El espejo negro de los foros
Quizás ninguna producción televisiva o cinematográfica haya reflejado con tanto dramatismo como Black Mirror (Espejo Negro) la forma en que la tecnología afecta nuestras vidas.

Con la acidez implacable que caracteriza a los británicos en sus creaciones artísticas, los guiones futuristas de Black Mirror, en su mayoría del talentosísimo Charlie Brooker, refieren a que la tecnología tiende muchas veces a sacar lo peor de nosotros. “Todos los episodios (independientes entre sí) son acerca de la forma en que vivimos ahora y la forma en que podríamos estar viviendo en 10 minutos si somos torpes”, resumió Brooker en una entrevista.

La serie, producida inicialmente por Channel 4 (canal público británico promotor de creaciones independientes) y desde 2015 en poder de Netflix, aborda en varios episodios el tema de las redes sociales, las consecuencias de su uso irresponsable, el abuso y el acoso que se ejerce allí sobre otras personas, la impunidad con que se juzga, se castiga y hasta se mata en nombre de una falsa y mentirosa democracia digital.

La tecnología ha masificado la información y el saber, ha democratizado mucho más la posibilidad de opinar, de reclamar o denunciar, de disentir o de apoyar, ha facilitado las comunicaciones y las ha acelerado a niveles de inmediatez. Ha acercado y conectado a personas que hace sólo 20 años nunca más se hubieran vuelto a ver o a saber de ellas. Se ha acortado un millón de veces la distancia entre la oferta y la demanda, comercial, afectiva, solidaria, informativa o de cualquier tipo.

Pero también está causando estragos en otros órdenes. Ha nivelado, en general, hacia abajo el nivel de los debates, ha exacerbado la violencia y la brutalidad, ha puesto a la par valores incompatibles del “mundo real”, donde comparten el time line un video del Chavo con el de una decapitación y, sobre todo, ha amplificado escandalosamente la impunidad. Estafadores, pedófilos, terroristas, violadores, asesinos, calumniadores seriales, psicópatas y delincuentes de toda calaña han extendido sus tentáculos con una facilidad oprobiosa.

Este problema preocupa desde hace tiempo a gobiernos, agencias de inteligencia, fuerzas de seguridad y funcionarios judiciales de muchos países.

Millones de personas creen que ejercen sus derechos y libertades a pleno en esta nueva democracia digital, sin percatarse que en realidad muchas veces son víctimas de operaciones encubiertas a gran escala, económicas o políticas, y otras veces arrastradas como ganado por miedos inculcados, psicosis colectivas, ansiedades extremas -la neurosis estrella en estos tiempos veloces-, y otros tipos de patologías masivas que en internet se contagian a la velocidad de la luz.

Algunas estampidas surgen de forma espontánea, como cuando un bromista dispara en WhasApp alguna alerta inventada y luego se masifica, y otras estampidas ocurren porque fueron quirúrgicamente planificadas.

La Casa Blanca intenta desde hace unas semanas dilucidar hasta dónde influyeron en el triunfo de Donald Trump las decenas de noticias falsas que circularon por internet antes de las elecciones norteamericanas. “Si me presentara, lo haría como republicano. Son el grupo de votantes más tonto que hay en el país. Se creen cualquier cosa que salga en Fox News. Podría mentirles y se lo tragarían, estoy seguro de que mis resultados serían espectaculares”. Esta es una de las falsas declaraciones de Trump que se difundieron por las redes, atribuidas a una supuesta entrevista con People en 1998.

El gobierno estadounidense está ejerciendo una fuerte presión para que haya más control sobre la información falsa en las redes. Twitter y Google ya anunciaron medidas para reducir los ingresos publicitarios de las páginas que difunden mentiras, mientras que en Facebook se muestran más reticentes. Hay mucho dinero en juego.

Es difícil medir hasta dónde se pudo alterar una elección presidencial, pero otras consecuencias nefastas son fáciles de probar. Varios incidentes de violencia contra inmigrantes ocurrieron luego de que se difundió falsamente que los Clinton empleaban a inmigrantes ilegales. Y así hay cientos de situaciones en todo el mundo.

Mentiras por clicks

Hace poco se descubrió que en la ciudad de Veles, en Macedonia, a 35 kilómetros de la capital, Skopje, vive una importante comunidad universitaria que se gana el sustento generando clicks en internet con informaciones falsas. Para las elecciones de EEUU hicieron, por ejemplo, páginas como Trumpvision365.com y USConservativeToday.com donde publicaron todo tipo de mentiras que generaron mucho tráfico. Y en el modelo de negocios de la internet actual tráfico es igual a dinero. Estos chicos vieron que las noticias de Trump eran mucho más compartidas que las de Hillary y que además Facebook paga más por usuario en EEUU ($12,43) que en Europa ($3,98).

De acuerdo a una investigación de BuzzFeed, los macedonios también inventaron noticias de izquierda pero no consiguieron tanto tráfico. Cuando no hay sucesos importantes, estos estudiantes crean noticias deportivas, siempre escandalosas, asombrosas e impactantes para conseguir millones de clicks.

Con diferentes escalas y objetivos, estas operaciones ocurren en casi todos los países y ciudades del mundo, algunas espontáneas y otras armadas.

El toque de queda que iba a imponer Gendarmería en Tucumán, a propósito de la muerte del cura Viroche, es un ejemplo reciente y local de operaciones falsas que circulan por las redes y que la gente reproduce ingenuamente.

Un juez contra LA GACETA

La Corte Suprema de Tucumán emitió esta semana un fallo inédito a favor de la libertad de expresión, al desestimar la demanda de un juez contra LA GACETA, por comentarios de terceros en los foros digitales del diario.

La sentencia le sacó la coronita al juez Alfonso Arsenio Zóttoli, que se sirvió de recursos del Estado para defenderse de críticas de la gente y obtener además algún rédito económico, algo que no puede hacer cualquier ciudadano, y también a otros jueces que fallaron corporativamente a favor de este, en la primera y segunda instancia de la demanda.

Traducido al lenguaje de la calle, en estas instancias los jueces entendieron que el diario estaba obligado a proteger a Zóttoli de las críticas que efectuaban terceros en los foros.

Los vocales Antonio Gandur, Antonio Estofán y Daniel Posse entendieron que LA GACETA no puede responder por las expresiones de los foristas que constituyen, en términos generales, juicios de valor sobre el actor y su desempeño como magistrado en ejercicio de la libertad de expresión.

La sentencia también aclara que el demandante tampoco aportó pruebas técnicas que vinculen a los foristas con el diario y compararon el caso con situaciones análogas, como las cartas al director o las solicitadas.

Tal vez, lo más interesante de este fallo, que sienta un novedoso precedente, no es que separa a los medios del Black Mirror de los foros, sino que lejos de avalar el “viva la pepa” en los comentarios, abre una puerta nueva y señala que son los foristas los autores de las opiniones y no el medio en el que la formulan, sea LA GACETA, WhatsApp, Facebook, Twitter o un blog.

Es decir, si Fulano injuria a otra persona por WhatsApp, o difunde fotos y videos que lo afectan, y este mensaje luego se viraliza, la víctima no debería demandar a la red social sino al autor del mensaje. Y en ese caso, la responsabilidad del medio llega sólo hasta la colaboración en la identificación del usuario investigado, como hacen Facebook o Twitter cuando reciben una denuncia.

En este sentido, entendemos que la Corte local ha hecho una gran contribución para avanzar contra los Black Mirror de internet, para que cada quien se haga cada vez más responsable de lo que dice o publica y que se avance en los filtros contra el anonimato malintencionado, los calumniadores seriales, los violentos, las operaciones encubiertas, las noticias falsas y un sinnúmero de delitos.

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