Unos portan las banderas del odio; otros, las del desprecio

Unos portan las banderas del odio; otros, las del desprecio

Análisis. Por Juan Quintero - Redacción LA GACETA - [email protected]

09 Junio 2006
De las atrocidades que se han cometido en Irak desde el comienzo de la invasión, hace largos tres años, las más publicitadas han sido las que protagonizó Abu Mussab al Zarqawi. Y de ellas, las que impactaron más en el mundo fueron las sanguinarias decapitaciones de rehenes extranjeros, grabadas en vivo y colgadas luego en una página de internet.
Para Estados Unidos era el mismísimo diablo, al punto que estaba representado por el “comodín” de la famosa baraja de los más buscados en Irak. Es que Al Zarqawi descargó un odio de mil años, no sólo contra los extranjeros que capturó y pasó a degüello, sino también contra iraquíes chiítas y sunnitas, y contra las fuerzas militares ocupantes, que murieron en atentados suicidas que él mandó cometer.
Su prédica del odio prendió en muchos que, ahora, con su muerte, tratarán de seguir aplicando en el terreno.  Pero si el odio que sembró Al Zarqawi ha sido condenado hasta en el mundo musulmán, mayor condena debería recibir del mundo entero el desprecio del que ha hecho gala la fuerza estadounidense. Cifras al canto: decenas de miles de iraquíes -niños, mujeres, hombres- muertos por los “daños colaterales” que produjeron los bombardeos, más tantos otros episodios de cuya crueldad ya se ha empezado a hablar. En Irak no luchan el bien contra el mal, sino dos males: el odio del uno y el desprecio del otro.