El péndulo del todo o nada

El péndulo del todo o nada

La apuesta de Kirchner en los comicios porteños podría ponerlo al descubierto. De Vido y los argumentos de "echarle la culpa a otro" con la crisis energética. Por Hugo E. Grimaldi - Columnista de DYN.

03 Junio 2007
BUENOS AIRES.- Colorado o negro, Devoto o la gloria. Fiel a su estilo y aun contra los consejos de su círculo más intimo, Néstor Kirchner fichó el miércoles pasado al todo o nada en relación con las elecciones porteñas y selló con su presencia el acto de cierre de campaña de su candidato en la Capital Federal, un distrito que generalmente se pone de la vereda de enfrente de las autoridades nacionales de turno.
El Presidente también se comprometió personalmente en el discurso de tal manera que no le ha quedado lugar para la fuga: para bien o para mal, él será el único responsable de la llegada de Daniel Filmus a la segunda vuelta capitalina o artífice de su eventual deserción.
Pese a que se podría pensar que antes Kirchner tuvo en su escritorio algunas encuestas que le permitieron dar el paso, en esta jugada de nacionalización de una nada sencilla elección comunal, igualmente el Presidente se ha jugado una parada brava, probablemente con más intuición que especulación. El grado de compromiso para alguien que no tiene (ni probablemente quiere) fusibles, como es su caso, siempre será total. Kirchner lo sabe y también entiende que quedaría en posición inmejorable de cara al futuro, si su ahijado pasara la primera vuelta y luego es ungido Jefe de Gobierno.
En contrario, un involucramiento tan pleno le jugaría muy en contra al Presidente si Filmus ni siquiera alcanza a subirse al ballottage. En la evaluación del daño político que un traspié podría infligirle a la imagen presidencial habrá que considerar, en el debe, cuánto desgaste le ha producido además al Gobierno la cuestión energética, el caso Skanska y ahora la subfacturación de armamentos de Fabricaciones Militares vendidos al exterior y, en el haber, cuánto le aporta la bonanza de la situación económica, con la espada de Damocles inflacionaria como contrapeso.
En primera instancia, se debería recordar que el mismo Kirchner admitió hace unos días, ante a la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, que se había equivocado al darle su apoyo a Carlos Rovira, en Misiones: "me excedí en lo que debía decir y entré a opinar sobre un tema que debían opinar los misioneros y no yo", dijo. "Obviamente el resultado fue absolutamente claro y uno tiene que aprender las lecciones de la historia, porque si no tampoco sirve", concluyó enfático el Presidente, a quien su naturaleza lo impulsó una semana después a jugarse como se jugó por Filmus.
Entre sus habituales apelaciones a la salida del infierno, punto de inicio de una futura agenda estratégica, suele decir, también Kirchner pidió en estos días a la gente, de modo recurrente, que tenga buena memoria: "Estoy seguro que las urnas de ese día van a estar llenas de buena memoria", dijo el martes pasado el Presidente en alusión a las elecciones de octubre, concepto que un día después repitió en el acto del Luna Park en relación al acto eleccionario porteño, dichos que podrían dejarlo conceptualmente demasiado al descubierto, si los números finales le dan la espalda al candidato oficial.

Cuestiones de fondo
Más allá del daño político que podría sufrir Kirchner por haber hecho una apuesta perdedora, junto a alguna probable marcha atrás en cuanto a la candidatura de su esposa, hay dos consideraciones más de fondo que conviene plantearse: ¿Qué pasará si la memoria de los capitalinos (gentilicio que a algunos le suena peyorativo) no convalida lo que él piensa y deja afuera al candidato oficial en la primera vuelta? ¿Será considerado una traición a la memoria oficial o Kirchner estará dispuesto a evaluar que la expresión del distrito es únicamente parte de un modo de pensar diferente, que bien puede encajar o no con la síntesis abarcativa que él pretende encauzar?
Esa apelación a la memoria fue hecha, y es bueno ser preciso porque el propio Presidente se encargó de apuntarlo, en un marco de "no confrontación" con el pasado, algo que a veces los propios discursos del Gobierno se empeñan en poner sobre el tapete.
A juzgar por los discursos, en algunas asignaturas, parece que la administración nacional ha vivido sus cuatro años de gestión dentro de una cápsula, situación que se revierte mágicamente a la hora de mostrar la catarata de logros que suele adjudicarse, que no toman en cuenta siquiera alguna mínima ayudita del pasado, como por ejemplo la capacidad instalada que aún sigue rindiendo sus frutos. Otra vez, el péndulo del todo o nada, sin matices ni reconocimiento de alguna mínima culpa.

La herencia recibida
En ese sonsonete repetitivo de responsabilizar a la herencia recibida, Kirchner hizo punta en el discurso en relación a los trenes ("que los destruyeron, que los quebraron, que los fundieron y nos cuesta bastante para recuperarlos. Es una lucha, porque los han vaciado durante años"), a la hora de anticipar que se iba a diseñar un sistema de administración ferroviaria con dos entes nuevos que reemplazarán a la secretaría de Transporte, una modalidad que poco cambia la cosa, aunque probablemente genere más burocracia.
En cuanto a la crisis energética que se patentizó en la semana y estalló en los titulares de los diarios, el ministro de Planificación, Julio De Vido perfeccionó hasta el máximo los argumentos del "échale la culpa a otro" (esta vez le tocó al "inusual" frío de mayo) mientras que, a la vez, destacó la "solidez" del sistema.
Más allá que el tono del discurso del ministro lució seguro, pese a las balas que le pican cerca en cuanta denuncia de corrupción circula por allí y pese a que la interna del Gobierno le está pasando la factura por no haber estado en el Luna Park, vale apuntar que la solidez declamada sólo se logró gracias a que se le interrumpió la energía a las industrias y a las estaciones de servicios (GNC), que se le retaceó gas a Chile y a que se le impusieron algunos cortes de luz rotativos a los residenciales y se importó electricidad de Brasil y Uruguay.
Pese a que la consigna de los funcionarios es barrer siempre debajo de la alfombra, los números no dejan lugar a dudas sobre la morosidad del Gobierno en avanzar en temas estructurales, para acompañar así el extraordinario crecimiento logrado en la esfera económica: desde 2001 a 2006, la producción de gas natural creció 0,7%, mientras que la demanda interna aumentó 37 veces más (26,2%); en tanto, la generación eléctrica, en el mismo período, creció 7,6%, mientras que la demanda se incrementó 28,3% (3,7 veces), reafirman los analistas del sector.
Junto a Kirchner y De Vido, la semana tuvo un tercer protagonista central: Joseph Stiglitz, el Premio Nobel 2002 que llegó de visita a la Argentina, quien hace de su lucha contra los organismos internacionales una bandera, a la vez que comparte visiones (y ha compartido paneles) con la senadora Cristina Fernández.
Stiglitz es por estos días el gurú preferido del Gobierno, pero también el representante más notorio del péndulo de los pensamientos únicos como credo, obsesión que tanto mal le ha hecho a la Argentina y que aún se está pagando en relación a la década pasada. Lo cierto es que hoy nadie hace nada en el ministerio de Economía que no sea pasado bajo el filtro de su visión académica, a través del cual le baja claras líneas de acción a sus discípulos.
En tono de broma, en los pasillos del Palacio de Hacienda se habla del "Pequeño Stiglitz Ilustrado" como el manual a consultar por los funcionarios durante estos días.
Como muestra, basta el botón de un cambio que instrumentó el ministerio de Economía en las proyecciones con las que se evalúan los impactos de las políticas implementadas, borrando la metodología que se seguía en los 90. Con el argumento de que el anterior modo de evaluación tenía un "sesgo ideológico"determinado, ahora se implementó otra matriz que considera la demanda agregada y la configuración sectorial como factores centrales de las mismas, lo que algunos economistas ortodoxos consideran tan ideológico como lo anterior y peligroso a la hora de sacar conclusiones.

Temas imprescindibles
En sus exposiciones, el Nobel hizo referencias a la necesidad de aumentar la productividad, el ahorro y la inversión, temas que planteó como imprescindibles, junto a la mejora de la pobreza y el acceso a la educación y a la salud. Para Stiglitz, al igual que para el Presidente, se está ingresando en una nueva etapa y puso como parámetro el índice de desempleo, que algunos optimistas ya llaman pleno empleo, aunque la calidad no sea la óptima.
El punto más controvertido de las manifestaciones del visitante estuvo en lo que ha dado en llamar una inflación "moderada", calificación que no se condice con lo que viven los argentinos en materia de precios. Stiglitz no ha vivido en la Argentina en tiempos de la hiperinflación y, aunque ahora las condiciones son muy diferentes, él no puede calibrar lo que significa la memoria de los argentinos en ese aspecto, ni decir que es "moderado" o que no lo es. Este fin de semana, estará en Mendoza, justamente el distrito con la inflación más alta de la Argentina, que anualizada está cerca de 24 %. Los mendocinos suelen decir que no es verdad esa afirmación, sino que ellos tienen la inflación verdadera y que el resto del país - especialmente la Capital y el GBA- la tienen moderada por el dibujo por el Indec.
Mientras está buscando convencer a las autoridades de que hay que expandir más todavía a través del crédito, el Nobel ha dejado otro bache en la teoría que él tampoco alcanza a explicar: por qué la Argentina del tipo de cambio alto, del doble superávit, de las tarifas bajas y de la acumulación de reservas no es atractiva para los inversores.
Algún otro capítulo se le puede haber perdido a su manual, ya que los aspectos institucionales no son mencionados para nada en sus discursos, en línea con el desapego que muchos funcionarios tienen por este aspecto crucial de la competencia entre países.

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