Acobardados por la encerrona macrista

Acobardados por la encerrona macrista

Se sacaron las caretas y ratificaron que el diálogo y la institucionalidad finalizan cuando están en juego intereses políticos. En una ráfaga, oficialistas y opositores le corrieron el velo a la mentira en la que habían vivido, obligados, bajo el pretexto del Bicentenario.

Fueron dos jornadas agitadas. El viernes, el macrismo desnudó que tiene entre ceja y ceja ganar los comicios legislativos de 2017 para apuntalar la gobernabilidad, acabar con las costosas alianzas circunstanciales en el Congreso y llegar con chances de reelección en 2019. El sábado, el oficialismo tucumano tuvo un deja vú de las vivencias de 2015: abroquelado y a la defensiva, tuvo que volver a plantarse.

El que más se sorprendió por el puñal del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, fue Juan Manzur. El gobernador hizo de todo para acercarse al macrismo. Condenó al kirchnerismo, toleró desplantes y críticas y sin embargo siempre sonrió. Justamente a Frigerio había sido a quien más se había acercado. El tucumano hubiese esperado ese ataque de cualquier otro funcionario, pero no de él. Por eso desde el viernes se muestra aturdido. De sopetón, le hicieron entender que el fantasma del fraude reaparecerá cada tanto; más aún en el inicio de un proceso electoral. Es el precio a pagar tras haber ganado en unos comicios bochornosos.

El trípode de poder del oficialismo cayó por primera vez en la encerrona macrista. De a poco, los opositores tucumanos comienzan a obligar a Manzur, al vicegobernador Osvaldo Jaldo y al senador José Alperovich a ponerse en guardia. Y a mirar de otra manera las elecciones de diputados. ¿Podrá prescindir el Frente para la Victoria local de sus principales figuras? Hasta aquí, la idea es la de apostar a la estructura del peronismo para traccionar votos. Pero la embestida opositora puede hacerlos recapacitar. No es casual que el viernes, intendentes hayan cuestionado ante el ministro del Interior, Miguel Acevedo, la posibilidad de que el secretario General de la Gobernación, Pablo Yedlin, encabece la lista. O que el sábado, en el asado para evocar el triunfo en Ranchillos, hayan faltado una buena cantidad de legisladores, de la capital y del interior. Más sugestivo aún es que no se haya visto en las mesas regadas con cortes de vacíos y chorizos al ex senador Sergio Mansilla. El ex arquero es uno de los dirigentes más cercanos a Alperovich. También es llamativo que uno de los parlamentarios que cimentó la campaña de Manzur, como Juan Antonio Ruiz Olivares, haya jugado hasta último momento con el misterio. El monterizo estuvo esa mañana en la comuna de Villa General Belgrano, junto a una quincena de delegados rurales y al secretario de Vivienda de la Nación, Domingo Amaya. Tras pronunciar un discurso en el que arengó a los comisionados a no sentirse rehenes de nadie, el ex secretario parlamentario en la Legislatura investigada por las valijas con millones se despidió de Amaya y partió presuroso hacia Ranchillos. Algo similar hicieron los mellizos Orellana. Ya sobre el mediodía, el diputado José y el legislador Enrique -además de la intendenta Patricia Lizárraga- degustaron unas empanadas en Famaillá con el funcionario macrista. Luego, sí, fueron al convite oficialista.

Las ausencias y las llegadas tarde confirman que Manzur sigue siendo un producto híbrido, que hoy no hay una conducción política que marque el rumbo del PJ y que, de no mediar un cambio, la orfandad puede ser el principal rival al que deba enfrentarse el oficialismo en los comicios. Por eso, más de uno reclama que Alperovich sea el candidato. Igualmente, que los aliados a la Casa de Gobierno piensen nuevamente en el ex gobernador es el primer éxito de la arremetida macrista. La del sábado, aunque intenten posicionarla como una muestra de fortaleza, es la mayor exhibición de debilidad política que podía dar el oficialismo: acobardado por el desaire del Gobierno nacional, Manzur volvió a los brazos de Alperovich.

El macrismo ratificó el viernes que apostará a la pata peronista: hubo más presencia de justicialistas que de radicales y extrapartidarios en el lanzamiento de la mesa provincial de Cambiemos. Y eso sigue generando roces internos. A la previsible ausencia del sector radical liderado por el legislador Ariel García se sumó el faltazo de la senadora Silvia Elías de Pérez. La legisladora -renunció a la banca- más votada en la capital en 2015 sigue sin digerir esa decisión de José Cano y opta por no aparecer en fotos junto a Amaya y al intendente Germán Alfaro. La pregunta es cuánto más podrá extender ese capricho, teniendo en cuenta que el PRO y la UCR ya eligieron.

Una de las premisas macristas es desactivar las internas y evitar las PASO. Con ese propósito hubo dos movimientos esta semana. El primero tuvo lugar el miércoles, en la Capital Federal. Por más de dos horas, después de las 19 en el restaurant Rond Point, Alfaro y Amaya volvieron a hablarse cara a cara después de un año. Se dijeron lo que cada uno tenía para decir del otro y acordaron limar las diferencias. Suena lógico, porque el ex intendente quiere ser candidato a diputado y su sucesor aspira a colar en el segundo lugar de la lista a su esposa, Beatriz Ávila. Como corolario, el viernes Alfaro acompañó a Amaya a un acto en Bella Vista. El segundo episodio también involucra a Amaya, pero suma a Cano y a Frigerio. El canismo demandó al ex kirchnerista ante su jefe porque en los letreros de obras de vivienda que colocó en el interior se les pasó un detalle: mencionar al Plan Belgrano. Lo curioso es el diseño en computadora de los avisos tenía inscripto ese logo. Frigerio debió interceder para frenar esas travesuras con un reto a Amaya.

El oficialismo tucumano puede tomar el repentino exabrupto macrista como un aprendizaje y como una advertencia. Aprendizaje, porque demuestra que a Manzur de nada le sirvió su esfuerzo por alinearse al Gobierno nacional: es y será considerado un rival. Advertencia, porque puede demostrar que, el año que se viene, la prioridad de Mauricio Macri será alimentar a los distritos aliados. Y claramente el sábado, con la foto bajo los brazos de Alperovich, el gobernador corroboró que sigue siendo lo que alguna vez fue.

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