IMÁGENES POTENTES. Guillermo Katz aprovecha varias referencias.
La sala mayor del teatro Alberdi (Crisóstomo Álvarez y Jujuy) alojará esta noche y el próximo sábado a la obra de danza contemporánea “Toda la noche galoparé así”, una cocreación de Ana Teitelbaum en la dirección y Guillermo Katz en la interpretación.
La propuesta que se estrena hoy es la conclusión de un proceso que comenzó en 2023 y que tuvo ensayos abiertos a público para completar la experiencia con las devoluciones. La conclusión llega ahora en coproducción con el Alberdi, con un equipo que se completa con Belinda Quinteros en la producción general. La puesta tiene la colaboración musical de Alex Tomsic y Flora Illuminato y la artística de Lupe Valenzuela, con la confección de dispositivos de Sabrina Alastuey.
“Abordamos los ensayos como un espacio ‘oracular’, al cual preguntarle qué coordenadas seguir, bajo cuáles condiciones se pronuncia su propia materialidad y cómo conservar o cuidar algo de su potencia. Las preguntas configuraron su propia región como espacios problemáticos de investigación artística donde surgieron sus particulares modos de instaurarse para mantenerse vitales”, plantea Teitelbaum en diálogo con LA GACETA.
Algunos de los interrogantes que oficiaron de disparadores de la propuesta fueron: ¿qué pasa con el rumor/el sonido del cuerpo cuando hacemos danza? ¿Qué es un error, una duda, un desequilibrio, un temblor en danza? ¿Qué se anula, se bloquea, queda afuera del material de hacer danza? ¿Cómo no saber de antemano, no imponer una idea desde afuera sino ir escuchando al mismo ensayo como materialidad poética indeterminada?
- ¿Qué se propusieron alcanzar en el escenario?
- Nos propusimos esquivar lo que discursiva y comúnmente se dice sobre el error, y nos acercamos a la noción de errancia como a una dirección más que surge del mismo acontecimiento de bailar. Buscamos que los momentos para reponerse del agotamiento mismo causado por el trabajo desplieguen su potencia como danza y evento performático al mismo tiempo.
- Una forma de afrontar los límites para transformarlos en puntos de una nueva largada, en desafíos renovados...
- Esa perspectiva nos permitió que las dificultades desplieguen una particular materialidad. Por ejemplo, registrábamos los ensayos y entendimos que nuestra atención se dirigía justamente a lo que no podíamos recuperar: se trataba de ese ecosistema con el que cada gesto convivía y sus miles de fracciones de gestos efímeros. Al mismo tiempo, Guillermo empezó a escribir minuciosamente los movimientos y en determinado momento, sin haberlo pensado de antemano, esa escritura intervino material y poéticamente en el trabajo, también para “hacer andar” la pregunta por el peso de la palabra.
- ¿Hubo elementos que oficiaron de disparadores?
- Por ejemplo, a partir de una imagen (como la pintura de Alexandre Cabanel, “El ángel caído”, entre otras obras), una “pose” se transformó en una insistencia y en un “espacio de reunión” de tiempos coreográficos distantes; la pose trajo el eco de Vaslav Nijinsky al trabajo y decidimos seguirlo con “La siesta del fauno”.
- ¿Qué les aportaron los ensayos abiertos previos al estreno?
- Descubrimos con las aperturas de los ensayos la necesidad del trabajo de reunirse alrededor de la gente y a una distancia muy próxima, para compartir la experiencia de esa espacial atención en la que nos implica la danza en la que nos gusta estar.
- ¿Hubo algún cambio en particular que descubrieron en esa instancia?
- Durante los ensayos en El Estudio, se filtraba el ruido de la calle y nos empezó a gustar su modo de hacerse presente, de hacernos girar la cabeza para buscarlo, dejarlo entrar... nos protegía de cualquier intento de higienización disciplinar, y lo sumamos al proyecto. De esta manera y, con el tiempo como atravesamiento necesario, el devenir mismo del trabajo fue trazándolo y conservando, en algunos rincones, ciertos “posibles”, aun sin desplegar.
- Entonces, el resultado termina siendo una experiencia.
- El público es invitado a ser parte de una experiencia física, entre la vulnerabilidad y la potencia. Estar “ya en algo”, trabajar con el sudor como materialidad poética de la danza y de nuestra insistencia, abrir la boca, sonar, gemir, resonar, tocar y vibrar con el espacio, es el mapa que traza y atraviesa Guillermo durante 40 minutos, en este devenir bailarín. Todo pasa a ser la materia poética de la danza que está en juego.








