el hoyo 18, pero a sus rivales pareció pesarles la instancia definitoria, mientras el cordobés seguía manteniendo su concentración. Campbell tuvo todo para ganar, pero terminó haciendo un bogey. El "Pato" y Perry, con par, siguieron vivos. Ya en el hoyo 10 y con la oscuridad amenazando en el cielo, a Cabrera le alcanzó un nuevo par para dar su segundo gran golpe en el mundo del golf.
Fue el tercer desempate en los últimos siete años en el Masters de Augusta y el primero entre tres jugadores desde que el local Larry Mize se impuso al español Severiano Ballesteros y al australiano Greg Norman, en 1987.

Dramatismo
El japonés Shingo Katayama terminó cuarto con 278 impactos, a dos de los líderes, y uno por delante del estadounidense Phil Mickelson. En una de las jornadas finales más dramáticas en Augusta en los últimos años, Mickelson (9 bajo par) y el estadounidense Tiger Woods (8 bajo par) realizaron una brillante embestida y se acercaron a la cima de la clasificación. Perry, de 48 años, mantuvo el ritmo y con un birdie en el hoyo 16 se puso 14 bajo par, con dos golpes de ventaja sobre Cabrera y Campbell. Pero se derrumbó en los dos hoyos finales y permitió el desempate. (DPA-Reuter-Especial)

ANALISIS

Al gran deporte nacional, ¡salud!

Por Carlos Werner - Redacción de LA GACETA.

Cuando Trevor Immelman, el último campeón, le entregó la mítica chaqueta verde a Angel Cabrera, más de un telespectador argentino habrá sentido un nudo en la garganta. A miles de kilómetros del país, uno de los nuestros, un cordobés bonachón (pero también cascarrabias cuando no le saben bien las cosas) alcanzaba un triunfo largamente soñado por los golfistas nacionales. Si el seleccionado de fútbol ganó dos Mundiales, Fangio sumó cinco títulos en la F-1, la dupla Vilas-Sabatini se adjudicó torneos de Grand Slam en el tenis, y sin olvidar las medallas de oro olímpicas, el golf no podía ser menos: el "Pato" sumó el segundo "mundial" para la disciplina, luego de la hazaña de Roberto de Vicenzo en el Open Británico de 1967.
Es fácil caer en lugar comunes para calificar lo hecho por el cordobés. Pero también es cierto que, antes de Augusta 2009, quizás sólo él creía en sus chances. Su secreto fue la regularidad en las tres primeras rondas y su temple en la última salida, a pesar de que presentó la peor de las tarjetas. El punto de inflexión hacia el título estuvo en el segundo impacto del primer hoyo de desempate. Con la pelota bajo los árboles, sacó un golpe mágico. Lo que hizo después ya es parte de una historia imborrable.

Lejos de su nivel

Con una tarjeta de 76 golpes y muy lejos de su nivel de juego, Andrés Romero se despidió ayer del Masters de Augusta. "Pigu" hizo 297 golpes (9 golpes más que el par de la cancha), con lo que ocupó uno de los últimos puestos entre quienes superaron el corte. En su última ronda sólo logró birdies en los hoyos 8 y 11, y cometió bogeys en el 10, 15 y 17 y doble bogey en el 4.