Según una investigación, la IA sirve como asistente para optimizar la productividad laboral

Según una investigación, la IA sirve como asistente para optimizar la productividad laboral

No caben dudas de que la Inteligencia Artificial Generativa está transformando el panorama de múltiples sectores pero, ¿qué es exactamente esta tecnología y cómo funciona?

24 Marzo 2024

Este artículo explora el impacto de la Inteligencia Artificial Generativa (en adelante: IAG) en la productividad laboral, a partir de una investigación realizada por el Laboratorio de Inteligencia Artificial de la facultad de derecho de la UBA -dirigido por Juan G. Corvalán y Mariana Sánchez Caparros-, como parte de la Coordinación General, titulado “La revolución de la productividad” (en adelante, “Investigación”), donde se analizó la utilidad de la IAG y el ChatGPT, para la reducción de tiempos, y la optimización de las tareas, para así facilitar la labor de los trabajadores, con la consecuente mejora en la producción de las empresas.

Como adelanto, corresponde destacar que la Investigación revela una reducción promedio del 77% en el tiempo necesario para completar diversas tareas, con mejoras que superan el 90% en áreas como traducción, redacción legal y contratos administrativos.

No caben dudas de que la IAG está transformando el panorama de múltiples sectores pero, ¿qué es exactamente esta tecnología y cómo funciona? En esencia, la IAG se refiere a sistemas de inteligencia artificial diseñados para crear contenido “nuevo” y “original” a partir de datos existentes. Estos pueden ser textos, imágenes, música o cualquier otra forma de expresión digital, o sea, datos sintéticos. La magia de la IAG radica en su capacidad para generalizar grandes cantidades de información y luego obtener salidas que, aunque completamente nuevas, son coherentes y relevantes para contextos específicos.

En el ámbito de la justicia, por ejemplo, la IAG puede ayudar a analizar documentos y legislación a una velocidad y precisión que supera con creces a la capacidad humana. En la educación, puede personalizar el aprendizaje según las necesidades de cada estudiante ofreciendo material didáctico adaptado a su ritmo y estilo de aprendizaje. En la traducción, supera las barreras idiomáticas al generar traducciones precisas y contextualmente adecuadas. En los organismos públicos, puede mejorar la eficiencia operativa al automatizar tareas administrativas y ofrecer servicios más personalizados a los ciudadanos.

La Investigación se sumerge en el impacto revolucionario de la IAG en estos sectores, explorando tanto las oportunidades que presenta como los desafíos que significa. A través de un análisis detallado, buscamos entender cómo esta tecnología está redefiniendo lo que es posible, al tiempo que consideramos las implicancias éticas y prácticas de su implementación.

Si bien la IAG se presenta como una herramienta poderosa, la Investigación destaca que en la mayoría de los casos actuó como asistente y no como sustituto del trabajo humano. La inteligencia y creatividad humana siguen siendo fundamental, especialmente en tareas muy específicas donde la IAG muestra un menor desempeño.

El estudio también subraya la accesibilidad de estas herramientas para el público general, no siendo necesarios los conocimientos tecnológicos previos. La selección de la tarea y la formulación de instrucciones son claves para aprovechar al máximo la IAG.

Por su parte, la sensible mejora en la productividad reseñada abre interrogantes en el ámbito del derecho laboral. En efecto, la Ley de Contrato de Trabajo (LCT) establece que su objeto es la actividad “productiva y creadora del hombre”, pero la tecnología está transformando, en la época de la información, al modelo fabril tradicional “mecánico” hacia uno “cibernético”, como bien indica Alain Supiot.

La IAG también plantea desafíos como la despersonalización del trabajo. La posibilidad de “contratar trabajo sin trabajadores”, como refiere Mario Ackerman, exige una regulación que proteja los derechos laborales en esta nueva era tecnológica.

En efecto, de la Investigación se desprende que, analizadas 83 tareas muy diversas (educación, áreas legales, traducción, justicia y organismos públicos estatales, entre otros), en promedio, se verificó una reducción del 77% del tiempo necesario para completarlas, destacándose una mejora del 99,96% para la traducción de un texto de 15.000 palabras; o del 97% para la redacción de un contrato administrativo en la administración pública.

Si bien estos porcentajes son impresionantes, cabe resaltar que la IAG actuó, en un 59,03% de las tareas como asistente y solo en un 12,04% como sustituto. Esto quiere decir que, por lo menos por ahora, todavía es necesaria una inteligencia humana.

Otro aspecto muy interesante es que -contrariamente a lo que uno podría pensar instintivamente-, la IAG tuvo un mejor desempeño en tareas catalogadas como altamente complejas, siendo en esta categoría del 73%, mientras que en tareas de bajo nivel de complejidad la mejora en la eficiencia fue del 52%.

Esto se explica, no por una deficiencia de la IAG, sino un mejor desempeño del humano, que disminuye a mayor dificultad.

No obstante, la Investigación aclara que hubo una serie de pruebas que no alcanzaron los niveles de eficiencia esperados, lo que denota la necesidad de que las personas adapten las herramientas de la IAG, creando los instrucciones correctas.

Resulta imprescindible la utilización de estas herramientas, por todas aquellas empresas que pretendan continuar compitiendo en un mercado cada vez más complejo, pero también plantea una serie de cuestiones de difícil solución como consecuencia de la mencionada despersonalización del trabajo.

Alejandro Urueña: Magíster en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales. Universidad Austral (T.P).

Nahuel N. Espinillo: Maestrando en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales. Universidad Austral y en Derecho de los Negocios, Universidad de San Andrés.

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