Encrucijadas del “medio término”

Encrucijadas del “medio término”

Las elecciones de medio término suelen ser un dolor de cabeza para los presidentes. Lo que suceda en las urnas en ese momento de su mandato suele definir sus chances de ser reelectos o de transcurrir con más o con menos dificultades el tiempo que les resta en el poder. Por ejemplo, las de 1997 fueron el mojón a partir del cual el menemismo comenzó a desmoronarse. Ese año había hecho su presentación la Alianza entre la UCR y el Frepaso y se impuso en las urnas con un 46,97% de los votos, relegando al justicialismo al segundo lugar, con 36,33%. Dos años después, el PJ perdería la Presidencia. Más cerca en el tiempo, las elecciones de medio término supieron garantizar la continuidad del kirchnerismo en 2005, cuando Néstor Kirchner arrasó en las urnas luego de haber llegado con apenas un 22% de los votos al poder dos años antes. Más tarde, en 2009, los K perdieron un importante caudal de votos, Néstor cayó en la provincia de Buenos Aires y habilitó el surgimiento de otras fuerzas políticas, entre ellas las que terminarían dando fuerza a lo que hoy es Cambiemos y a los que se encolumnan detrás de Sergio Massa, en su mayoría peronistas díscolos a aquel poder.

De ahí la preocupación del macrismo este año. Sabe que debe imponerse en los comicios si quiere seguir en el poder o, más urgente aún, si pretende terminar el mandato con cierta tranquilidad e hidalguía.

Ese instinto de supervivencia se desparrama en todos los distritos del país y sumerge en la desesperación a los protagonistas políticos de estos lares. Ni Juan Manzur ni José Cano están ajenos a la compulsa nacional. A los dos los une un deseo, que no pueden cumplir: evitar pelear una guerra que no sienten suya, pero a la que se ven obligados a aportar hombres y recursos.

El gobernador está concentrado en su gestión, en fortalecer su imagen, en mostrar su capacidad de negociación y en conseguir recursos e inversiones para Tucumán. Ese es su fuerte. El siempre sonriente médico es un seductor. Esquiva chirlos y desplantes a puro empuje y contactos. El mandatario consigue elogios y aire en base a sus aceitadas relaciones. Sin embargo, los comicios de medio término lo obligarían a embarrarse los pies. El mandatario goza del aprecio y del apoyo de popes del sindicalismo nacional y de barones del peronismo bonaerense, como el influyente Fernando Espinoza. Ambos sectores son los que hoy lideran la avanzada opositora a Mauricio Macri desde el justicialismo. El gobernador ya habría mantenido charlas con representantes de esos sectores, que lo cuentan entre los suyos. ¿Cómo hará Manzur para no desairar a sus aliados-protectores y, al mismo tiempo, mantener su discreta, pero buena, relación con la Nación? He ahí su encrucijada. La otra martingala que debe resolver es cómo jugar en Tucumán en la “polla” por las candidaturas, porque si apuesta fuerte por la personal se arriesgaría a pelearse con su creador, José Alperovich. Y si no juega, dirigentes y aliados locales comenzarían a mostrarle la espalda y a mirar de frente al ex mandatario. O al vicegobernador, siempre atento con los “compañeros”. Un influyente sindicalista peronista ya le había advertido que necesita romper el cordón umbilical que lo une a su mentor o que, de lo contrario, en vez de alimentarlo, ese hilo conductor terminará matándolo políticamente. Manzur está entrampado, como Macri, en estas elecciones de medio término que podrían definir su futuro a mediano plazo.

Cano está en las mismas. Tampoco querría pelear esta batalla, pero la Nación quizás necesite que sí lo haga. Si pierde, y no en manos de un Alperovich, tendría que comenzar a olvidarse de lo que hoy observa como un sueño de gobernación dentro de dos años. Su salvoconducto era Silvia Elías de Pérez, que también se habría negado a dar la cara. ¿Y Domingo Amaya? Quiere, pero significaría otro brete para el radical, que corre el riesgo de empoderar a su ex compañero de fórmula Además, en la Nación temen que las denuncias contra el peronista afloren en la campaña. Germán Alfaro está al margen de las candidaturas por su cargo ejecutivo y su esposa, Beatriz Ávila, calza perfecto en segundo término, pero ponerla a la cabeza es un riesgo. Así, ningún líder opositor encabezaría la lista de Cambiemos en Tucumán, que necesita una gran cabeza para sumar diputados a la corona nacional. Hoy el sello de Macri está devaluado, de la mano de la economía en crisis y la sociedad empobrecida. No basta con la foto del Presidente a la par de una cara poco conocida para garantizar el triunfo. Cano, como Macri y Manzur, se rifa su porvenir.

El problema es que, hasta aquí, ninguno parece haber encontrado la salida del laberinto que ellos mismos armaron.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios