El más versátil del boom

El más versátil del boom

Por Sergio Silva Velázquez

Para LA GACETA- TUCUMÁN

Ahora que las luces se han apagado, que el hombre no está allí́ para ser denostado, que no oficiará de comida chatarra para charlatanes de ocasión que quizá nunca lo hayan leído, tal vez cobremos dimensión de su figura.

A los 26 años ya tenía una obra madura alumbrada a fuerza de golpes de la máquina, en París, mientras se multiplicaba en “oficios alimentarios” para mantener en tierra el cielo de su sueño, sostenido en él con obstinación febril. ¿Fue un elegido? Sí, por la agente Carmen Balcells, que echaría mano a unos cuantos talentos de esta región para montarlos en un escalafón en el que anidaría el sueño latinoamericano de la literatura. Una liga que contaría con unos pocos elegidos -García Márquez, Fuentes, Cortázar, entre otros- para convertirse en cara del fenómeno -y negocio- editorial, de Barcelona al planeta: el de las historias de aquí divulgadas por quienes mejor las contarían.

Vargas Llosa fue el más versátil. ¿Cuantos pueden tener un debut novelístico como La Ciudad y los Perros? Casi nadie. Sostendría el peruano ese nivel con La Casa Verde (1966) donde daría rienda suelta a su faulknerización y más adelante La Guerra del Fin del Mundo, otra novela total. Pero llegaría al cenit con la enorme Conversación en La Catedral, donde se desplegaría entero el dispositivo literario tal como el peruano lo concebía. “El libro que más dolores de cabeza me dio al escribir”, diría. Habría tiempo para otra novela descomunal: La Fiesta del Chivo (2000).

Pero además, Vargas Llosa fue un ensayista preciso, inspiradísimo y agudo analista cuyo marco no se restringía al literario sino que abarcaría las diversas manifestaciones del arte, la política y los movimientos socioculturales. El Pez en el Agua, esa maravilla concebida como memoria con el esquema del gran novelista, vino a explicar el porqué de su incursión fallida en la política y el cambio de dogma ideológico que le haría ganar tantos haters seriales en la hoguera cultural. Pasarse de la izquierda al liberalismo sería una traición imperdonable para varios de sus compañeros de ruta. Incluso, aunque fuera un hombre de convicciones firmes acerca del ejercicio de la libertad individual en contra de todo tipo de dictaduras: la de Odría en Perú y la que denunciaría en Cuba, adonde viajaría iniciáticamente con sus colegas. Primero deslumbrado como todos por la revolución democratizadora en la región y luego horrorizado por la persecución castrista a disidentes. “La más mediocre democracia es preferible a la más perfecta dictadura, estén a la cabeza de ella Pinochet o Fidel Castro”, escribiría en 2021.

Por construcción literaria, por despliegue de sus complejos mundos que llevaban la horma de quienes leyó́ con devoción y lápiz en la mano, solo quedan hoy unos cuantos que son capaces de replicar el modelo; la novela Theodoros de Mircea Cartarescu, que acaba de publicarse, posiblemente sea un ejemplo de esa exuberante literatura que tiene cada vez menos lectores. Fue un lector inconmensurable primero, un cronista maravilloso después, un reseñador impecable que desmontaba el texto como un disciplinado arquitecto para luego rearmarlo. Un hombre que tuvo la inmensa fortuna de no dilapidar sus dones.

© LA GACETA

Sergio Silva Velázquez – Periodista.

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