Mundial de Francia: Los Pumas-Japón, una historia que comenzó en Tucumán

Mundial de Francia: Los Pumas-Japón, una historia que comenzó en Tucumán

Mundial de Francia: Los Pumas-Japón, una historia que comenzó en Tucumán

Hace 30 años, el estadio de Atlético fue escenario del primer duelo entre el seleccionado argentino y su rival de hoy en el Mundial.

Federico Espósito
Por Federico Espósito 08 Octubre 2023

En 2022, Tucumán fue protagonista de una omisión histórica. La gira de Los Pumas por el NOA -que marcaba el regreso del seleccionado al país luego de tres años de pausa por la pandemia- se repartió entre Jujuy, Salta y Santiago del Estero, ignorando olímpicamente a la provincia de los Naranjas, la que había sido su bastión en el norte durante tantos años. Al margen de las razones económicas y políticas que lo motivaron, el salteo dejó una herida en el orgullo de los tucumanos, otrora testigos habituales de batallas históricas de Los Pumas y de los Naranjas contra seleccionados extranjeros. Eran otros tiempos, anteriores al profesionalismo abierto que cambió el tablero del rugby mundial para siempre.

Este año se cumplieron 30 de una de esas visitas ilustres: la del seleccionado de Japón. El 15 de mayo de 1993, en el estadio de Atlético, se escribió el primer capítulo entre Los Pumas y el seleccionado nipón, en un amistoso que marcó el debut de la dupla técnica compuesta por Héctor “Pipo” Méndez y José “Tito” Fernández y que, a pesar de haber resultado en triunfo argentino, no dejó el mejor de los recuerdos. Ni para los propios jugadores ni para los 12.000 espectadores repartidos en las tribunas del “José Fierro”. Que Los Pumas hayan dejado la cancha entre silbidos habla de lo cargado que estaba el aire al cabo de esos 80 minutos de juego. Nadie entendía cómo el seleccionado argentino había tenido que sufrir tanto para vencer a un rival de menor jerarquía, que para colmo había llegado con una decena de debutantes en el plantel.

BATALLA CONTRA LOS “SAMURAIS”. José Santamarina (derecha) y Pablo Garretón (al fondo), guerreros tucumanos en lo que fue un triunfo ajustado sobre Japón. la gaceta / fotos de archivo BATALLA CONTRA LOS “SAMURAIS”. José Santamarina (derecha) y Pablo Garretón (al fondo), guerreros tucumanos en lo que fue un triunfo ajustado sobre Japón. la gaceta / fotos de archivo

La llegada

El arribo de la delegación japonesa se había producido un par de días antes, siendo recibida en el aeropuerto Benjamín Matienzo por el entonces vicepresidente de la URT, José “Pepi” Taboada, padre del presidente actual, Santiago Taboada. “Estoy muy impresionado por este amplio país, por la cantidad de verde que se observa, por las chicas bonitas y por la riquísima carne”, elogió Osamu Koyabu, titular del contingente asiático. “Vinimos a Argentina a aprender y adquirir experiencia para saber dónde estamos parados”, reconoció luego Masaru Fujiwara, uno de los entrenadores.

Japón repartió sus entrenamientos entre Los Tarcos y Cardenales, mientras que Los Pumas hicieron lo propio en Lawn Tennis y Lince, contando con dos “refuerzos” tucumanos en el staff: el preparador físico José Banegas y el masajista Oscar “La Villa” René. Dentro del plantel, los Naranjas eran cinco: Pablo Garretón, José Santamarina, Martín Terán, Ricardo Le Fort y el debutante Eduardo García Hamilton.

Los Pumas formaron con: Roberto Grau, Diego Silvetti y Patricio Noriega; José Simes y Pedro Sporleder; Garretón, Sebastián Irazoqui y Santamarina; Rodrigo Crexell y Lisandro Arbizu (capitán), Gustavo Jorge, Pablo Cremaschi, Diego Cuesta Silva, Terán y Guillermo Del Castillo.

Aunque los “Cherry Blossoms” (hoy llamados “Brave Blossoms”) venían con un invicto de varios partidos, la superioridad de Los Pumas fue manifiesta en el primer tiempo, en el que llegaron a sacar una diferencia de 21 tantos (24-3) marcando cuatro tries. Hasta ahí, nada del otro mundo. Era lo que todos habían ido a ver. Sin embargo, el segundo tiempo fue otra historia: el equipo argentino se apagó de repente y le cedió el protagonismo al japonés. Con el control del óvalo, los nipones hicieron gala de un juego dinámico, de circulación aceitada y precisa, que agujereó la defensa local por todos lados y llevó el resultado a una inesperada igualdad. Nadie entendía lo que pasaba. Los Pumas habían pasado de dominar el partido a voluntad a quedar al borde del derrumbe: apenas un penal o un drop del rival los separaba de una derrota que el orgullo argentino no iba a tolerar. Afortunadamente, a tres minutos del final, el árbitro canadiense George Gajdovich marcó penal para Argentina y Cremaschi se encargó de convertirlo con un potente disparo, sellando el triunfo en un ajustado 30-27.

Igual, nadie lo sintió como tal. “De lo único que quedó a salvo el seleccionado argentino fue de la derrota”, resumió una crónica al día siguiente.

BIENVENIDA. Los japoneses en su llegada al aeropuerto Benjamín Matienzo. BIENVENIDA. Los japoneses en su llegada al aeropuerto Benjamín Matienzo.

Fundidos

Ahora bien, ¿se trató de ese mal partido que hasta los mejores tienen de vez en cuando, o hubo alguna explicación más atada a la realidad? Santamarina revela la respuesta: “estábamos fundidos”. El test contra los japoneses se jugó pocos días después del Campeonato Argentino de ese año. Si bien el histórico torneo de uniones provinciales solía jugarse a fin de año, las del interior venían presionando a la UAR para que los jugadores de Buenos Aires tuvieran que disputarlo como condición excluyente de una convocatoria al seleccionado nacional. Hasta entonces, bastaba con que jugasen el torneo de la URBA. Por esa razón, se decidió adelantar el Argentino y concentrarlo en unos pocos días en Misiones, donde Tucumán se consagró campeón tras vencer en la final a Córdoba.

“Habíamos viajado en colectivo a Misiones. Jugamos viernes y sábado. Terminamos reventados y el domingo nos volvimos a Tucumán en bondi. No sólo los Naranjas, sino también los que estaban convocados a Los Pumas. Y casi no tuvimos tiempo de descansar. El martes ya empezamos con los entrenamientos. Todos los que habíamos jugado el Argentino estábamos agotados. Y Méndez y Fernández, en lugar de darnos un respiro, nos masacraron en las prácticas martes, miércoles y jueves con la idea de que Japón era un equipo de tercer nivel y que le teníamos que meter 60. La típica soberbia argentina”, explica.

Y pasó lo que pasó. “En el primer tiempo los matamos, pero en el segundo nos quedamos sin patas. Y los japoneses, aunque no tenían buena obtención, eran muy rápidos. Menos mal que Cremaschi tenía un patadón y metió ese penal desde mitad de cancha”, recalca el “Cheto”.

La explicación de Santamarina se respalda con la clara superioridad que mostró el seleccionado argentino en la revancha disputada una semana más tarde en Buenos Aires, en la que se impuso 45-20: “Demostramos que éramos superiores a los japoneses. Pero bueno, en Tucumán casi se nos cae la estantería. Hubiera sido un papelón histórico perder con ellos en Tucumán”.

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