PAÑUELOS AL VIENTO. Bailarines y vecinos coparon Barrio Sur al ritmo de la zamba. FOTO DE LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
La tarde agradable del sábado, casi primaveral, convirtió a Barrio Sur en un gran punto de encuentro. La convocatoria fue masiva: grandes y chicos coparon las plazas San Martín y Belgrano, junto con las tres cuadras que las separan, en un puente vivo entre tradición, historia, arte e identidad argentina. En ese marco se desarrolló la novena edición del Paseo de la Zamba, una costumbre anual que une el pulso folclórico de la provincia con la memoria histórica de la patria. Desde las 16, la caminata enlazó las dos plazas en homenaje a un nuevo aniversario del fallecimiento de José de San Martín y en recuerdo del encuentro que el libertador mantuvo con Manuel Belgrano en 1814 en la Posta de Yatasto, donde renovaron su compromiso con la independencia.
El hombre de campo
Alfredo Toledo, viste campera de cuero clara, pantalón oscuro y un pañuelo azul que flamea en el aire. Junto a su compañera de baile hace una pausa y explica: “Yo vengo del campo, de la zona de Esquina, en Leales, donde la ropa de todos los días era la del gaucho. Ese sentimiento forma parte de la vida cotidiana”.
“Es un gusto estar en este momento y poder resaltar ese sentimiento tan argentino, tan criollo, de nuestras raíces. Sentir al gaucho argentino es algo muy profundo. Porque el gaucho tuvo tanta participación en la liberación de la patria. Se jugó entero con su caballo, con su machete, con sus cuchillos y con esa ropa gaucha que lo identifica totalmente. Eso nos representa a cada uno de nosotros y lo llevamos muy adentro”, agrega con orgullo.
Para él, la jornada tiene un significado especial. “Este evento es algo hermoso, porque representa a ese hombre de campo, que a veces no se manifiesta, que está lejos, que no participa, pero que se siente identificado. Y aquí estamos, bailando también. Aunque no lo hagamos a nivel profesional, lo hacemos con el corazón”, dice.
"Un encuentro de pañuelos"
Unos metros más adelante, Florencia, de 27 años, baila con Norma la zamba “Mujer, niña y amiga”, interpretada por José Costilla. Comenzó en la academia “Pura Danza” este año y desde entonces no se detiene. Su papá registra cada movimiento con el celular y ella sonríe. “Bailar zamba es algo increíble para mí, no lo puedo explicar”, confiesa emocionada.
Florencia se desplaza en silla de ruedas y junto a su profesora adapta las coreografías. “A veces se complica el baile con el pañuelo, otras veces es más fácil pero bailar me da felicidad”, asegura.
CON ALEGRÍA. Florencia y Norma bailan la zamba, “Mujer, niña y amiga”. FOTO DE LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Un grupo de mujeres con flores en la cabeza se acomoda para la foto. “Somos de La Donosa”, se presenta una de ellas con la bandera argentina en las manos. Cristina Medrano, de 70 años, resume la experiencia: “Es la zamba la que nos reúne y este es un encuentro de amor, de poesía, de pañuelos. La zamba enamora, te transporta a otros lugares”.
La imagen de la Virgen Generala se ubica en el escenario junto a Sandra Rodríguez, presidenta de la asociación Mujeres Tradicionalistas de Tucumán desde hace diez años. Pertenece al Movimiento Gaucho Tucumano desde hace 22. “La figura del gaucho y de la paisana quedó grabada en la historia por el rol que tuvieron en la época de la Independencia. Nosotros tratamos de representarlos, de cuidarlos y de bregar porque tengan la valorización que deben tener en este siglo. La idea es seguir cultivando, cuidando y protegiendo la cultura argentina y la de Tucumán”, explica.
VIRGEN GENERALA. Sandra Rodríguez custodia la imagen de la virgen. FOTO DE LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Sobre el significado del Paseo de la Zamba, añade: “San Martín y Belgrano son los mayores héroes que hemos tenido. A ellos les debemos la historia, la independencia. Este evento es un granito de arena para revalorizarlos y para conmemorar aquel momento que nos dio la libertad que hoy disfrutamos”.
Rodríguez también resalta el simbolismo de la danza. “La zamba representa a la mujer: la delicadeza, la pureza, el amor, la pasión”, describe.
Con el maquillaje intacto y la sonrisa dibujada, Rosa Díaz Cañas, profesora de folclore desde hace 25 años, asegura que la zamba la libera. “Aunque la mayoría de los bailarines somos mujeres, nos complementamos y bailamos igual. Somos felices”, afirma.
La fuerza de los niños
Entre la multitud aparece Isaías, de siete años, con su madre, Sandra. El niño, firme y erguido en su traje verde, pide el sombrero y posa para la foto. Desde hace cuatro meses asiste a la academia “Los Arenales” en Los Aguirre, junto con su hermano de 14. “Le encanta el folklore, desde el primer día de clases le gustó. No deja de bailar, baila todo el tiempo”, cuenta su madre.
Una niña con un vestido verde floreado y los labios pintados de rojo se presenta: “Soy Guadalupe y tengo cinco. Hace dos meses que bailo”. Dice que disfruta de la zamba, la chacarera doble y el gato. Luciano, de ocho años, es su compañero de baile. “La zamba es un poco difícil”, se sincera. De inmediato, Jerónimo, de cinco años, interrumpe: “Desde pequeños bailamos zamba con Valentina”. A él lo entusiasma el zapateo y para demostrarlo, deja de hablar y golpea fuerte el piso con sus botas.
LOS MÁS PEQUEÑOS. Los bailarines, Guadalupe, Luciano, Jerónimo y Valentina. FOTO DE LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO






