Zona sur: más de 70 barrios que se sienten de segunda

Zona sur: más de 70 barrios que se sienten de segunda

EL PROVINCIAL. Así luce en estos momentos el futuro parque. Pronto inaugurarán la primera de tres manzanas. la gaceta / foto de inés quinteros orio EL PROVINCIAL. Así luce en estos momentos el futuro parque. Pronto inaugurarán la primera de tres manzanas. la gaceta / foto de inés quinteros orio

Y más allá de la avenida Roca/Kirchner, ¿qué? Barrios, barrios y más barrios, simplificados por el ojo desconocedor como un Villa Alem único y totalizante. Si de desafíos se trata, ese conglomerado que ya avanzó más allá del Canal Sur y en el que decenas de miles de tucumanos claman por una mejor calidad de vida espera su momento. Lo necesita. La ciudad, generosa en su expansión hacia el norte y el oeste, mantiene una deuda histórica con el más postergado de sus territorios. Pero las transformaciones no son espasmódicas, sino estratégicas.

El municipio se apresura para inaugurar el parque El Provincial, un proyecto de 100 millones de pesos destinado a figurar en el top tres de la gestión de Germán Alfaro. Es una obra ambiciosa, más extensa que -por ejemplo- el parque Avellaneda. El intendente espera cortar la cinta en al menos una de las tres manzanas que integrarán el espacio verde, delimitado por las calles 9 de Julio, Alsina y Ayacucho, a espaldas de la avenida Roca. Será además un parque cerrado, una nueva experiencia urbana pensada para combatir robos, vandalismos y usurpaciones, además de desalentar el narcomenudeo y el consumo de drogas, un cáncer que se extiende por el espacio público barrial. Habrá que ver cómo funciona. La seguridad que no brinda la Policía queda en manos de un enrrejado.

Más allá del aprovechamiento que le den los vecinos, El Provincial puede servir como una puerta, como un eje integrador mirando al sur. Un nexo entre la ciudad más desarrollada y las zonas menos beneficiadas en materia de infraestructura e inversión. Da la sensación de que la avenida Roca es una barrera que de invisible no tiene nada, porque aísla a todo un universo poblacional de cualquier iniciativa de expansión, pública o privada. Es injusto, pero a la vez comprensible, porque lo que están faltando son condiciones de posibilidad. En eso el rol del Estado es preponderante.

A tomar nota

La Ciudad de Buenos Aires entrega un par de lecciones. Al igual que en San Miguel de Tucumán, el sur de la CABA fue siempre el retazo más ignorado, el más pobre. No podía competir con la opulenta zona norte, esa que se extiende con la Avenida del Libertador como columna vertebral; ni con la consolidada clase media del centro-oeste. Y si algo le faltaba al este, pegado al Río de la Plata, construyeron Puerto Madero. ¿Y el sur? Una decisión de peso, determinante por lo simbólico y por lo práctico, fue trasladar allí la sede del Gobierno porteño. Esa medida fue un mensaje. Modificó el entorno, abrió caminos. Los polos productivos empezaron a multiplicarse, al igual que los emprendimientos ligados al ocio y al esparcimiento. La frutilla del postre llegó de la mano de los Juegos Olímpicos de la Juventud. En el sur se erigió la villa olímpica, un enjambre de edificios reservados para créditos hipotecarios. Es un proceso que lleva años.

Cuando se habla de descentralizar la administración pública tucumana se mira con simpatía hacia Yerba Buena o Tafí Viejo. El Centro Cívico que prometió el Gobernador se instalaría, algún día, en Los Nogales. En realidad, lo de descentralizar es jarabe de pico y salta a la vista con la obsesión que exhibe Washington Navarro Dávila, ministro fiscal de la Defensa, por instalar sus oficinas en barrio Norte. Otro ejemplo: si se consiguiera financiamiento para un estadio, ¿por qué no se piensa en la vera de la autopista? ¿O la presencia del Mercofrut y Los Vázquez desalienta los planes? Lo mismo: siempre la mirada apunta a otro lado. Si el Gobierno no hace pie, si las grandes obras se localizan lejos, es lógico que no acompañe otra clase de desarrollo, como el inmobiliario. No hay countries pasando el Canal Sur.

Caliente, caliente

Desde lo político el territorio es complejo. De movida luce como el bastión del Intendente, hombre fuerte de Villa Amalia, aunque Alfaro es un primus inter pares en un grupo de lo más variopinto: Armando Cortalezzi y familia, “Alito” Assán y familia, Cristian Rodríguez, Johnny Ávila... Todos cuentan los porotos en barriadas recorridas palmo a palmo por un ejército de punteros. El sur no es para espíritus volátiles; es un campo en el que se batalla por cada pared, por cada poste, por cada cordón. Al menor descuido, cualquiera queda pintado de verde. Las lealtades fluctúan.

Mientras las brigadas de militantes hacen de las suyas, los ciudadanos sintonizan otra onda. Lo que se reclama va más allá de las cloacas, la iluminación o el pavimento. Cuando los recolectores no pasan o los ómnibus evitan ingresar a determinadas zonas, los vecinos se sienten ciudadanos de segunda. Es doloroso, como toda discriminación. El Intendente efectuó una recorrida el miércoles por el barrio San Miguel y se comprometió a gestionar que algún servicio de la línea 12 se extienda hasta allí. Es la clase de pedido que funcionarios, legisladores y ediles -los pocos que se dan tiempo para entrar en contacto con el pueblo- reciben todo el tiempo.

El sur crece, se ramifica, cada vez más con la forma de asentamientos. Las exigencias de la comunidad son más veloces que los reflejos de quienes tienen en sus manos la gestión, problema de vieja data en Tucumán. Las vías troncales que llegan desde el norte (Jujuy, Colón, Coronel Zelaya, Lincoln, sumemos la Anselmo Rojo) son insuficientes, colapsan, se inundan. Faltan soluciones transversales, similares a las avenidas Independencia y Américo Vespucio, para que las conecten.

Cada barrio es un micromundo con sus propias necesidades, aunque hay una que unifica las preocupaciones: lo relacionado con la (falta de) seguridad. Es un clamor que se replica en todas las direcciones, desde San Cayetano a 11 de Marzo; desde el Ejército Argentino al Alejandro Heredia; desde el barrio Terán al Elena White; desde el Cardenal Samoré a Los Plátanos; desde Villa Angelina al barrio Policial. La segmentación catastral revela que más allá de la avenida Roca se acumulan más de 70 barrios; algunos extensos y tradicionales, otros reducidos a un par de manzanas. De nuevo: un territorio que demasiados tucumanos ignoran.

¿Y entonces?

A punto de concluir, y con ansias de mantenerse -voto mediante- durante los próximos cuatro años, la gestión municipal va cerrándose con la artillería pesada apuntando a las cuatro avenidas. Se esboza un plan interesante de recuperación del microcentro, desde lo estético y lo funcional. Anuncian semipeatonales en la 25 de Mayo y la San Martín, atadas a una imprescindible remodelación de la plaza Independencia. Está la voluntad política. ¿Y la financiación? Cuesta imaginar lo contrario.

La agenda de la ciudad es amplísima y heterogénea. El este también aguarda respuestas, por caso el proyecto que contemplaba un volver a empezar en la costanera que quedó en renders y maquetas. El ensamble de la capital con la gigantesca franja constituida por Banda del Río Salí, Alderetes y Las Talitas representa otro desafío que algún Gobierno tendrá que afrontar con amplitud de miras.

Pero aquí hablamos del sur, de necesidades insatisfechas (las básicas y las de otros grados), de pensar en un plan capaz de activar las barriadas y de mejorarle la vida a quienes las habitan. En ese sentido, el parque El Provincial es un buen principio, pero que a nadie se le ocurra que es el final.

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