24 Mayo 2025
Diego Aráoz
LA GACETA
En un celular, en un libro o en una computadora, debemos detenernos en la basta obra de Sebastião Salgado para poder reflexionar sobre la humanidad y sus contradicciones. No es posible mantenerse indiferente ante una imagen suya. Siempre en blanco y negro (“el color distrae”), sus fotografías son un recorrido por lo más doloroso de la experiencia humana.
Desde las tempranas imágenes que hizo en los 70 y que publicó bajo el nombre de “Otras Américas”; hasta “Trabajadores”, en el que enaltece el trabajo manual; o “Amazonia”, donde fotografió los ríos, la montaña, el bosque y su gente; o las desigualdades, el horror y la injusticia que plasmó en “Exodus”, proyecto que lo dejó profundamente afectado y por el cual hizo una sentida pausa. De regreso a su granja familiar en Aimorés, se encontró con las tierras de su infancia desbastadas por la deforestación y la sequía. Junto a su esposa Leila Wanick se concentraron en recuperar la belleza natural que un día tuvo y fundaron el Instituto Terra, una organización ecologista, con la cual llevan plantados unos diez millones de árboles en el Valle del Río Doce.
AMAZONAS, 2014. El chaman Yanomami hace un ritual antes de subir al Pico da Neblina (foto de Salgado).
En su último proyecto “Génesis”, cambió el protagonista y el tono de sus fotografías. En este homenaje al planeta, el reino animal y el paisaje que lo rodeaban se transformaron en sus musas y en la culminación cargada de esperanza.
El documental “La sal de la tierra”, de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado resulta esencial para conocer la obra de Salgado.
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