La verdad de la milanesa

Los hermanos terminaron el trabajo del día en la bicicletería del barrio Sur, donde su abuelo empezó hace 30 años. Las bicicletas son distintas, muchas cosas han cambiado, pero en esencia siguen siendo pedales y ruedas. El cansancio y el fresco de la noche invitaban a pedir un sándwich de milanesa. No era la cena, más bien un gusto innegable. Así nomás, sin bañarse, con la luz apagada y el olor del acero y la grasa flotando. El mayor sacó el celular y marcó el número de “Sanguchería Los Troncos”. Para hacerla mejor, acordaron no abrir al día siguiente por la mañana.

- ¿Santi? ¿Qué hacés, querido? Dos milanesas completas con ají. Metele cebolla, sí... - dijo el mayor, marcando el número.

-Dale papá…¿algo más ?

No hubo respuesta. Es que mientras hacían el pedido, un tercer comensal apareció de la nada ante sus ojos. Mayor sorpresa fue cuando habló fuerte para que lo escucharan del otro lado del teléfono.

- ¡Que sean tres! Una para llevar - anunció el recién llegado.

- ¡Ok, saliendo! Anoto todo a su cuenta - respondió el empleado de la sanguchería.

Ellos no atinaban a nada.

- Por favor, ya les explico - dijo el extraño.

- ¿Sos un ladrón? ¿De dónde saliste? - preguntó el mayor, mirando con recelo al recién llegado.

- ¡Pero, por favor! El tema es de cuándo soy ... soy de aquí, pero no de ahora. Pueden llamarme Tucunauta - se identificó el visitante.

- ¿Qué? - el menor de los hermanos no podía creer lo que escuchaba.

- Es un tema de circuitos. El Eternauta anda por donde quiere, yo viajo también en el tiempo, pero no en el espacio - explicó Tucunauta.

- Si sos del futuro, ¿qué va ha ocurrir...? ¿Nos invaden como en la historieta? - preguntó el mayor, incrédulo.

- Bueno, más o menos. Una tarde de invierno, un polvo blanco empezó a caer... fue la primera ofensiva de los invasores - comenzó Tucunauta su relato.

- ¡Dios mío! ¿Nieve radioactiva? - el menor estaba horrorizado.

- No, no, azúcar. Fraccionada en bolsas de nuestros ingenios. Los invasores siempre tuvieron una especie de sentido particular de la ironía. Pero les salió mal el chiste. Creían que nos iban a desabastecer y resulta que había millones de fardos guardados por los bienhechores industriales del azúcar que no habían podido exportar... los invasores nos solucionaron el problema y el precio se fue a las nubes - continuó explicando Tucunauta.- ¡Dios mío, cuánta maldad! seguí contando… - pidió el mayor, fascinado por la historia.- Sí... - Tucunauta prosiguió su relato.- Después habían planeado una invasión por tierra. El asunto es que agarraron la 307 y la mayoría quedó pulverizada antes de Río Colorado.- ¡Uh!

- Llegaron diezmados a Famaillá y el lugar los desorientó. Habían estudiado nuestra historia al detalle y de repente vieron un dinosaurio en el Cabildo, un Cristo con la Pachamama. El desconcierto los hizo tomar mal la rotonda y terminaron bajando por la traza vieja de la 38. Gran error. Un camino intransitable y encima en Aguilares los agarró el dengue. En un acto de coraje borracho, quisieron proveerse de repelente. Todavía se ríen en Ciudad de las Avenidas contando cómo entraron al súper y los amenazaron con pistolas láser para que les dieran todo el repelente que tuvieran. Ni un espiral había.

- ¡Pero pobres bichos!

- No vuelven más. Ni Domingo Amaya los pudo convencer (tuvo varios períodos yendo y viniendo como secretario de Turismo).

- Pero... ¿y qué hacés aquí?

- Miren, en medio siglo vamos a estar en peligro real: se perdió la receta del sánguche de milanesa.

- ¡Cómo puede ser!

- Sí. Empezó de a poco, nadie se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. Primero usaban carne molida, después lo hacían con kipe para ahorrar más. Después apareció la “Mila” de molida de pollo y así... para cuando alguien quiso hacer una “milanga, milanga” ya se había perdido.

El timbre sonó y los ojos del tucunauta brillaron al ver el papel de cartón gris con manchas de aceite, lo tomó con devoción y lágrimas.

- ¡Gracias, gracias de verdad!

Los hermanos sonrieron y se congratularon de ver que habían aportado a la cultura del Tucumán del futuro. El visitante se perdió en las sombras del patio. Como si despertara de un sueño, el mayor se tocó el pantalón.

- Che, ¿y mi celular? ¿La plata de hoy?

El otro también empezó a buscar en vano su billetera.

- ¡Qué bien que la hizo! choro hijo de p…

- ¿Vos decís? ¿Habrá sido todo mentira?

- La única verdad que sé es que hay que comer y dormir, que mañana vamos a tener que abrir tempranito nomás.

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