Políticas públicas para combatir la hipertensión

Políticas públicas para combatir la hipertensión

Las complicaciones surgidas por su causa provoca la muerte de más de nueve millones de personas en el mundo. Se ha ganado el mote de “enemigo invisible” porque ataca en el momento más inesperado y a veces las consecuencias pueden ser desafortunadas. La hipertensión arterial (HTA) es uno de los males de nuestro tiempo, un trastorno que ocasiona casi la mitad de todas las muertes por accidente cerebrovascular o cardiopatía. La estadística indica que uno de cada cinco adultos tiene la tensión arterial elevada a nivel mundial. El 17 de mayo se recordó el Día Mundial de la Hipertensión a través del cual se busca promover la concientización y los esfuerzos para prevenir, diagnosticar y controlar la HTA.

Según el último informe del Registro Nacional de Hipertensión Arterial, el 36,3% de los argentinos mayores de 18 años padece esta enfermedad en la que la sangre circula por las arterias con más fuerza que la normal, lo que lesiona tanto al corazón, como a los vasos sanguíneos. Casi cuatro de cada 10 hipertensos (38,8%) desconocen que tiene la enfermedad. Del trabajo se desprende que apenas el 55.5% de las personas con hipertensión arterial se hallaba bajo tratamiento, y solamente una de cada cuatro (24,2%) tenía su enfermedad bajo control.

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Un estudio conjunto de la Sociedad Argentina de Cardiología y la Federación Argentina de Cardiología, divulgado recientemente, mostró el avance de la enfermedad hipertensiva en el país en los últimos años, así como los escasos logros que han concretado en el último decenio. El relevamiento nacional, efectuado, entre agosto de 2015 y marzo de 2016, en el que participaron individuos mayores de 18 años y se realizó en 18 provincias a través de una encuesta que alcanzó a 5.931 individuos que concurrieron a gestionar su DNI a las instalaciones del Registro Nacional de la Personas. Se indica que la prevalencia actual (número de casos registrados) de HTA es del 36,3%, y es significativamente mayor en los hombres (43.67%) que en las mujeres (30,39%).

La Organización Mundial de la Salud recomienda llevar una vida saludable, haciendo hincapié en una nutrición adecuada de niños y jóvenes; reducir la ingesta de sal a menos de 5 gramos al día; comer cinco porciones de fruta y verdura al día; reducir la ingesta total de grasas, en especial las saturadas. Evitar el consumo excesivo de bebidas alcohólicas; realizar actividad física de forma regular y promover la actividad física entre los niños y los jóvenes (al menos 30 minutos al día); dejar de consumo de tabaco.

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Como en todas las cosas que pueden atentar de una u otra manera contra una persona, la prevención es fundamental para combatir este y otros males. Y en ese sentido, la educación es el punto de partida. Por ejemplo, sería positivo si se diseñaran políticas públicas que contemplaran la enseñanza de los principios básicos de alimentación y de salud desde temprana edad; incrementar las horas de educación física en las escuelas y colegios. Realizar talleres para padres en los mismos establecimientos. Se pueden organizar campañas de concientización a través de los medios de comunicación, pero también recorrer las reparticiones públicas, los centros vecinales, las empresas privadas. Tal vez de ese modo, cedan muchos trastornos como la obesidad, la diabetes y males renales y cardíacos. Dicen que es mejor prevenir que curar y ello se logra con el verbo educar.

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