Los "hijos de la calle" quieren salir de la droga

Los "hijos de la calle" quieren salir de la droga

Chicos que concurren a la escuela hablan de la situación de los que viven sin reglas. Aunque a veces les envidian la libertad, los alumnos saben que detrás de los desertores hay historias de soledad y carencias.

ADICTOS Y SOLITARIOS. Los “hijos de la calle” se vuelcan al consumo de estupefacientes y alcohol en las esquinas de barrios de la periferia. la gaceta / foto de FLORENCIA ZURITA (archivo) ADICTOS Y SOLITARIOS. Los “hijos de la calle” se vuelcan al consumo de estupefacientes y alcohol en las esquinas de barrios de la periferia. la gaceta / foto de FLORENCIA ZURITA (archivo)
29 Noviembre 2016
La gorra, el pantalón deportivo y las zapatillas -costosas- de marca suelen ser su uniforme. Patean la calle todos los días porque allí se sienten en casa. Sus pares son quienes los contienen y guían. “Meten caño” y se queman los dedos -y la boca- con el “paco” si hay pocas monedas. Conocen la noche y sueñan por la mañana. La escuela, para ellos, es un recuerdo borroso. Son los jóvenes a los que el fiscal Diego López Ávila llama “los hijos de la calle”, a los que el resto de los adolescentes les envidian “la libertad”.

“Sí, claro que conozco chicos que dejaron de ir a clases. Son amigos que iban a la Ricardo Gutiérrez (Perú 577). La mayoría de ellos tenían problemas familiares o cayeron en la droga. De ahí a salir a robar hay un paso”, cuenta a LA GACETA M., un adolescente de 15 años que, tras el horario de salida del Colegio Nacional, se quedó gambeteando compañeros y árboles con una pelota en la Plaza Urquiza. Lo que cuenta se asemeja a la hipótesis del fiscal: cuando no hay contención en la escuela o en la familia, suelen caer en el alcoholismo o las drogas.

“Tengo amigos del barrio Alejandro Heredia que dejaron la escuela hace bastante. Creo que ni siquiera lo decidieron. Hace un par de años quedaron libres por faltas y los padres no les dijeron nada. Entonces ellos no volvieron más”, explica R., de 16 años. Se trata de un adolescente que no dejó la escuela, pero que afirma que a veces envidia a los que lo hicieron. “Sí, a veces agarro los libros y no entiendo para qué me pueden servir algunas cosas que nos quieren enseñar. Yo me llevo cinco o seis, y después las rindo en diciembre. No pasa nada”.

Envidia y prejuicios

Por otro lado, según el fiscal, aunque parezca que todos los “hijos de la calle” son de barrios carenciados, lo cierto es que hay muchos que pertenecen a la clase media. Lo que los identifica, entonces, no es la pobreza sino la falta de contención. Y eso se puede palpar, incluso, en las palabras de algunos jóvenes que no abandonaron los pupitres pero saben de carencias -económicas o afectivas- y de llenar vacíos con algo que no los haga pensar.

“Está todo bien con esos pibes. Tienen códigos, no te roban si te conocen del barrio. Lo único que quieren es drogarse. Yo no me drogo, pero los entiendo. Es como cuando querés salir viernes, sábado y domingo, y por ahí no hay plata. Entonces juntás una moneda con tus amigos, te comprás un par de vinos en caja y te los tomás rápido en la esquina, para emborracharte más rápido. Esa es la idea”, aporta N., de 17.

Los conocen. Los entienden. Les envidian esa vida nocturna, sin obligaciones, sin despertadores y sin guardapolvos. Pero sólo eso, ya que admiten que esa forma de vivir no es maravillosa ni mucho menos.

“No te voy a mentir, sería lindo no tener que levantarse todos los días a las 6 de la mañana. Pero hay cosas que no están buenas. Ponele, algunos tienen muchos hermanos y no hayn comida para todos, o no pueden comer más de una vez. En Villa 9 de Julio hay un montón de esos casos”, graficó T., de 15 años.

“Yo en cambio, conozco dos vecinos a los que no les falta plata. Ellos quedaron con sus abuelos cuando sus padres murieron en un accidente y lo mismo roban, aunque no lo necesiten”, agregó E., de 15.

Pedido de ayuda

Aunque los envidien, muchas de los “hijos de la calle” quieren salir de ese mundo, como quedó claro en dos casos recientes. “Yo consumo, pero quiero salir, me gustaría que me ayuden”, contó un adolescente de 16 años de Villa Mariano Moreno, después de que su hermano -Hugo Daniel Balborín, de 19 años- fuera asesinado cuando iba a comprar droga. Por otro lado Lucía, la madre de “Huguito” Cáceres -el joven que murió junto al agente Leandro Mayer cuando quiso asaltarlo-, contó que tiene un hijo recuperandose de sus adicciones en Buenos Aires y que no quiere regresar “para no volver a caer” en la droga y la delincuencia.

Juan Pablo Lichtmajer, el ministro de Educación provincial, explicó a LA GACETA que desde su cartera existen protocolos de actuación que se deben llevar a cabo ante un caso de deserción escolar, sobre todo cuando se trata de alumnos que abandonan la escuela -lugar que los debe contener, junto al hogar familiar, según el fiscal Diego López Ávila- porque caen en la delincuencia o en las adicciones. Además, señaló que todo el trasfondo de esta problemática (pobreza, violencia, adicciones a las drogas o el alcohol) se atiende desde un abordaje integral.

“El primer paso implica que, de manera inmediata, la directora del establecimiento debe poner en conocimiento de la situación a la persona encargada de la supervisión de su zona. Desde allí se solicita la asistencia de equipos especializados de distintas áreas como psicólogos, pedagogos y asistentes sociales, que dependen del Servicio de Asistencia Social Educativa y del Gabinete Pedagógico Interdisciplinario”, relató Lichtmajer.

Según añadió el ministro, para cada caso se arman dos equipos de profesionales que deben atender la cuestión personal y la escolar. “Mientras un grupo se pone en contacto con el menor y con su entorno familiar, otros profesionales actúan en la contención de la comunidad educativa”.

Abordaje integral

Por último, Lichtmajer señaló que se intenta resolver la problemática de fondo desde un enfoque integral, no sólo desde su cartera, sino con referentes de los distintos ministerios.

“En articulación con Desarrollo Social, Salud, y Gobierno, Seguridad y Justicia, se puso en marcha desde hace un año una serie de proyectos que apuntan a concientizar, incluir, detectar y actuar en casos de riesgo que requiera una atención interdisciplinaria. Entre ellos se encuentran las capacitaciones a docentes y alumnos contra la violencia, los programas ‘La escuela de mi barrio’, ‘Noviazgo sin violencia’, ‘Prevención de bullying’ y ‘Escuelas Solidarias’, entre otros”

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