La batalla de Famaillá

La batalla de Famaillá

El famoso encuentro de 1841, según Groussac.

JUAN LAVALLE. Estatua del vencido en Famaillá, erigida en la plaza de su nombre, de Buenos Aires. JUAN LAVALLE. Estatua del vencido en Famaillá, erigida en la plaza de su nombre, de Buenos Aires.
El 19 de septiembre de 1841, en el Monte Grande de Famaillá, el ejército rosista de Manuel Oribe derrotó al de la Liga del Norte contra Rosas, de Juan Lavalle. En su “Ensayo histórico” de 1881, Paul Groussac narra el encuentro.

“No dio una carga el cuerpo de Torres, ni el grueso de la división Pedernera; el mismo Lavalle, el ‘león enjaulado que era menester soltar en la batalla’, como dijo Bolívar, parece que quedó en su jaula, ese día. ¿Estuvo Lavalle deprimido moralmente por alguna previsión misteriosa de la derrota y del próximo fin? ¿No tuvo confianza en su tropa y prefirió evitar la efusión inútil de sangre argentina?”, se pregunta el historiador.

La batalla “se redujo lo siguiente: la acción dio principio con algunas descargas de artillería por ambos lados, y el nutrido tiroteo de los 60 infantes cordobeses, que produjo algún desorden en el centro de Oribe. En ese instante, una división de la derecha enemiga, mandada por el coronel Lagos, cargó de flanco la izquierda de Lavalle; el coronel Salas recibió valientemente el choque y dispersó las dos primeras filas, pero cedía ya ante el grueso de la fuerza enemiga, cuando el batallón ‘Buenos Aires’ acudió en su protección”.

Lavalle “formó en masa el ala izquierda con el centro, y se lanzaba a una de esas cargas que han quedado legendarias, cuando el cuerpo de Salas y el batallón ‘Buenos Aires’, deshechos por Oribe, se arrojaron en desorden sobre su frente de batalla, paralizando el movimiento”. Así, “la derrota se hizo general; el vasto campo del valle de Famaillá se cubrió de fugitivos; Pedernera ganó la serranía por la quebrada de Lules; Lavalle, llevado por Alico, tomó por el camino de Los Horcones; ambos jefes se reunieron en Las Tipas con un grupo de correntinos y veteranos”. Y “los criollos, que tomaron el viento de la querencia, no volvieron a aparecer”.

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