Sexualmente hablando: sexo y discapacidad II

Sexualmente hablando: sexo y discapacidad II

Sexualmente hablando: sexo y discapacidad II

Desde hace varias décadas, organizaciones de personas con discapacidad, familiares y distintos movimientos académicos alrededor del mundo vienen reclamando el reconocimiento social de las personas con discapacidad como una minoría discriminada. Aunque con avances, desde luego. La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006) es uno de ellos. Fue ratificada en 2008 por el Estado Argentino con la Ley 26.378 y, en 2014, se le otorgó rango constitucional.

El preámbulo de esta Convención afirma que “la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.

A pesar de estos reconocimientos, todavía no nos hemos liberado de los múltiples mitos y estereotipos en torno a la sexualidad de las personas con discapacidad. A los cuales, entre otras cuestiones, se refiere la publicación del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), “Sexualidad sin barreras: derechos sexuales y reproductivos de las personas con discapacidad”. Repasemos algunos.

- “Las personas con discapacidad no pueden o no deben tener hijos/as”. Es una de las ideas más arraigadas. Se basa en prejuicios y temores fundamentados en creencias tales como que la discapacidad se transmite, que una persona con discapacidad no puede cuidar con eficacia a otros, o que necesariamente será una carga para sus hijos/as. Pero la realidad contradice esa aseveración: mientras una persona sea capaz de ahijar a alguien, protegerlo y tomar decisiones que sean positivas para su bienestar -con apoyo o sin él-, se encuentra en condiciones de tener hijos/as. Y nadie debería sentirse habilitado para contrariar su voluntad (como ocurre con el resto de las personas). Por otra parte, en relación al supuesto “sufrimiento”, tampoco existen motivos reales para que un/a niño/a deba sufrir por tener madres/padres con discapacidad. En todo caso, si es discriminado/a, se trata de una responsabilidad de la sociedad toda, porque tal situación responde a patrones culturales que deben modificarse. Es más: vivir dentro de esa familia -como vivir dentro de cualquier familia- puede aportarle experiencias muy enriquecedoras desde una perspectiva de diversidad.

- “Las personas con discapacidad no son objeto de abuso”. Una afirmación arbitraria que supone, en primer lugar, el prejuicio de creer que no son atractivas, por lo que se da por descontado que nadie las deseará. Y además, en todo caso, la falacia de entender el abuso sólo como el deseo hacia una persona, cuando lo que está en juego es el poder y el sometimiento a la víctima de abuso. La realidad es que las personas con discapacidad pueden ser objeto de abuso porque, al igual que otras, se encuentran muchas veces en relaciones donde alguien ejerce poder sobre ellas.

- La otra cara de la misma moneda es creer que “son siempre objeto de abuso”. Una sentencia que en cierto modo implica no reconocer a quienes tienen alguna discapacidad como personas, sino como meros objetos de manipulación: alguien imposibilitado de entablar una genuina relación de atracción y respeto mutuo, en la cual las personas deciden estar juntas por voluntad propia.

- “Las personas con discapacidad que están institucionalizadas no deben tener relaciones sexuales”. El hecho de que en la mayoría de las instituciones no estén previstos lugares de intimidad para sus huéspedes, se debe probablemente a la falta de información y sensibilización de quienes tienen el poder de tomar decisiones. Solo es necesario revisar los paradigmas instalados e incorporar una mirada que tenga como eje a los derechos humanos.

- “Las parejas de las personas con discapacidad deben ser siempre personas con discapacidad”. Esta es una noción bastante extendida. Es cierto: con frecuencia quienes tienen alguna discapacidad se sienten atraídos/as por personas en similares condiciones. Pero suponer que tiene que ser así en todos los casos opera como un gran condicionante social. Que además encierra la sospecha de que cuando una persona sin discapacidad se acerca a alguien que tiene una discapacidad, lo hace siempre con el fin de abusar de ella o sacar algún tipo de provecho. Otras veces este tipo de relaciones es motivo de burlas y comentarios descalificantes, generando mucho sufrimiento.

¡Cuánto nos queda por aprender y evolucionar en este sentido!

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios