Para recordar a Carlos Gardel le sacaron brillo a la pista

Para recordar a Carlos Gardel le sacaron brillo a la pista

Un homenaje al “Morocho del Abasto” reunió a cantantes y bailarines en el llamado “Sector del tango”.

DE LUJO. Inés Alvo y Martín Concha son profesores de baile de tango. DE LUJO. Inés Alvo y Martín Concha son profesores de baile de tango.
25 Junio 2017

Por momentos, el sol se colaba entre los árboles de la plaza Urquiza y le daba un aire tibio al mediodía. Mario Ahumada era el presentador oficial que iba anunciando a los cantantes y también invitaba a las parejas a sacarle brillo a la improvisada pista. A cada minuto llegaban más bailarines y cantantes dispuestos a homenajear a quien consideran el máximo prócer: Carlos Gardel.

En conmemoración del fallecimiento del “Zorzal Criollo” varias instituciones tangueras celebraron a Gardel con música y danza al aire libre. La mayoría eran hombres y mujeres mayores de 50 años, pero también pudo verse a algunas parejas más jóvenes en acción. Martín Concha (35 años) e Inés Alvo (34) bailan juntos desde hace cinco años. La pareja representó a Tucumán en diferentes festivales realizados en Perú, Chile, Uruguay y también en otras provincias argentinas.

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Apenas llegaron a la plaza, Inés y Martín ingresaron a la pista, mientras en el escenario Alicia González y Daniel Juárez cantaban:

Si supieras,

que aún dentro de mi alma,    

conservo aquel cariño

que tuve para ti...

Quién sabe si supieras

que nunca te he olvidado,

volviendo a tu pasado

te acordarás de mí

Cada uno con su micrófono en mano, Alicia y Daniel cantaron “La Cumparsita” y se robaron los aplausos. Algunos automovilistas curiosos bajaban la velocidad al pasar por 25 de Mayo para ver de qué se trataba. La milonga fue organizada por la Municipalidad de la capital para recordar que Gardel estuvo en San Miguel de Tucumán, en 1919, cuando actuó en el Salón Esmeralda, de calle Muñecas al 200 y promovió a nuevos cantantes locales.

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Al inicio se depositó una ofrenda floral frente a la estatua del “Morocho del Abasto”, en el llamado “Sector del tango” que se inauguró en la plaza Urquiza. Gardel falleció el 24 de junio de 1935 en Medellín, Colombia, en un accidente aéreo. Luego, Raúl “Rulo” Moreno habló sobre la historia del género musical nacido en los arrabales. Dijo que, este año, el tango cumple 100 años, porque fue en 1917 cuando se incorporaron las letras con historias de la vida cotidiana. “La música ya había atrapado a muchos y llegaron las letras para abrazar por siempre a todos los fieles seguidores y fueron las mujeres quienes le pusieron las primeras letras”, precisó.

A la pista

En el escenario llegó el turno de Ario Sosa, un veterano cantante de tango, acompañado por Carlos Pérez, un maestro de la guitarra. El dúo abrió su espacio con “Ventanita de arrabal”.

Todo un caballero, el director de Suri Tango, Ángel Beltrán, se acercó a Nilda Álvarez para invitarla la pista. Otras parejas le siguieron y, en un instante, se formó un grupo de bailarines abrazados con el fondo musical y la voz de Gardel. “Es el símbolo más grande del tango -dijo Martín-; es la voz que llevó el tango por el mundo”. A su lado, Inés resaltó que Gardel le dio una imagen al tango en todo el mundo. “Y el tango es un sentimiento que se baila”, resaltó.

El tango es una constelación de poesía callejera, melancólica y nostálgica de desarraigo, destierro, traiciones y planteos existenciales, donde la vida y la muerte se dan la mano. Pasa a ser entonces un fenómeno social, porque su poesía habla de una síntesis de culturas, credos y costumbres, que refleja la esencia identitaria de nuestra nación.

En el tango conviven los criollos, el lamento de la madre judía, el acaloramiento pasional de los tanos, el determinismo de los árabes, la fatalidad de los gallegos, el talante de los franceses y el latir de los negros.

Cuando se baila tango, queda siempre un vacío, entre el hombre que “lleva” y la mujer que se “deja”, pero que se quiebra y estremece con sus contorneos y cortes al galán que intenta dominarla.

Cantar un tango es contar todo eso; es dar testimonio de espacios comunes que nos unifican: la casa de pensión, el llotivenco (conventillo), la esquina, el bar, el arrabal, las orillas de la urbe, donde se tejen historias, amores, ambiciones, pasiones, en una suerte de escenario común donde nos fundimos y a veces confundimos.

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