Unos hablan de menos, otros de más

Algunos hablan de menos, y otros de más. Y ambos casos, en algunas circunstancias especiales, llevan a generar crisis institucionales o a provocar conflictos políticos-partidarios. Unos ponen en situación de riesgo y de inestabilidad a un poder del Estado arrojándose “resoluciones” o “comunicados de prensa” respecto de expedientes que vinculan a sus familiares, cual si se tratasen de aquellos famosos “carpetazos” de los que se hablan en la política cuando se dice que desde alguna oficina se quiere afectar el prestigio o “embarrarle la cancha” a algún dirigente.

Otros no son muy felices en sus dichos, permitiendo que terceros en cuestión aprovechen la situación inesperada para fijar posiciones partidarias, tal como ocurrió luego de que la presidenta del PJ, Beatriz Rojkés, saliera en defensa de Cristina Fernández diciendo que como el macrismo le teme “resucita a Nisman” para empañarla. Otra suerte de apología del “carpetazo”. Y salieron a cruzarla desde su propio espacio político; lo que no es menor pensando en la discusión interna que se viene en el peronismo después de los comicios nacionales: la pelea por quién conducirá el espacio oficialista con miras a 2019.

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Amenazas de magnitud

La semana que pasó desnudó una pelea interna en la Justicia, en la que afloraron diferencias de gestión entre el presidente de la Corte Suprema y el ministro fiscal. Miradas encontradas sobre cómo manejarse respecto de causas que están siendo investigadas donde sus apellidos, Gandur y Jiménez, aparecen involucrados por actuaciones de sus familiares.

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Visto así parece un problema de puertas adentro; sin embargo, la repercusión fue lo suficientemente significativa como para que algunos se animen a deslizar la posibilidad de una intervención federal para superar el entredicho. Tal vez se pensó que la amenaza de una salida de tal magnitud podría frenar los ímpetus y evitar males mayores en los tribunales, o encauzar las relaciones para que amainen las tensiones.

Lo cierto es que cuando empezó a enrarecerse el clima, y a preocupar por el alcance de las esquirlas del estallido, nadie del poder o de sus cercanías quiso referirse o arriesgar una opinión al tema. Hubo un llamativo silencio. Una prudencia llevada al extremo. Nadie quiso arrojar definiciones públicas sobre lo que estaba sucediendo y qué es lo que realmente está en juego pese a la requisitoria periodística, como ya veremos. Un legislador del oficialismo, vaya por caso, ante la sola mención de que puedan impulsar un juicio político a raíz de la disputa político-institucional-familiar-judicial contestó con un “ni locos”.

En la Cámara preferirían mirar de afuera, a la espera de que la dinámica de los acontecimientos y que una gran dosis de buena voluntad apacigüen los espíritus. ¿Y si un extraño hace un planteo dirigido contra uno de los “contendientes”, qué harían? El ruego es que no aparezca un “loquito” con pretensiones de enjuiciamiento porque deberían pronunciarse obligadamente. Y ya, en mayo del año pasado, la comisión de juicio político archivó una causa contra el ministro fiscal impulsada por el Colegio de Abogados. ¿Protección del oficialismo?

Especulación de máxima: ¿qué sucedería si se promueve un juicio político contra ambos integrantes de la Justicia? El artículo 47 de la Constitución provincial habilita a cualquier ciudadano a denunciar delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones, por delitos comunes o falta de cumplimiento de los deberes de su cargo, contra funcionarios para ser sometidos a juicio político. Cabe señalar que un magistrado llegó a decir del otro que se extralimitó en sus funciones; mientras que el destinatario de los dardos apuntó que actuó dentro de la legalidad y de la legitimidad.

Se podría sostener que a esta altura del impacto público que las investigaciones pasaron a un segundo plano y que a lo que se le presta mayor atención es a la forma en la que se maneja la Justicia en Tucumán. Conlleva una pregunta delicada: ¿la administración de la Justicia está en las mejores manos?

Grieta cortesana

Se suele repetir que los jueces hablan por sus fallos; pero en este caso, los mencionados se dirigieron a la prensa con posiciones respecto de los sucesos judiciales. ¿Quién tiene razón? ¿De qué lado de esta nueva “grieta” cortesana habrá mayor acompañamiento? El silencio de los alrededores del poder fue más que elocuente.

En un diálogo por Whatsapp con la especialista de LA GACETA en temas de la Justicia, Irene Benito, le sugerí que había demasiados temerosos para pronunciarse en ese poder. Y me dio un decálogo de razones sobre por qué no quieren hablar que revela mucho sobre los intereses y los miedos de los integrantes de ese poder: hay gente que no habla porque no quiere jugarse, que no habla por miedo, porque ve que el escenario es muy tenebroso, porque cuida sus intereses, gente que no habla porque tiene la sensación de que no vale la pena -de que hay una mafia por atrás que a lo sumo va a ser cambiada por otra mafia-, que no habla porque ve que las instituciones están muertas, que no habla porque espera que así se caigan esas instituciones, por indiferencia, porque el silencio es una forma de decir algo, hay gente que no habla por vergüenza.

¿Es tanta la crisis en la Justicia, o en los poderes del Estado, que arriesgar una opinión es exponerse a sufrir el escarnio o a perder espacios de poder? Alguien podría decir que hay que barajar y dar de nuevo en esta institución del Estado. Pero es lo que hay, y con eso hay que seguir construyendo la República.

Lealtad que cuesta

Unos callan y otros no saber guardar silencio. Entre los últimos se mencionó el caso de la ex senadora nacional Rojkés. No puede negarse que sigue siendo leal a la ex presidenta; pero los modos en lo que lo hizo no sólo sacudieron la interna del oficialismo local sino que provocó miradas críticas desde sectores sensibilizados por la muerte del ex fiscal Nisman, que acusara a Cristina por encubrimiento en favor de Irán por la causa AMIA.

Beatriz Rojkés, por sus dichos, expone que sigue siendo kirchnerista o cristinista, lo que no está mal ni es cuestionable ya que formó parte de la estructura de poder de los “K” y porque acompañó como titular del PJ las políticas de la gestión anterior. Sin embargo esa fidelidad, por lo que sea, no va de la mano con la costumbre del peronismo de dejar atrás a los que pierden y de buscar nuevos líderes para “renovarse”. Claro, este proceso no es el que está dándose en Buenos Aires, donde una porción del justicialismo más fanatizado con Cristina la reconoce como la única líder y exige ese mismo tratamiento de parte del resto de los peronistas bonaerenses. Historia aparte, pero cuya resolución va a repercutir en el resto de peronismo nacional.

Por estos lares -ya se dijo- el peronismo o los principales “jefes” territoriales le dieron la espalda a la ex jefa de Estado hace mucho tiempo. El cristinismo no corre ahora con la fuerza de otrora por las venas del peronismo tucumano, que está haciéndose una transfusión a la espera de nuevas jefaturas a partir de una eventual renovación del PJ a nivel nacional. Alperovich, por caso, sostuvo en junio de 2016 que nunca fue kirchnerista y que la presencia de José López en la lista oficialista de 2015 se debió a un pedido de la ex presidenta. Era una forma de decir que la imagen de corrupción se la adosaron a la boleta, apuntando directamente a la patagónica.

Ciclos cumplidos

Manzur, por su parte, no bien asumió en el Poder Ejecutivo sostuvo que “hay ciclos que se cumplen” al aludir a su ex jefa, y cuyo gabinete integró como ministro de Salud. “Ya fue”, sintetizó para desplazarla del álbum de figuritas principales. Es decir, mientras desde la cúpula política provincial se alejan de la influencia de Cristina y la ubican fuera de los intereses comarcanos, Rojkés la reconoce como líder. Dos posturas internas. Alguien no está en sintonía con el resto, queda claro. No hay verticalismo en la interpretación de las circunstancias políticas nuevas. De hecho, cuando el gobernador salió a decir que no compartía los dichos de la ex senadora con respecto de Nisman y de Cristina estaba sugiriendo otra cosa. A buen entendedor ...

Rojkés quedó aislada en esa postura, por lo menos en la provincia. Nadie salió a defenderla inmediatamente; ni siquiera cuando luego por Facebook pidió disculpas a los familiares del ex fiscal. Su esposo, el senador Alperovich fue el único que la respaldó, pero no a través de declaraciones o de dichos de terceros, sino con una imagen. Es que en su cuenta de Twitter (@JalperovichOK) publicó el miércoles una foto con la ex primera dama a su lado, durante un encuentro con ex intendentes.

Las imágenes tienen la contundencia de mil palabras. Lo cierto que en medio millar de tuits que inscribió el ex gobernador en la red social, sólo en dos ocasiones más apareció con su esposa: cuando el cordobés Schiaretti estuvo en su casa hace pocas semanas y una de septiembre de 2016 durante un encuentro con comisionadas rurales.

Y un dato no menor para tener en cuenta. Al día siguiente de esa foto “familiar”, el senador publicó otra imagen en la que lo observa dialogando con Gabriel y Pablo Yedlin en su casa. Y hay que mencionar que este último fue uno de los que salió desde el Ejecutivo a respaldar los dichos de Manzur respecto de Nisman.

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