Los signos presentes en una ausencia
En el complejo sistema de signos que utilizan las distintas expresiones artísticas, la ausencia de alguno encierra un mensaje determinado. Lejos está de ser un hecho aleatorio, casual o un olvido; por el contrario, en términos espectaculares, ese vacío está (o debería estar) cargado de significación.

El mes que está concluyendo tenía programados dos eventos teatrales. El uso del pasado en el verbo tiene su justificación: ambos se levantaron y no se realizarán este año, cada uno por sus propias razones. Los programadores e impulsores, en vez de cargar las culpas hacia otro lado, decidieron doblar la apuesta, corregir los errores y reprogramarlos, ya para 2017.

El primero en el tiempo iba a ser el festival Pura Escena que la fundación Catorce Almas (con Fernando Ríos Kissner como mascarón de proa) había previsto en El Árbol de Galeano. La iniciativa era tentadora: la fiesta estaba abierta a elencos que presentasen adelantos de obras con escenas de entre 10 y 20 minutos; la que resultase premiada recibía un reconocimiento en efectivo y tenía asegurada la coproducción del texto para la próxima temporada, con espacio y apoyo concreto.

La convocatoria sólo atrajo a cuatro grupos que presentaron los videos a la preselección; varios más se motivaron con la idea y comenzaron a ensayar, aunque no llegaron a tiempo. Ante la escasa respuesta, se decidió directamente citar a dos grupos para que integren la futura grilla de El Árbol, y desactivar el festival. “Estamos convencidos de que es una buena idea, pero movilizar a la comunidad teatral detrás de este proyecto no resultó -se sincera Ríos-. Puede hacer múltiples lecturas de las causas: hacia adentro, pensamos que la fecha no fue la más acertada o que no fuimos lo suficientemente claros; y hacia afuera, el desinterés habla por sí solo de cómo estamos. Tucumán necesita más festivales independientes, no puede reducirse todo a la fiesta provincial”.

La referencia se dirige hacia el certamen competitivo que organiza el Instituto Nacional de Teatro y que tendrá lugar a principios de diciembre en distintas salas. De él se elegirán dos obras que participarán de la Fiesta Nacional del próximo año, en provincia a definir.

Las palabras del activista cultural dicen más de lo que pronuncia. Hablan del agotamiento de muchos teatristas en la recta final de una temporada mala en líneas generales, con poco público en las salas (menos del habitual, como es común en los momentos de crisis económica) y las pocas energías que quedan para encarar algo nuevo en el último trimestre. Pero él no mira ni responsabiliza al otro; reflexiona, piensa y rediseña, reacciones que serían importantes para los funcionarios públicos que, cuando algo no sale como lo esperan, simplemente lo archivan.

Al contrario, redobla apuestas. Ahora lanzó, junto con Martín Giner, una convocatoria para dramaturgos nóveles de la región para un ciclo de teatro semimontado. Las 10 obras premiadas serán también editadas en papel, para potenciar su circulación en un primer tomo de la colección “Dramaturgia emergente”.

El interior existe

El otro proyecto postergado es el Festival Lapacho en Aguilares, que iba a reunir a 14 elencos independientes del interior de la provincia, cuya labor artística es un ejemplo de persistencia y vocación cuando no hay remuneración de por medio. De esta forma iba a regresar un certamen que se extraña, luego de seis años sin ser concretado y que en sus últimas ediciones había sido manejado políticamente y alcanzado por las internas comarcanas.

El director del grupo Tema y organizador del festival, Roberto Toledo, tenía todo organizado en cuanto a las inscripciones de los grupos, la movilidad y las fechas para las presentaciones en el Centro Cultural Rojas de la UNT, el sitio elegido por la Municipalidad de Aguilares. En un inicio, se iba a desarrollar en la carpa del Teatro en La Luna, pero las autoridades decidieron el cambio.

Sin embargo, no se hará en uno ni en otro sitio, por lo menos en este mes. Ocurre que la sala estatal no tiene los requerimientos técnicos mínimos para el montaje de las puestas en escena (posee apenas cuatro tachos de luces y no tiene sonido propio), para lo cual había que alquilar equipos o ser cedidos por la Municipalidad. El presupuesto más bajo en luminarias que se consiguió para las 14 funciones en seis días de festival fue de unos $ 20.000, un monto bajo si se tiene en cuenta la cantidad de obras que se debían iluminar. Además, desde el Centro Rojas se pidió un resarcimiento económico para abrir las puertas. Como esos dos pagos no estaban contemplados en el presupuesto oficial asignado y no quedaban recursos en tiempos de ajuste, el encuentro se difirió hasta abril o mayo, según la información oficial.

En el medio se sucedieron las discusiones sobre si se debía o no cobrar una entrada mínima y a un precio casi simbólico, como viene pregonando desde hace años el teatro independiente, para romper el criterio de la gratuidad de los espectáculos (una forma de valorar el trabajo artístico); si se les pagaba un cachet por igual a todos los elencos o si se otorgaban premios en efectivo a los ganadores. Pero el reconocimiento mayor que iban a tener los dos elencos ganadores del Lapacho era integrar la grilla de participantes de la Fiesta Provincial de Teatro, lo que significaba ponerse a la par de los grupos de la capital. Quizás ese reconocimiento sea ahora por invitación, pero todos saben que no es lo mismo. Más aún, a esta altura, no les hace falta. El interior existe, y bienvenido sea como espejo para mirarse.

A diferencia de lo ocurrido con el Pura Escena, en el Lapacho había un explícito interés de los elencos vocacionales en participar, con un compromiso evidente y sólido. Falló la otra parte, la institucional, para recuperar una fiesta popular en el sur de la provincia.

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