Los autos locos: cuando optar entre dos populismos no es elegir

Los autos locos: cuando optar entre dos populismos no es elegir

La cosa a analizar, que quizás lleve al votante hasta el mismísimo cuarto oscuro, pasa por los conductores, por sus antecedentes, reflejos y probables desequilibrios, pero también por los vehículos que van a tripular.

Casa Rosada. ARCHIVO Casa Rosada. ARCHIVO
04 Noviembre 2023

Por Hugo E. Grimaldi

Hay dos automóviles dispuestos en la línea de largada y con preocupación, miedo, bronca, decepción o frustración la ciudadanía debe subirse solamente a uno de ellos en tres domingos. Y deberá hacerlo porque, bajo el signo de lavarse las manos, quedarse abajo implicará una preferencia no comprometida, la que finalmente va a aligerar de peso al ganador. Es una opción, entonces -y cruel, dirán algunos- la que se le presenta ahora a los votantes, porque en verdad la gente ya hizo su elección hace exactamente dos domingos: 37%  prefirió la continuidad, mientras que 63% -casi 2 a 1- fue exactamente por lo contrario.

La cosa a analizar, que quizás lleve al votante hasta el mismísimo cuarto oscuro, pasa por los conductores, por sus antecedentes, reflejos y probables desequilibrios, pero también por los vehículos que van a tripular. A simple vista se observa que, de tanto que se lo han llevado por delante, el que conduce Sergio Massa tiene rotas todas las luces de posición, mientras que el que maneja Javier Milei pretende avanzar con los focos altos a pleno. En ese sentido, la trampa para el votante es clara porque si elige subirse al pasado estará a tiro de un topetazo fatal que venga desde atrás que lo saque definitivamente del camino y si apuesta por el futuro, los riesgos de pegársela de frente son demasiado altos.

En tanto, el retrovisor de cada transporte parece que ha sido anulado por ambos candidatos: el ministro porque se supone que no quiere ver que, mal que le pese, tendrá que heredar su propia historia y el libertario porque quizás entrevé que si va siempre para adelante, eso le bastará por sí solo para alejarse de los problemas. Está bastante claro que, aunque lucen bien diferentes, ninguno de los dos coches pasa una revisión vehicular.

Allí, en la grilla de partida, está entonces dispuesta la oferta de estos dos autos locos y es, entonces, la que habrá que calibrar ya que ambas vienen de la mano de la necesidad de un ajuste de cinturón. Lo que parece claro es que habrá que seleccionar alguna de ellas que, por cierto, son bastante parecidos en cuanto al populismo que destilan sus motores. El único y vital elemento que se debe considerar es que para muchos ciudadanos ya casi no hay tiempo, porque en nombre de la mediocridad o de la mala fe se han ido sacrificando dos o tres generaciones de argentinos que fueron hundiendo de a poco y que poco reportará seguir igual. El sueño de la movilidad ascendente se ha frustrado y en este punto no se puede dejar de analizar a cada conductor, aunque son los que están y es también en esas carencias como se construyen las democracias.

Un trabajo de la consultora Zuban-Córdoba ha medido que los dos candidatos a Presidente y sus respectivos vices tienen hoy más imagen negativa que positiva y eso marca objetivamente que  la oferta de candidatos es decididamente mala. Lo cierto es que ni Massa ni Milei dejan de ser populistas, ambos son conservadores y aunque el candidato del oficialismo trata de mostrarse tácticamente más hacia la izquierda para no perder de seguro los votos del riñón kirchnerista, ha dejado en claro que a partir del 20 de noviembre él también deberá empezar a hacer un ajuste de la economía que llama “ahorro”, seguramente para no herir la susceptibilidad de Cristina Kirchner.

El caso de Milei es algo más complejo. Sin experiencia, tampoco tiene herencia, le dicen “loco” y aún no se puede definir muy bien si es un populista de derecha disfrazado de liberal o directamente un anarquista. No tiene casi equipos, salvo incondicionales nada más que voluntariosos  y el aporte que podría hacerle en ese aspecto el PRO de Patricia Bullrich le va a resultar seguramente vital para organizar un eventual gobierno. Por unos días, el candidato opositor se guardó, dejó de lado la motosierra y bajó un par de cambios, seguramente contenido por Mauricio Macri, pero cuando se dio cuenta que su base se resentía pareció retomar tímidamente algunas líneas de su anterior campaña, al menos hasta el 19/11: “dolarización y BCRA no se negocian”.

Buena parte de la prensa que le hace favores a Massa suele limar bastante al candidato opositor porque él mismo se lo busca. Otras veces se ocupa con cierta saña de amplificar declaraciones de él o de sus seguidores, como las que hizo la diputada electa y quizás futura canciller, Diana Mondino, quien es quizás la más atildada y confiable de sus voceras, sobre el trasplante de órganos, a las que luego se le sumaron, dos días después y surgidas del mismo reportaje, seguramente para que no pasen de largo, las del matrimonio igualitario y los piojos.

Massa, quien no habla de la gestión propia ni de la de su gobierno porque no puede defender nada, tiene todo el aparato del Estado para hacer campaña y lo usa en demasía, aún a costa de comprometer más su propio futuro. Trata de barrer todos los antecedentes negros debajo de la alfombra (inflación, pobreza, falta de Reservas, dólar por las nubes, inseguridad, etc.) y hace, al fin y al cabo, lo que hacen todos quienes van a las urnas por una reelección. Su lei motiv es el miedo y la “platita”, con lo cual se echa tierra encima de modo permanente, algo que deberá corregir si llega.

Como gobierno que es, durante la última semana quedó en el ojo de la tormenta en dos temas, ya que se opuso con una voltereta de su estilo al comunicado de su propia Cancillería que criticaba a Israel y se sabe que tiene la llave para que siga o no siga el juicio político a la Corte Suprema. Así se lo hizo notar con bastante vehemencia, Juan Schiaretti, a cuyos votantes los dos van a buscar. Milei cerrará su campaña en Córdoba, por ejemplo.

Lo concreto es que dos diputados del Frente Renovador hoy integran la Comisión que viene haciendo un show legislativo inconducente ya que, tal como están las cosas, el juicio nunca llegará al recinto porque el kirchnerismo no tiene ni tendrá las mayorías especiales que se necesitan para acusar o para juzgar. No es de extrañar, entonces, que la advertencia pública del cordobés lo ayude a Massa a decir puertas para adentro que sus diputados no firmarán, aceptando la crítica del gobernador en nombre de los votos que él podría aportarle. “Ventajita” es su apodo más conocido.

Nadie es perfecto y mucho menos los políticos en esta instancia crucial de la Argentina. Ninguno de los dos candidatos tiene la razón plena y prima la desconfianza de la ciudadanía ante el populismo ambiente. Ese dilema crucial acompañara seguramente a muchos votantes hasta el mismísimo cuarto oscuro, adonde mirarán por última vez el estado de cada auto antes de subirse y pesarán allí el alma de los candidatos para decidir en consecuencia y encomendarse al Cielo.

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