En Tucumán, los caminos conducen a la decadencia

En Tucumán, los caminos conducen a la decadencia

En Tucumán, los caminos conducen a la decadencia

Hay una sensación bastante instalada, principalmente entre aquellos que por distintos motivos viajan con frecuencia a otras provincias. Y es que al volver a Tucumán se sienten envueltos por una especie de atraso, de decadencia: mientras que en otros lugares se percibe cierto progreso, mejoras sustanciales en la infraestructura, en la tierra de Roca, Avellaneda y Alberdi todo parece ir marcha atrás. Lo explica con claridad Gonzalo Blasco, presidente de la Asociación de Productores Agrícolas y Ganaderos del Norte Argentino (Apronor): “Vas a una reunión con funcionarios y te proponen: ‘¿sabés qué puedo hacer? A esa ruta que está tan destruida, le saco el asfalto y te la dejo de ripio”. Es decir, Tucumán está sufriendo una regresión única. Parece ser uno de los pocos lugares -si no el único- en el que se pasa del pavimento, al ripio y luego directamente a la tierra. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la 321, paradójicamente conocida como “el camino de la producción”.

Entre los productores parece haber consenso: los últimos ocho años se ubican entre los peores que se recuerden en lo que respecta a la inversión en infraestructura. Ese período coincide con la administración del ex gobernador Juan Manzur. “En esos años, el síntoma fue el mismo: el abandono”, argumentan en Apronor. Y las consecuencias se perciben en todos los niveles. Desde lo productivo, es más difícil trabajar en un campo con mala accesibilidad, porque los transportistas, proveedores y contratistas no les dan prioridad; y desde lo social, porque los vecinos quedan aislados, los chicos no pueden ir a la escuela y la calidad de vida se degrada irremediablemente. Visto de este modo, los efectos de la desidia gubernamental no sólo repercute en cuestiones más o menos superficiales, como la falta de señalización o en los baches en un camino, sino que generan consecuencias más graves, porque terminan expulsando del sistema a familias enteras, que pasan a engrosar los índices de pobreza e indigencia.

Hay un estudio muy completo e interesante que confirma lo que dicen quienes trabajan en el campo. Se trata del Diagnóstico de Crecimiento para Tucumán elaborado por el Laboratorio de Políticas Públicas para el Desarrollo Equitativo de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT. El equipo de especialistas liderado por Alejandro Danon empleó una metodología desarrollada por Ricardo Haussman y otros autores de la Harvard Kennedy School y pudieron identificar las razones por las cuales Tucumán se encuentra estancada. El trabajo es muy amplio y toca cuestiones como la presión fiscal, el capital humano, el acceso al financiamiento, la deuda de las empresas privadas, el nivel de educación en su fuerza laboral y la calidad institucional, entre muchas otras cuestiones que vale la pena analizar en profundidad (cabe destacar que, en general, todos los indicadores son negativos). Pero ahora nos vamos a enfocar en la infraestructura. Tal como reveló Carolina Servetto en su muy recomendable nota del Anuario 2023 de LA GACETA, en el período 2016/2022 (administración Manzur),

Tucumán fue la segunda provincia que menos gasto público destinó a infraestructura (rutas, puentes, diques, canales y un largo etcétera). De acuerdo con ese informe, el Gobierno invirtió un 5,7% de su presupuesto en la obra pública. De ese total, por lo general se ejecuta menos del 50%. El mismo informe aclara que en primer lugar se encuentra San Luis, que destinó un 37% de su presupuesto a obra pública en el período analizado. Le sigue Santiago del Estero con un 33% -el espejo en el que nos miramos últimamente y que nos devuelve un reflejo amargo-, y luego vienen San Juan y Formosa con un 20%.

Estamos transitando el arranque de la gestión de Osvaldo Jaldo. Habrá que esperar para ver si el panorama cambia en los próximos cuatro años.

Estancada

Respecto de Santiago del Estero, todo indica que por el momento no hay que proyectar grandes novedades sobre la autopista a Termas de Río Hondo. Y que, de concretarse, el tramo tucumano de esta obra demandará varios años. En el Gobierno admiten que el sector que se encuentra entre San Cayetano y San Andrés está a la espera de una redeterminación de precios. Mientras eso no ocurra, será difícil que avance. Y que aún se están desarrollando los proyectos ejecutivos de los otros tramos. El cambio de Gobierno nacional sólo sumó incertidumbre en una obra que prometía reducir al menos un poco el enorme déficit de autopistas que tiene Tucumán respecto de otras provincias de la región.

GPS

Ingresar a Tucumán por tierra e intentar atravesarlo es una misión complicada. Falta señalización y el GPS o la experiencia en estos caminos se vuelven fundamentales para no perder el rumbo. Además, la ausencia de autopistas hace que el recorrido sea tortuoso. Es por eso que cada vez más viajeros y transportistas prefieren evitar estas tierras. Tanto para dirigirse al sur o al norte toman la ruta 34, que apenas roza el este tucumano. Este fenómeno, que parece aún pasar inadvertido, puede tener un impacto directo en el turismo a mediano o largo plazo. Hay quienes se preguntan si de a poco Tucumán no está dejando de ser la puerta de entrada o de salida del NOA. De ser así -algo todavía difícil de corroborar- correría el riesgo de quedar paulatinamente aislado de uno de los principales corredores turísticos del país: el que integran Salta y Jujuy. Hay que estar atentos.

Cuento chino

Si buscamos una síntesis de todo lo que está mal en Tucumán respecto de la infraestructura vial lo podemos encontrar en el Camino del Perú. Alrededor de esta ruta provincial devenida en angosta avenida se concentra un crecimiento urbano que no responde a ninguna lógica. A los cada vez más populosos San José y Villa Carmela se suman barrios cerrados relativamente nuevos que conviven con viejas fincas de limones, con citrícolas, con colegios y escuelas, con predios de comunidades religiosas, con grandes cerámicas, con corralones, clubes y con un sinfín más de establecimientos que aportan su flujo vehicular a una traza que hace mucho quedó devaluada. Quien tiene la mala suerte de transitar por allí en horario pico se encontrará con un panorama surrealista: sobre ese pavimento deteriorado por el agua, el uso intenso y la falta de mantenimiento avanzan desde camiones enormes cargados con limones o con ladrillos, hasta bikers que salen a entrenarse. En el medio hay colectivos urbanos e interurbanos, camionetas, autos, motos, caballos, carros, chicos que van a la escuela, vecinos que se mueven a pie, perros y más. Proyectos e ideas para resolver este problema sobran; la última propuesta fue una especie de autopista de Circunvalación Oeste (tal era el nombre) que iba a combinar avenidas y calles ya existentes con obras nuevas. Pero desde el minuto uno ya sonaba más a cuento chino que a una idea realizable. El tiempo y los hechos dirán si termina siendo una u otra cosa.

En la película “Lo que queda del día”, estrenada a principios de la década del 90, Anthony Hopkins encarna a un riguroso mayordomo que sirve con fidelidad a su patrón y que jamás cuestiona las acciones de aquel hombre. Años después de su muerte, el mayordomo debe realizar un viaje que termina convirtiéndose en una revelación, porque le permite advertir las consecuencias nefastas de las acciones que había generado aquella persona a la que él había admirado. Salvando las enormes distancias, esta película puede funcionar como una especie de alegoría de lo que ocurre en Tucumán: es necesario salir de los límites provinciales y mirar lo que se hizo en otros lugares para evitar normalizar la decadencia en la que vivimos inmersos.

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