Racing, nacional y popular

Racing, nacional y popular

FESTEJO CON LA GENTE. El plantel de Racing celebra subido a un colectivo descapotable, entre sus hinchas. reuters FESTEJO CON LA GENTE. El plantel de Racing celebra subido a un colectivo descapotable, entre sus hinchas. reuters

Racing juega hoy para celebrar. Lo hará ante su rival más digno. Porque, a su modo, sin título, Defensa y Justicia también es campeón. Racing tendrá su fiesta en medio del debate sobre qué puede significar este título en su historia grande. Es una historia que, afortunadamente, ya no excluye las cuatro décadas de cuando el fútbol era amateur. Los medios, como lo hizo la propia FIFA en su felicitación oficial, ya hablan unánimemente de que la Superliga es el campeonato número 18 de la Academia, porque la cuenta incluye los nueve títulos de la era amateur. A los más jóvenes podrá sonarles extraño, pero hasta no hace mucho todos esos títulos eran omitidos o puestos con algún asterisco o entre paréntesis. La ausencia de dinero formal era motivo suficiente de su no mención.

Es cierto que el dinero domina y también es cierto que algunos campeonatos de aquellos viejos tiempos eran especiales (como si alguno de los de hoy tampoco lo fueran), pero cada torneo fue y es hijo del tiempo que le tocó vivir. Los de los tiempos amateurs fueron goles, campeonatos y celebraciones absolutamente legítimas, que ya nadie puede omitir. Y mucho menos, justamente, si se trata de Racing.

Sucede que, tras la primera hegemonía del Alumni de los hermanos Brown, Racing fue nuestro primer gran campeón criollo. Allí están sus siete títulos consecutivos de 1913 a 1919. Y el apodo célebre de la “Academia”. Algunos historiadores encuentran que el apodo tiene alguna cita previa y que nació acaso por el fútbol exquisito de una formación de quinta división. Pero las crónicas citan como fecha más aceptada la del 1 de agosto de 1915. Racing goleó ese día 3-0 de visitante a River, en el barrio de La Boca. La crónica cuenta que miles de hinchas volvieron ese día hasta Avellaneda cantando “Academia, Academia”, tal la calidad del juego que desplegó Racing. Fue en el medio de una campaña notable. Un total de 24 partidos, 22 triunfos y dos empates. Con 96 goles a favor y apenas 5 en contra. Goleadas en los clásicos de 4-1 a San Lorenzo, 6-0 a Boca y el mencionado 3-0 a River. Máximo goleador: Alberto Ohaco con 31. Figura de un equipo en el que también brillaron, entre otros, Francisco Olazar y Juan Perinetti. Hijos de inmigrantes gallegos e italianos. Ya sin los fundadores ingleses. Por eso lo de primer campeón criollo.

“Academia” era por la excelencia de juego. Curioso si observamos la etimología de las palabras. Academia viene de Akademos, un héroe de la llamada Edad Oscura de la Grecia Antigua (así llamada porque la documentación de ese período es poca y confusa).

La historia cuenta que los héroes atenienses Teseo y Piritoo raptaron a Elena, de la ciudad enemiga de Esparta, para esposarla. Y, como era niña, la mantuvieron escondida en Afidna. Y que fue Akademos quien reveló a los hermanos de Elena el lugar donde estaba escondida la niña, que así fue rescatada. Por eso una primera acepción de Akademos es “Aquel que actúa independientemente de la ciudad”. Akademos fue premiado con una casa con jardín. Jardines en los cuales fundó luego Platón su Academia, su escuela filosófica, algo así como una primera universidad. ¿Academia se debe entonces a Akademos? El héroe que actuó “independiente de la ciudad”. Y cuya casa estaba ubicada afuera de la ciudad. El prefijo “ekás” es un adjetivo que significa “lejos”. Y el sustantivo “demos” significa “pueblo”. Lejos del pueblo.

Imposible

Pero jamás podríamos decir que sucedió “lejos del pueblo” la fiesta racinguista. Ni la del domingo pasado en el empate sufrido contra Tigre, Obelisco incluido, ni la de hoy ante Defensa y Justicia, pese a entradas y abonos cada vez más caros, que refuerzan una tendencia que está dejando a mucha gente afuera de las canchas. Imposible decir “lejos del pueblo” con un juego tan protagónico y con un líder como “Licha” López, que incluye a todos, desde abrazar y proteger a su técnico en un momento difícil, hasta mencionar a la hora de la coronación al último empleado del club (Ricardo Centurión, está visto, parece un caso hoy por hoy sin solución). Imposible decir “lejos del pueblo” cuando se sienten legítimamente parte del título los hinchas que, en tiempos aciagos, dejaron protesta, lamento y nostalgia y levantaron con sus propias manos, tiempo y esfuerzo (y pasión) el hoy formidable predio Tita Matiussi, tal vez un caso único en la historia moderna de un club grande.

Al fútbol, sabemos, se lo señala muchas veces como si fuera un narcotizante social, especialmente en tiempos de crisis como la de estos años. Una especie de “Disneylandia portátil”. De “opio del pueblo”, como fue llamado alguna vez. Justamente el Racing de 2001, también campeón en tiempos de crisis, es la más clara demostración de que la fiesta del fútbol no tiene por qué distraer de otras eventuales obligaciones ciudadanas. Imposible olvidar el caso de los hinchas de la Academia que en 2001 hicieron largas filas para conseguir una entrada y que de allí mismo fueron luego a protestar a la plaza. Si hasta también anduvo por la plaza un jugador del equipo. Ninguno de ellos estaba justamente “lejos del pueblo”.

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