Cartas de lectores: Pascuas Judeo-Cristianas

Cartas de lectores: Pascuas Judeo-Cristianas

28 Marzo 2024

Reiteramos algunos párrafos y comentarios (ampliados) sobre una vieja carta de mi autoría publicada en vísperas de las Pascuas hebreo-cristianas: 1) En primer lugar, y por lo común, el cristianismo es presentado erróneamente como una revuelta contra el pueblo judío. Así, en Mateo 5,18 puede leerse lo siguiente: “No he venido (Jesús) a abrogar la Ley (la Torah) sino a cumplirla”; y en 9,19: “porque de cierto os digo: que hasta que parezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la Ley”. 2) Monseñor Osvaldo Santiagada decía, al respecto, que “con los judíos compartimos la fe en un Dios único y todos los bienes aportados por los patriarcas hebreos, los 12 apóstoles y los primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo, razón por la cual los cristianos rechazamos todo tipo de antisemitismo u odio irracional a nuestros ‘padres en la fe’ a los que se quiere hacer chivos expiatorios de pecados que todos cometemos” (Rev. Criterio, Ed. Paulinas). 3) El Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII en 1965 -a través de su encíclica Nostra Aetate- recomienda a la clerecía que “en la lectura de las homilías deberá dársele una justa interpretación a los mensajes poco claros que puedan ofrecer una imagen desfavorable del pueblo hebreo”. 4) Es preciso agregar que el mensaje de Jesús a sus discípulos estaba cimentado en dos mandamientos básicos: “amarás al prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18) y “amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6.5): Jesús, en realidad, enseñaba judaísmo. 5) se puede afirmar, en tal sentido, que es difícil encontrar elementos en su mensaje que no estén inspirados en las antiguas escrituras judías: “Privar a Cristo de su relación con la Biblia Hebrea -decía Juan Pablo II- seria arrancarle sus raíces y vaciarlo de todo contenido”. 6) Sin embargo, no poca responsabilidad de los males que le tocó sufrir al pueblo hebreo, desde hace 2.000 años, obedece a una errónea interpretación por parte de los cristianos de su propio Testamento y, particularmente de algunos pasajes del Evangelio de Juan, donde los judíos son presentados como “perseguidores de Jesús”. 7) Los clérigos muchas veces fueron conscientes de esta falsa exégesis y prefirieron, en el mejor de los casos, no aclarar las confusas ideas que comúnmente existen en las mentes de los fieles. La consigna preferida fue predicar la culpa hebrea en el “deicidio” y no reconocer que fue el pueblo judío quien dio a luz a Jesús y a sus enseñanzas. 8) Así, en la introducción del cuarto Evangelio puede leerse lo siguiente: “Al principio era el Verbo”... “y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Este versículo constituye, sin duda, uno de los pilares del dogma cristiano. Fue redactado, como toda la Biblia nueva, por judíos escindidos del tronco principal del judaísmo y está fundamentado en los escritos de Filón, pensador alejandrino que vivió en la misma época que Jesús. Este teólogo judeo-helénico proponía la existencia de un ser intermedio entre Dios y la materia al que llamó “logos”, “verbo” o “enviado de Dios”. Esta suerte de “neoplatonismo judío” fue el primer antecedente de lo que será, tiempo después, el Logos cristiano o el “Hijo del Dios Padre”; y sugiere una especie de trinidad divina que prefigurará la respectiva concepción cristiana elaborada luego por los apóstoles y padres de la Iglesia. Sin embargo Filón de Alejandría no tuvo noticias de la existencia de Jesús en la cercana Judea. A lo largo de su principal obra, “La vida contemplativa”, nunca lo menciona. Sería interesante profundizar en el estudio de este importante filósofo judío pre-cristiano. 9) Ahora bien, el uso peyorativo del vocablo “los judíos” en el Evangelio de Juan seria debido, según Bover y Cantera Burgos (La Sagrada Biblia), a un error de traducción o a una interpolación cristiana a fin de darle fundamento “teológico” al antisemitismo. 10) En Mateo 26,3 se puede leer que los que juzgaron y condenaron a Jesús fueron {como ya se dijo) solo algunos ancianos, escribas y jefes del credo, y no precisamente los judíos: cuando llego el momento de “ajusticiarlo” contrataron a una especie de turba al solo efecto de hacer número. Éstos fueron los que, a la madrugada (y a espaldas del pueblo) lo apedrearon y pidieron la liberación de Barrabás, y no precisamente los judíos. Sin embargo, muchos religiosos se empeñan, aun hoy, en señalar a “todo” el pueblo de Israel como culpable de la muerte de Jesús: inspirados en oscuros versículos bíblicos, parecen ignorar la naturaleza hebrea del mismo y el designio elevado de su muerte. 11) Ahora bien, a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia se ha dedicado a recomponer sus relaciones con los judíos: “Reconocemos ahora que muchos años de ceguera han tapado nuestros ojos de manera que ya no vemos la lealtad de Tu pueblo ni distinguimos en su rostro los rasgos de nuestro hermano mayor. Perdónanos que, en su carne, te crucificáramos por segunda vez. Pues no sabíamos lo que hacíamos” (Juan XXIII)... “Porque lo que ha perpetrado en la Pasión no puede ser imputado a todos los judíos de entonces ni a los de hoy” (Juan Pablo II). 12) Jesús siempre fue judío: fue circuncidado y educado en la moral bíblica. El ritmo de su vida estaba marcado por las peregrinaciones a Jerusalén y la observancia de las grandes fiestas hebreas, y, para concluir, realizó su acto supremo en el marco de un “Seder de PesaJ” (Pascua Judía).

Arturo Garvich 

Las Heras 632 – S. M. de Tucumán

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