Cartas de lectores IV: peras... del peral

Cartas de lectores IV: peras... del peral

10 Noviembre 2023

Peras del olmo. No se pueden esperar peras sino de un peral. En el ultraliberalismo casi demencial de Milei no hay, esencialmente, nada nuevo. Sus raíces ideológicas se encuentran no sólo en Rivadavia (ése que sostenía que “el mal de la Argentina es su extensión” y propiciara el abandono del inmenso territorio del Alto Perú y su invaluable salida al Pacífico, por lo que éramos ¡bioceánicos!, perseguía a la Iglesia, complotaba contra la vida de San Martín y nos encadenaba por generaciones a la banca inglesa). O en Sarmiento, que exigía a los chilenos que ocupasen la Patagonia; o en Mitre, que mandó a morir a 30.000 argentinos en Paraguay por las banderas del librecambio… inglés, sino también en un desgraciadamente largo periplo de gobiernos liberales, antinacionales, productos del “fraude patriótico” o de golpes de Estado, burlándose de la voluntad popular expresada en las urnas (1930, 1955, 1962, 1966, 1976…) poniendo la economía en manos de “doctorados economistas” liberales (Krieger Vasena, Alsogaray, Pinedo, Martínez de Hoz, Cavallo, López Murphy…), que rigurosamente destruyeron las bases del desarrollo industrial, el empleo productivo, las empresas nacionales estratégicas (fabricaciones militares, acero, ferrocarriles, comunicaciones, electricidad, gas, petróleo, etc.); jaquearon la educación y la salud públicas, nos uncieron al FMI y a una creciente deuda externa. De ahí viene Milei, jamás de una fantástica “generación espontánea”, según quieren creer algunos despolitizados y escépticos jóvenes argentinos. Asimismo, al repudiar el contubernio Macri-Milei, el radicalismo marca un límite y parece, providencialmente, recordar de dónde viene. Porque tiene raíces gloriosas que se hunden en el fulgor del Federalismo, que renace en las venas de Alem y su UCR, genera su mayor caudillo: Yrigoyen, quien combate al régimen oligárquico por décadas y en todos los terrenos, hasta lograr, con Sáenz Peña, el voto universal, secreto y obligatorio. Con esto le dio protagonismo al pueblo argentino y su primer gobierno democrático con un programa de reivindicaciones nacionales, industrialista, de defensa del trabajador, de emprendimientos nacionales (YPF) y una política exterior que enfrentó la prepotencia yanqui en América y mantuvo la neutralidad en la Primera Guerra, por lo que fue corrompido desde Alvear, desviándose de su origen (“que se rompa, pero que no se doble”). Aaunque conservó en su seno una llamita que creció en Forja (Jauretche, Scalabrini, Dellepiane, Manzi), hasta encontrarse con el peronismo histórico, es decir, en el mismo humus nacional y en la Revolución Nacional Peronista. Ésa que fuera sangrientamente derrocada e invencible en las urnas, sujeto, como en el yrigoyenismo, de un proceso de corrupción interna (montoneros, menemismo, kirchnerismo). Y, en esta hora crucial, la imagen de don Hipólito vuelve a cobrar fuerza y hacerles decir ¡basta, hasta aquí nomás! Cuando, también providencialmente, pareciera quedar algún vestigio de aquel peronismo en este Massa que pretende sacudirse del estigma antinacional y corrosivo del kirchnerismo, y llamar a un amplio Frente Nacional tras un programa de desarrollo, justicia social y soberanía. Como en las más difíciles encrucijadas de la Patria, arrodillémonos humildemente otra vez, para pedir auxilio a la Divina Providencia. Y esperar hermosas peras… del peral.

Arturo Arroyo                                  

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