El país tiene un ministro de Finanzas; todavía no asumió el de Hacienda

El país tiene un ministro de Finanzas; todavía no asumió el de Hacienda

10 Diciembre 2016

Marcelo Batiz - Agencia DyN

BUENOS AIRES.- El temor del presidente Mauricio Macri de tener una gestión condicionada por un “superministro” de Economía lo llevó al otro extremo, en el cual las responsabilidades desperdigadas entre muchos ministerios, sin coordinación, marcó un primer año de administración con más errores que aciertos.

La eterna tensión entre la cantidad y la calidad se vivió en estos doce meses con situaciones que se hubieran resuelto con una conducción más o menos similar a la que los gobiernos argentinos tuvieron desde 1958, cuando Arturo Frondizi fusionó Hacienda, Industria, Comercio, Agricultura y Ganadería en el, por entonces, flamante Ministerio de Economía. La única excepción, la de la dictadura de Roberto Viola, hubiera servido de lección en caso de haberse molestado en repasar la historia reciente.

Pero a pesar de estar liberado de trabajos asignados a otros colegas, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, descuidó temerariamente la primera de las áreas para concentrar sus esfuerzos en la segunda. Junto a Luis Caputo, emprendió una tarea que hasta días antes de la asunción de Macri muchos consideraban imposible. Levantó el cepo cambiario en una semana, retomó las negociaciones con los “fondos buitre” y le puso fin al default (cesación de pagos) en tiempo récord. Esto permitió el regreso de la Argentina al mercado de capitales.

No obstante, sin un desempeño eficaz en el área de Hacienda, la mejor de las gestiones que pueda tenerse en Finanzas no rindió los resultados esperados. Y hasta puede terminar siendo contraproducente, ya que, en definitiva, el endeudamiento se destina a hacer frente a un déficit primario que no para de crecer.

En los primeros diez meses del año hubo un aumento interanual del 66% del déficit financiero y del 70% del primario respecto de los niveles de 2015, paradoja de una gestión que se propuso reducirlos.

Ese déficit se financió con tres fuentes diferentes. Primero con endeudamiento, que encendió señales de alarma si se vuelva a tornar recurrente. En segundo, aunque se intente disimular, está la emisión monetaria, si bien en niveles más acotados que durante el kirchnerismo. La tercera vía es la licitación de Letras del Banco Central (Lebac), que alcanzaron una dinámica difícil de controlar. Hoy el stock de Lebac supera a la base monetaria, tras haberse incrementado un 151% desde la asunción de Macri. El endeudamiento, la emisión monetaria y el déficit cuasifiscal han caracterizado a la historia económica argentina, pero pocos gobiernos como el actual cargan con la dudosa distinción de concentrar a los tres en una sola gestión.

La normalización del Indec, tras nueve años de manipulación delictiva, es un logro digno de mención, pero decir la verdad no es algo exclusivo de la Economía, sino un compromiso político y moral del Estado ante la ciudadanía. El Indec no establece políticas económicas, informa sus resultados. Y estos son una inflación del 40% interanual, una pobreza que abarca al 32% de la población e indicadores sectoriales que dan cuenta de caídas generalizadas en Industria, Construcción, Consumo y Actividad Económica. Y aquí los yerros de Hacienda se extienden a todos los rincones: con el propósito de reactivar el consumo, se eleva el gasto público a niveles tan altos que tornan inconveniente hasta la más tenue garúa de inversiones.

La gobernabilidad

Con minoría en las dos cámaras, y con cuatro de cada cinco gobernadores en la oposición, Macri estuvo, está y, seguramente, estará el resto de su mandato condicionado por los reclamos de provincias, de legisladores y de sectores sociales. En ese contexto, gran parte del gasto es el precio de la gobernabilidad. Motivo más que suficiente para contar con una conducción económica con la convicción y la fortaleza necesarias para decir “no” en determinadas ocasiones. Eso es lo que falta y, para encontrarlo, no hay otra opción que centralizar las decisiones de política económica. Muchos enanos no reemplazan a un gigante.

Las decisiones sobre las tarifas de servicios públicos pasaron por Juan José Aranguren y Guillermo Dietrich, ministros de Energía y de Transporte. Los beneficios en la liquidación del IVA a las PyME los anunció Francisco Cabrera, de Producción. Rogelio Frigerio, de Interior, está al frente de las negociaciones para la devolución a las provincias de la coparticipación retenida para financiar a la Anses. Jorge Triaca, de Trabajo, y Carolina Stanley, de Desarrollo Social, fueron los encargados de informar sobre el aumento de la Asignación Universal por Hijo y el reintegro de parte del IVA a sectores vulnerables. Por no hacer referencia a la eliminación de retenciones al agro, a la minería y a la industria, y la disminución gradual de los derechos de exportación de la soja, tarea en la que Macri no quiso compartir cartel con ninguno de sus ministros. Todos asuntos vinculados directamente con el Ministerio de Hacienda. Como también lo son los subsidios y el agujero negro del déficit fiscal.

Las idas y vueltas con las tarifas de gas desembocaron en la judicialización ¿Cómo se explica que, después de todo el escándalo en torno de los aumentos de tarifas, los subsidios crecieran este año más que en 2015?, ¿y que para 2017 se proyecta un gasto en la materia de $ 263.000 millones?

Las preguntas no son para nada ociosas si se tiene en cuenta que el Gobierno aseguró que la inflación del primer semestre obedeció en gran parte al sinceramiento tarifario. Hubo demasiada modestia luego de las promesas del segundo semestre y de los “brotes verdes”, y que los ingresos del blanqueo sólo servirán para postergar la toma de decisiones cruciales.

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