01 Abril 2008
En las naciones desarrolladas, se hacen leyes para cumplirlas. En otros países, como el nuestro, disponemos de miles de normativas a nivel nacional y provincial, pero un bajo porcentaje se acata con efectividad. En general, ello se debe a que fallan a menudo los organismos de aplicación y a la falta de conciencia ciudadana, que surge como consecuencia de una deficitaria formación cívica que alimenta un espíritu transgresor.
En nuestro suplemento de Actualidad, dedicamos varias páginas a describir las acciones ilegales que comete cotidianamente una buena parte de los tucumanos, referidas a bajar música por internet, fotocopiar libros y al tráfico de CDs y DVDs “truchos”.
Se suele decir que la Justicia es lenta, pero al final llega. Hace poco tiempo, la Asociación para la Protección de los Derechos Intelectuales sobre Fonogramas y Videogramas comenzó a enviar intimaciones y a multar a aquellos que se dedican a bajar música de la web. En algunos casos, la sanción económica fue $ 12.000. Se informó que el 50 % de los demandados ya pagó sus respectivas multas. El castigo no consiste en cerrar los sitios de intercambio, sino en penalizar a los internautas infractores. Esta piratería también es combatida en otros países como Francia, donde se obliga a los servidores a cortarle la conexión a los usuarios que roben música de la web. En Estados Unidos, en 2007 se condenó a una mujer a pagar 222.000 dólares por bajar 1.072 temas y compartir 24 de ellos. Según la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas, en 2006 se bajaron 612 millones de temas de forma ilegal; ese mismo año se vendieron 17 millones de discos.
En los últimos dos años, la Cámara Argentina del Libro ha iniciado más de 100 causas con fallos que dictaminaron la aplicación de multas de hasta $ 1.800 por vender fotocopias de libros. En este caso, la pena recae sobre el dueño del comercio.
La venta ilegal alcanza también a los CDs y a los DVDs que son copiados del original y además tienen calidad dudosa. En nuestra ciudad, pulula la venta ambulatoria en las calles céntricas e incluso en los mismos puestos de revistas y diarios. Un directivo de la Unión Argentina de Videoeditores le dijo a LA GACETA que la gente sabe que está cometiendo un delito al comprar películas ilegales, pero no se siente culpable porque paga por ellas. Piensa que causa daño a alguien que está muy lejos y que ganará unos cuantos miles menos de los millones de dólares que pudiera facturar. Pero la realidad es que se perjudica a toda una cadena de comercialización. Desde la Dirección de Tránsito de la Municipalidad que debe combatir la venta ilegal de CDs y DVDs truchos en la vía pública, se afirma que los controles se efectúan. Sin embargo, a juzgar por la realidad, estos son ineficientes. De no ser así, no se venderían estos artículos en la plaza Independencia, por ejemplo.
Si se tiene en cuenta el elevado porcentaje de piratería, más de dos centenares de intimaciones o puniciones en relación a cantidad de música por internet o a la reprografía que circula ilegalmente, no son nada. Con el argumento de “si todos lo hacen, está bien”, los infractores justifican su mala acción. Al parecer, no tienen conciencia de que están cometiendo un delito y dañando al autor de una música, de un libro o de un filme; además, sin este no existiría obra para “truchar”.
Creemos que el espíritu transgresor se combate con una acción tenaz y constante de los organismos de control y de la Justicia, con penas onerosas y principalmente, con educación. De ese modo, nos acercaremos más a los países desarrollados.
En nuestro suplemento de Actualidad, dedicamos varias páginas a describir las acciones ilegales que comete cotidianamente una buena parte de los tucumanos, referidas a bajar música por internet, fotocopiar libros y al tráfico de CDs y DVDs “truchos”.
Se suele decir que la Justicia es lenta, pero al final llega. Hace poco tiempo, la Asociación para la Protección de los Derechos Intelectuales sobre Fonogramas y Videogramas comenzó a enviar intimaciones y a multar a aquellos que se dedican a bajar música de la web. En algunos casos, la sanción económica fue $ 12.000. Se informó que el 50 % de los demandados ya pagó sus respectivas multas. El castigo no consiste en cerrar los sitios de intercambio, sino en penalizar a los internautas infractores. Esta piratería también es combatida en otros países como Francia, donde se obliga a los servidores a cortarle la conexión a los usuarios que roben música de la web. En Estados Unidos, en 2007 se condenó a una mujer a pagar 222.000 dólares por bajar 1.072 temas y compartir 24 de ellos. Según la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas, en 2006 se bajaron 612 millones de temas de forma ilegal; ese mismo año se vendieron 17 millones de discos.
En los últimos dos años, la Cámara Argentina del Libro ha iniciado más de 100 causas con fallos que dictaminaron la aplicación de multas de hasta $ 1.800 por vender fotocopias de libros. En este caso, la pena recae sobre el dueño del comercio.
La venta ilegal alcanza también a los CDs y a los DVDs que son copiados del original y además tienen calidad dudosa. En nuestra ciudad, pulula la venta ambulatoria en las calles céntricas e incluso en los mismos puestos de revistas y diarios. Un directivo de la Unión Argentina de Videoeditores le dijo a LA GACETA que la gente sabe que está cometiendo un delito al comprar películas ilegales, pero no se siente culpable porque paga por ellas. Piensa que causa daño a alguien que está muy lejos y que ganará unos cuantos miles menos de los millones de dólares que pudiera facturar. Pero la realidad es que se perjudica a toda una cadena de comercialización. Desde la Dirección de Tránsito de la Municipalidad que debe combatir la venta ilegal de CDs y DVDs truchos en la vía pública, se afirma que los controles se efectúan. Sin embargo, a juzgar por la realidad, estos son ineficientes. De no ser así, no se venderían estos artículos en la plaza Independencia, por ejemplo.
Si se tiene en cuenta el elevado porcentaje de piratería, más de dos centenares de intimaciones o puniciones en relación a cantidad de música por internet o a la reprografía que circula ilegalmente, no son nada. Con el argumento de “si todos lo hacen, está bien”, los infractores justifican su mala acción. Al parecer, no tienen conciencia de que están cometiendo un delito y dañando al autor de una música, de un libro o de un filme; además, sin este no existiría obra para “truchar”.
Creemos que el espíritu transgresor se combate con una acción tenaz y constante de los organismos de control y de la Justicia, con penas onerosas y principalmente, con educación. De ese modo, nos acercaremos más a los países desarrollados.
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