Es tiempo de reconocer a los 23 héroes tucumanos

Es tiempo de reconocer a los 23 héroes tucumanos

Durante la guerra de Malvinas murieron 23 tucumanos. Sus nombres están consignados en el monumento emplazado en Francia al 1.300, espacio verde que por lo general no luce muy bien cuidado. Es esperable que dentro de un mes, cuando se cumplan 35 años del desembarco argentino en las islas, se lo vea de punta en blanco. De nuestros 23 héroes se sabe muy poco. Salvo rarísimas excepciones, las currículas no los suman al panteón de próceres que, del mitrismo a esta parte, cambió poco y nada. En escuelas, colegios y facultades no se dictan clases dedicadas a ellos. Hay una deuda histórica notoria, que se agiganta a medida que pasa el tiempo.

Los 23 encontraron un trágico destino común. Todos servían a bordo del Crucero Belgrano cuando el 2 de mayo de 1982 dos torpedos lanzados por el submarino Conqueror hicieron blanco y mandaron a pique el barco. De las 649 bajas registradas por las Fuerzas Armadas a lo largo del conflicto con Gran Bretaña, 323 se registraron a causa del hundimiento del Belgrano.

Esos tucumanos dejaron padres, madres, hermanos, en algunos casos esposas e hijos; parientes cercanos y lejanos; y, por supuesto, infinidad de amigos. Todos eran jóvenes. Quedaron fotos, cartas, objetos. Les tocó presenciar escenas terribles, fuego sobre el agua gélida de una madrugada en el confín del mundo. Esas memorias se perdieron en el tiempo, como lágrimas bajo la lluvia.

¿Se habrán reconocido la tucumanidad en la inmensidad del buque, mezclados entre los 1.093 tripulantes? Imposible no detectar una tonada tan particular como la nuestra. ¿Habrá aflorado la rivalidad de un Atlético-San Martín, como forma de combatir la añoranza por esa tierra tan lejana y mediterránea que los vio nacer? ¿Con qué forma habrán corrido las sensaciones por la piel de Nieve Condorí, a quien le tocó saltar desde Rodeo Grande, en el corazón de Trancas, hasta la inmensidad de un mar impensado para cualquier tucumano de tierra adentro? A las respuestas se las llevó la guerra.

Hablando de nombres, estos son los 23:

Juan Edelmiro Barrionuevo, Nieve Condorí, Néstor Corbalán, René Escobar, Mario Flores, Juan Rolando Galván, Francisco Gálvez, Mario Luis González, Miguel Antonio González, Marcelino Guerrero, Ángel Ricardo Juárez, Enrique Maciel Talavera, Omar Alfredo Madrid, Manuel Medina, Víctor Nieva, José del Carmen Orellana, Miguel Roberto Paz, Roque Quintana, Oscar Quipildor, Juan Carlos Reguera, José Humberto Rodríguez, José Alberto Romero y Jorge Luis Vélez.

Falta un mes para que vuelva a hablarse de Malvinas. La historia moderna nos acostumbró a tocar el tema con la velocidad de una efeméride, mientras el feriado pasa como uno más. Al tratarse de una cifra “redonda” (35 años) es posible que esta vez se ahonde con mayor profundidad en todo lo que la guerra representó para los caídos y para sus familias; y en lo que representa para quienes el paso por las islas dejó una marca. Se escucharán discursos, habrá actos, entregarán medallas y diplomas. Lo habitual es que al día siguiente la agenda pase de pantalla. Algo parecido se registra en los desfiles, cuando los veteranos son ovacionados y apenas un puñado de horas más tarde nadie se acuerda de ellos.

Malvinas propone una multitud de aristas para el análisis y una de ellas, sin dudas entre las principales, es el proceso de desmalvinización enraizado en la sociedad desde la rendición del 14 de junio de 1982. Lejos de la apología de la guerra -y en especial de esa guerra- es imprescindible que cada tucumano sepa lo ocurrido con sus comprovincianos. Hay 23 historias que valen la pena ser contadas y para eso urge visibilizarlas. Se podrá así exponer esa mezcla de horror y de heroísmo que les supuso encontrar la muerte allá lejos, en el Atlántico helado e implacable, cuando recién se asomaban a la vida.

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