Carta de lectores: Carlos Rubén Villagarcía

02 Julio 2025

“Jugar en River era un privilegio”. Así comenzaba la nota de LG Deportiva del 7 de abril de 2014. Palabras de Carlos Rubén Villagarcía, quien la semana pasada se fue para el silencio, según mentaba Ricardo Rojas. Se inició en un equipo juvenil de Atlético Tucumán que logró el Torneo Evita 1954 junto a Roberto Ponce y Hugo Ginel. Poco tiempo después recibe el ofrecimiento para jugar en River Plate y vivió en la pensión del club con Enrique Omar Sívori. Allí debutó en primera en 1958 en la delantera: Villagarcía, Eliseo Prado, Ermindo Onega, Ángel Labruna y Roberto Zárate. A pesar de los fracasos domésticos, realizaron una exitosa gira por Europa en 1961, donde le ganaron a Juventus 5 a 2, y allí se reencontró con Sívori, quien le regaló su camiseta. Cuando enfrentaron al Santos con Pelé en 1964 lo vieron dirigentes del Palestino y lo llevaron a Chile, donde jugó hasta 1971, marcando 67 goles. Jugó el día de la inauguración del estadio Azteca de México, que estaba listo para el mundial de 1970. Regresó a Tucumán y fue uno de los fundadores de la Asociación Tucumana de Técnicos, gracias a su experiencia futbolística y cursos con Renato Cesarini, “Pipo” Rossi y José Maria Minella. Central Norte le abrió las puertas y descubrió a Gabriel Puentedura, Juan José Meza y Francisco Castro. En su paso por Atlético les dio oportunidad a Raúl Aredes y a Antonio Apud. También estuvo en La Florida, Ateneo Alderetes y durante 30 años dirigió al equipo Médico C. Sus mayores orgullos son que nunca lo corrieron de los clubes que dirigió, su amistad personal con Don Antonio Liberti y la platea vitalicia que recibió de River. “Cuando un amigo se va, como vos, apreciado ‘Baby’, nunca habrá una silla vacía por lo que fuiste en la vida deportiva. Llenaste muchas sillas como persona y amigo ejemplar, siempre vas a estar en nuestra mente”, palabras de despedida de Lito Zumaeta junto a los amigos del fútbol.

Roberto Albornoz  

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