Ante lo imprevisible, “respirar profundo”

Ante lo imprevisible, “respirar profundo”

Numerosos interrogantes plantea este presidente fuera de libreto. Por Martín Bialecki - DPA.

PRIMERA JORNADA. Donald Trump y su esposa Melania, ayer, en una ceremonia en la Catedral de Washington. PRIMERA JORNADA. Donald Trump y su esposa Melania, ayer, en una ceremonia en la Catedral de Washington.
22 Enero 2017
WASHINGTON.- Impetuoso, rápido y radical: Donald Trump se convirtió en el presidente número 45 de los Estados Unidos y lo hizo en medio de una de las mayores protestas populares de la historia del país.

Ayer, en su primer día en el cargo, cerca de medio millón de personas, según cálculos previos de la organización, clamaron contra Trump en un escenario con fuerte carga simbólica: el National Mall, la explanada en la que están los monumentos a George Washington y Abraham Lincoln. Sus índices de aprobación están muy lejos de los de sus últimos antecesores. Así y todo, en el magnate inmobiliario de 70 años descansan las esperanzas de sus millones de votantes.

Trump anunció cambios profundos y fundamentales, que fueron uno de los desencadenantes de las protestas. Muchas cosas cambiarán a partir de hoy:contenidos, cultura política, estilo, comunicación, quizá incluso partes del sistema.

Para estos primeros 14 días está previsto un ceremonial diario de firmas, posiblemente en forma de decretos presidenciales. Tan pronto como asumió, cumplió su promesa electoral y ordenó “aligerar las cargas del Obamacare”, lo que atenta contra la reforma de salud que fuera uno de los estandartes de la gestión Obama.

Entre los propósitos de Trump están también inyectar miles de millones de dólares en la infraestructura del país, implementar una gran reforma impositiva y renovar el sector energético. Además quiere construir un muro en la frontera con México y hacer que el país vecino pague por él.

En cuanto a regulación y desregulación, quiere endurecer las leyes migratorias, flexibilizar el mercado laboral, dar marcha atrás a algunas leyes medioambientales y regular de forma distinta las telecomunicaciones e Internet. Trump recibe de su antecesor muy buenas cifras de empleo.

En política exterior, el republicano busca redefinir la relación con Asia, sobre todo con China. En Cercano Oriente, quiere hacer todo distinto y acabar rápidamente con el terrorismo internacional, ser más duro con Irán y cambiar el modelo comercial con Sudamérica. Por su parte, Europa también se prepara para tiempos más duros, sobre todo tras las críticas de Trump a la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Trump quiere hacer todo distinto y cuanto antes. Pero se enfrenta al menos a tres problemas previsibles. En primer lugar, su “tren rápido” de reformas cuenta con maquinistas bastante inexperimentados en comparación con los de los cinco últimos gobiernos. Todos ellos contaban con más experiencia en cuestiones de gobierno y asuntos militares. Trump, al igual que muchos de los miembros de su gabinete, nunca ocupó un puesto político.

El segundo problema: Estados Unidos es una democracia que no podrá gobernar desde el piso 26 de su torre en Manhattan. Los procesos de aprobación de leyes llevarán mucho más tiempo del que le gusta perder al “dealmaker” o hacedor de acuerdos. En tercer lugar, Trump jamás tuvo un jefe. Pero debe saber que nadie logra manejar políticamente el país sin el Congreso. Trump podría seguir el ejemplo de Obama y decidir muchas cosas por decreto. Pero las cuestiones más importantes requieren del Senado y la Cámara de Representantes.

En dos años habrá elecciones de medio tiempo en el Congreso. Los electores le recordarán al presidente que un gobierno federal no puede hacer mucho sin el apoyo de los estados. La mecánica de la política estadounidense se asegura que el margen para que un nuevo presidente pueda tomar decisiones sin pasar por el Congreso sea estrecho, aunque Trump al menos contará con mayoría republicana en las dos cámaras y en la mayoría de los estados.

Hay temores a una autocracia en la era Trump en la que los medios críticos y los derechos civiles sean reprimidos, a que se constituya un Estados Unidos en el que el racismo vaya en aumento y en el que se pierdan muchas de las conquistas de las dos presidencias de Obama.

Sin embargo, ese es justamente uno de los motivos por el que muchas personas votaron a Trump. Por otra parte, importantes miembros de su futuro gabinete han asumido otras posiciones que las que defiende su propio jefe. Muchos de sus futuros ministros han rechazado, por ejemplo, las torturas, criticado a Rusia y valorado alianzas internacionales.

En este aspecto, será decisivo quién obedecerá a quién. Y esto vale también para la relación con Rusia. Si bien la postura de Trump ante el presidente ruso, Vladimir Putin, ha sido comparada con un coqueteo, probablemente el Congreso y el gabinete tengan otra relación con Rusia. Posiblemente Rex Tillerson (Departamento de Estado) y James Mattis (Departamento de Defensa) sean voces de cordura en el Gobierno, mientras que Trump alentará temores sobre una alteración del orden mundial con sus mensajes nocturnos en Twitter.

Sin embargo, la Casa Blanca no es un molde preestablecido: cada presidente suele armar su estructura como desea. Aún está poco claro quién apretará qué botones en la maquinaria política del ex empresario. ¿Y qué papel desempeñará el vicepresidente Mike Pence?

El portal “Politico” cree que hay que relajarse más con Trump y que los que se preocupan por sus exabruptos o su carácter juegan su juego. Incluso considera que periodísticamente habría que empezar a tratarlo más como a un presidente normal y medirlo por sus actos. “Deberíamos respirar profundo todos”, aconseja.

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